Serra da Peneda (Portugal)
13-04-2014
Salimos quince y
llegamos diecisiete. Una pareja congostreña a ratos, se nos apareció por
sorpresa.
Tomamos camino desde
la plaza del santuario sobre las once menos cuarto. El control del inicio lo
realizaban dos cabritillas, un perro y una señora mayor sujeta de la mano por un
niño. Una vez contados los participantes, dieron el “beee” de conformidad y el
perro nos siguió dándonos ladridos de ánimo, como esos aficionados que corren detrás de los
ciclitas molestando mas que animando y que entran ganas de mandarles una leche.
Comenzaba una subidita empedrada. El guía
había advertido de ese obstáculo, y casi tiene razón al calificar la ruta de
medio-alta, una congostreña casi hay que evacuarla, aunque una vez llegado al
alto recuperó el resuello y continuó sin problemas. Hubo que hacer varias
paradas técnicas para avituallamiento y refrigeración. En una de ellas se debatía
cómo condiciona el físico y la dieta, también lo difícil que les resulta a
algunos deshacerse de la grasa. La panceta es lo que tiene, pero está
riquísima.
Poco antes de las
doce llegamos a un prado verde de las alturas. En esta planicie, nos tomamos el
plátano y relajamos la musculatura de tanto subir. Incluso alguno se montó una
pequeña tienda para resguardarse del sol.
Ociosos y aún con el
plátano en la boca, surge una discusión sobre el nombre de la llanura. Unos lo
llamaron branda y otros braña. Es igual, depende que idioma se utilice, portugués o gallego, aunque el término también
se utiliza por Asturias y Cantabria). Surge una discusión de la etimología. El
término braña deriva del latín «verania», ( prado con agua para pastoreo en verano), según Carballo Caleiro, aunque
algunos autores ( diccionario etimológico de Joan Coromines ) lo relacionan con
el céltico brakna, u otras lenguas pre-romanas, que significa prado húmedo.
Según nos explicó el
guía, los vaqueiros o branderos, todos los años dejaban sus casas, situadas en
zonas más bajas, y se dirigían a las brandas, donde tenían sus viviendas de
verano, regresando de nuevo en otoño.
En las brandas suelen
conservarse varios tipos de edificaciones. La mayoría de ellas se van perdiendo
por el paso del tiempo y el abandono. Según la situación de las brandas y otras
características, se pueden distinguir tres tipos:
Brandas o brañas
de verano: situadas a gran altitud. Únicamente pueden
utilizarse a lo largo de los tres meses de verano. Sus edificaciones típicas eran
los chozos y los corros de planta circular.
Brandas
equinocciales: situadas en zonas algo más bajas, se
utilizaban desde la primavera hasta el otoño. Sus edificaciones eran las cabañas,
que tenían una pequeña habitación, "llar" para cocinar, cuadra con pesebre
e incluso una pequeña alacena. A veces tenían en las proximidades pequeñas
instalaciones, como fuentes, abrevaderos, etc.
Brandas
pueblos:
son las que evolucionaron hasta convertirse en poblaciones permanentes.
Quince minutos duró
lo bueno. Volvimos a ponernos en camino aun rezongando. El bonito paisaje se
repetía durante varios kilómetros, tojo bajo y piedras por todas partes.
Cruzamos una brañita más con su cabana en ruinas y sobre las doce y media nos
encontramos con un control de la ruta. No había que sellar, eran los típicos
caballos que la organización pone en puntos estratégicos para controlar.
La gran luminosidad
del día nos permitió ver a lo lejos, unos adosados que al guía se le habían
pasado en su reconocimiento inicial. Con autorización del guía, desviamos el
trazado para verlo de cerca. Cumplía los requisitos de una braña equinoccial,
salvo por la fuente, pero sí corría un riachuelo que haría de abrevadero.
Habían aprovechado el hueco que dejaban unas grandes rocas para completarlo con
paredes de piedras amontonadas, consiguiendo un refugio bastante aceptable.
Seguimos caminando
hasta una rivera en la parte de debajo de la montaña. Un brote de ingenio les
hizo llamar a este pueblecito Ribeiro de Baixo. ¿A qué no adivináis cómo se
llama el pueblecito siguiente separado por una serpenteante carreterita? Justo,
Ribeiro da Cima. Ribeiro de Baixo está separado de Ourense por el río Barcia o
también llamado Castro Laboreiro.
Como la gusa aprieta
y aún no son horas en Portugal, cruzamos el río y nos pasamos a Orense a comer
el bocata. Allí había una hora más y ya apetecía. Dos postes con sus letras E y
P en cada lado del río marcaban la frontera.
Mientras comíamos,
disfrutamos de un espectáculo contratado por la organización. Consistía en una
demostración de un pescador y su habilidad en la pesca de truchas. Como no se
le aplaudió merecidamente decidió pescar
una truchita y pirarse a toda prisa río arriba.
Un par de
congostreños tuvieron que pasar por boxes. El camino empedrado les había dejado
las gomas peor que las del Ferrari de Fernando Alonso. Como no había neumáticos
nuevos, hubo que hacer una reparación de emergencia con cinta americana que
aguantó hasta el final de la prueba.
El retorno fue una
prueba de memoria. El guía puso a prueba la memoria de los pateantes para
zafarse con el regreso. Un cosgostreño reciente pilló al guía en un renuncio. Le
recriminó haber aprovechado un descuido para
plantar un ciprés de más de cinco metros y despistar.
Eran poco más de las
cuatro y media. Había mucha luz y el sol estaba alto. Las flores silvestres
salían a saludar alegrando el campo. El guía solicitaba respeto con la flora.
En pocos minutos estábamos en la braña inicial.
La bajada se lleva con
tranquilidad hasta que un congostreño veterano pica al grupo ofreciendo una
cerveza al primero.
Dos alcohólicos
conocidos salieron escopeteados por el sendero empedrado, seguidos del provocador,
que un poco arrepentido quería librarse llegando él primero. Los demás, sin opciones, seguían un
ritmo más cómodo y prudente.
La verdad es que la
ruta no llega a ser tan dura como prometía y es que una vez más los analistas
se precipitan con las previsiones. Revisamos el rating a “media con perspectiva negativa “,
por aquello de la impresión que ofrece la ruta desde las partes bajas de la
misma.
En un bar de la
misma plaza del santuario, se le cantó
feliz cumpleaños al segundo pateante más antíguo del grupo y se tomaron las
“cervejas”, a las que él había invitado, a su salud.
Desde aquí… cada
mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…
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