Muniellos (Asturias) 24, 25, 26 y 27/07/2014.
Día 24:
No salimos del Almas Perdidas. Los dieciocho integrantes salimos cada
uno de su casita, y un alma perdida, con la que no se contaba, se coló con su
furgoneta. Llegamos a la casa rural Tixileiro, sobre las ocho. En la localidad
de Sisterna. Allí fuimos repartidos en varias casas según características y
rarezas propias. Tomamos una frugal cena y a planchar la oreja que mañana hay
que madrugar…
Día 25: Muniellos.
Nos presentamos como un auténtico escuadrón para pasar revista a la
guarda del Centro de Recepción. Lleva veinte años anclada a aquél lugar y se
notaba. Nos soltó una agradable y prolongada charla sobre la indumentaria,
tiempos y peligrosidad del recorrido. La exhaustiva explicación era como si te
dicen que el asesino es el mayordomo. Te chinchan la película. Era tan
diligente en su trabajo, que nos sacó una foto de grupo por si alguno se perdía
poder identificarlo, y luego nos acompañó al inicio del sendero y nos indicó
con el dedo… por ahí, y no perderos. Cuando conseguimos despegarla, al sentir
algún ruido, veíamos para atrás, pensando que venía con un palo a echarnos la
bronca por pisar fuera del sendero.
Dieciséis
congostreñ@s tomamos el sendero largo, dejamos dos retenes que fuesen por el
corto para luego encontrarnos en las lagunas y contrastar la retirada. Nos
pasamos una hora subiendo, comiendo arándanos y viendo para atrás por miedo a
la bronca. El paisaje merecía la pena, las enormes montañas verdes ocultaban la
cima con un manto de niebla. El estrecho sendero se abría paso entre árboles,
roca excavada y morrena de piedras desprendidas.
Llegamos a la
primera referencia: Fuenculebrera. No encontramos la fuente ni la culebra, pero
sí un árbol agradecido, tanto que cuatro machotes le dieron un abrazo entre
todos. Bueno, fueron seis, pero el cariño no lo requería. A pocos metros, nos
tropezamos con otro aún más cariñoso, pero ya estábamos saturados y se quedó
sin abrazo. Igual que se quedó sin dos ramas, que estaban partidas a sus pies.
A partir de aquí,
nos enfrentamos a una falsa llanura que iba desde los mil cien metros, hasta
los mil cuatrocientos de las lagunas. En la primera, en la Laguna de la Isla, nos esperaba el retén
de retirada, para reponer fuerzas y alimentarnos, con permiso de los mosquitos.
Al terminar de comer, nos dirigimos a la Fonda y seguimos hasta la Grande. Nos quedó la Peña, que por algún motivo
desconocido no nos hablaron de ella. Había un letrero que prohibía el paso.
El Monte de las Lagunas
también estaba prohibido, por lo que no pudimos ir. Pero era tal la niebla que el monte se hacía tenebroso. Incluso alguien pareció ver entre la niebla formas humanas, a cuatro hombre y una intrepida mujer trepando con pies y manos
por los montes, por la ruta del jabalí, agarrándose a los matorrales de
carqueixa para poder ascender escasos metros, con gran esfuerzo; o brincando de
piedra en piedra por la morrena para alcanzar un pico casi escondido que sobresalía entre la
niebla. Y volverlos ver bajar de nuevo, monte abajo, como la Santa Compaña. En situaciones de cansancio o miedo, la mente puede crear espejismos y darle forma humana a simple masas de agua, pues nada se pudo probar que realmente fueran seres humanos.
El descenso desde las tres cruces, se hizo abriendo camino entre la horda de mosquitos que custodiaban el sendero del río. Realizaban una serie de cabriolas que dejaba a alguna sin palabras, pero con un regustillo amargo. Un tramo de madera, llamado Sendero Preparado, presagiaba la cercanía de la meta. La mayoría del grupo llegó antes de la hora pactada: las siete de la tarde. La considerada vigilante, estuvo muy comprensiva con el retraso del resto achacándolo a la edad de los tardones, que disponían de enfermera propia debido al lamentable estado físico en que se encontraban.
El descenso desde las tres cruces, se hizo abriendo camino entre la horda de mosquitos que custodiaban el sendero del río. Realizaban una serie de cabriolas que dejaba a alguna sin palabras, pero con un regustillo amargo. Un tramo de madera, llamado Sendero Preparado, presagiaba la cercanía de la meta. La mayoría del grupo llegó antes de la hora pactada: las siete de la tarde. La considerada vigilante, estuvo muy comprensiva con el retraso del resto achacándolo a la edad de los tardones, que disponían de enfermera propia debido al lamentable estado físico en que se encontraban.
Unas refrescantes
cañitas hasta la hora de la cena y nuevos para otra.
Día 26: Ruta de
los Lagos de Sisterna.
Parecía más fácil. Salimos de
las puertas del alojamiento cargados con las mochilas. Lo bueno es que ya no
había mosquitos. Vinieron sus hermanas mayores, y cabreadas. La cosa era
teóricamente sencilla, se trataba de subir toda la mañana y bajar el resto de
la tarde. El paisaje no tenía nada que envidiar al del día anterior.
Durante el ascenso,
una congostreña saludó a un pequeño bicho que estaba reptando tranquilo. Lo
tomó en una mano y lo acarició con la otra mientras explicaba sus
características. Unos sonreían, a otros se les erizaba el vello.
No recuerdo en qué
momento del camino, se acoplaron un satélite de moscas que circulaban alrededor
de cada caminante, intentando incordiar lo más posible.
A medida que se
ascendía, la vegetación iba variando. La hora del plátano nos pilló a los pies
de una pequeña catarata que alguno aprovechó para refrescarse integralmente.
Durante el descanso los caminantes se acercaban para intercambiar alimentos y
opiniones, y también las moscas.
Dialogo de las moscas
Pepa y Paca:
-
Pepa: ¡Hola Paca, cuanto tiempo sin verte!
-
Paca: ¡Ya ves!, una compañera me dijo: vamos a
incordiar a unos senderistas, ¿Te vienes? Y aquí me tienes.
-
Pepa: ¡Claro hija, con la crisis, cualquiera
rechaza un curro!
-
Paca: ¿Quién te tocó a ti?
-
Pepa: Una monjita pitufa que cree esconderse
en su mantón azul. Pero es facilona, se cabrea enseguida.
-
Paca: ¡Qué suerte hija! A mí me tocó uno que
no para de tocarnos los pinreles con una ramita. ¡Nos pega cada susto!
-
Pepa: Bueno, tengo que irme a la faena, que la
mía se mueve, da recuerdos en casa…
Sobre las doce,
llegamos a la Laguna
de Arriba de Tablado. Los más calurosos se refrescaron el cuerpo y se lo
secaron al sol. Los demás simplemente descansaban y contemplaban. Las moscas
también.
Una congostreña
poco acalorada y previsora pretende adelantar camino y trepa monte arriba, pero
la inseguridad le juega una mala pasada y vuelve sobre sus pasos siguiendo los
sensibles berridos de un congostreño veterano. Todos subimos por el lugar del
primer intento. La pendiente se deja notar, las moscas también.
Una vez superada la
primera prueba, y con muy poco oxígeno en los pulmones, se presenta otra
cuestecita que alegra las caras. Un congostreño que buscaba una alternativa de
ascenso, se vio desbordado por un grupo de seguidores cuyas miradas decían “Si
subes te liquido”, así que optó por rodear la montaña buscando la famosa ruta
del jabalí.
Ya en la otra parte
de la montaña, nos encontramos con los montañeros. En ese punto soleado y con
alguna brisa nos tomamos los bocatas escondiéndolo después de cada mordisco
para evitar la curiosidad de nuestros satélites. Esta labor nos llevó poco
tiempo.
Como el Tom Tom y
la intuición no siempre se llevan bien, tomamos tres alternativas de descenso:
unos por el camino, otros a través, el resto por el maltrecho camino que
marcaba el aparato. Los tres llegamos al mismo punto después de intercambiar
berridos de orientación unos a otros.
El premio era una
serie de fuentes de agua cristalina dotadas de un canal practicado a un
arbolito por el que circulaba un torrente. En un lateral había un cacito metálico
colgado para que se sirviese el sediento caminante.
Como la bajada no
disponía del entretenimiento que dan las subidas, un congostreño dotado de
humor y oportunidad, se esconde entre los helechos para gruñir imitando un
jabalí. El efecto fue el esperado.
Sobre las cinco,
tuvimos una parada de reagrupamiento que se convirtió en una merendola tirados
por el suelo. Eran sobre las seis cuando avistamos las casas de donde salimos.
Unos a la cañita
directamente, algunas una sidrina, otros a la ducha y otros a la piscina,
pequeña pero refrescante. Después de la cena, la adrenalina ganaba terreno al
cansancio, así que la mayoría se acercó a la localidad cercana de Degaña, que
estaba de verbena, para mover un poco más el esqueleto y esta vez con ritmo.
Algunos sudaron más que en la ruta y dejaron a los parroquianos boquiabiertos.
Día 27: Ruta das
Áreas Recreativas.
De regreso, nos pasamos a
contemplar el nacimiento de dos ríos: Eo y Miño. El Eo nace en Fonteo, donde se ha creado una área recreativa. Entre medias, hicimos una pequeña ruta por las cercanías de un
pueblo, pero las pendientes y cuestas cansaban tanto como la de los días
anteriores.
Comenzamos por
atravesar la Fraga
de A Marronda en dirección al Área recreativa de A Cortevella. Por el camino nos
encontramos una pequeña presa de regadío. Alguien dijo que los novios a un euro
y las novias a la mitad. Una congostreña arrojó un euro sin pensárselo dos
veces. No reveló si pedía un novio o dos novias, porque la presa no daba
cambio.
Como el tiempo se
nos echaba encima y el cordero encargado se podía pasar, contactamos con
nuestro retén de vigía y nos acercaron los coches para acelerar un poco.
Mientras tanto contemplamos el área recreativa: Un hórreo de madera y un santo
de piedra custodiaban el lugar.
El cordero nos lo
zampamos en un hostal de un conocido. Por diez euros comimos para empachar.
Luego nos dirigimos
al Pedregal de Irimia, nacimiento del Río Miño, en este lugar, reconocido actualmente por los libros de
texto, nos hicimos una nueva foto de grupo,
y nos emplazamos para la siguiente ruta con besos, abrazos, y muchos
buenos deseos ….
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…
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