Vilaboa (Pontevedra) 07/02/2015
Seguimos las recomendaciones de la guía. Después de las
siete rotondas y un paso de peatones, conseguimos aparcar en el recinto del Bar
Anxo. De aquí salimos y aquí regresamos.
Daban las nueve y media cuando despegamos veinticinco
caminantes. Tomamos un sendero de tierra pisada franqueado por erguidos
árboles. Rodeamos la costa evitando las nuevas construcciones y a la maquinaria
en faena.
En menos de media hora ya estábamos adentrándonos en
bosque autóctono para encontrarnos con las salinas, luego con un gran paseo
empedrado a lo largo de la costa. Cruzamos la ría por un estratégico puente,
que más que puente, parecía un camino de piedras elevadas sobre las aguas, y
sin protecciones laterales.
Este puentecito, nos deja en un sendero con el nombre del
canto de las ranas: Croa, y de este, a la carretera asfaltada de Toural, justo
enfrente a una churrasquería, pero como no eran horas, seguimos caminando.
Bordeamos unas cuantas fincas vecinales y cruzamos algún
pueblecito para adentrarnos en el borde de un modesto río al que llaman “Rego
de Sidral”. Una vez abandonado el río, subimos monte arriba observados por unos
estilizados árboles y compartiendo el camino con vivarachos regatos.
Daban las doce cuando la guía cedió al eco de las voces
que repetían: ¿Cando comemos? Casi sin excepción se desenvainaron los plátanos.
Las más osadas sacaron galletas y chocolates.
Media hora más tarde nos encontramos con un enorme
cercado repleto de árboles deshojados. ¿Qué son? Preguntó una curiosa.
“Castiñeiros”, contestó alguien.
Atravesamos la finca para encontrarnos con un lago en un
entorno arbolado y alfombrado de hierba verde, típico de los merenderos. El
lago, por una de esas casualidades de la vida, se llamaba Lago de Castiñeiras.
Unos aburridos patitos nos observaban mientras cruzábamos
el parque por unos senderos, envidia de los adoquinados romanos. Allí nos
encontramos con el Aula de la Naturaleza de Cotorredondo, en pleno centro del
parque.
No paramos, cruzamos pisando hojas secas hasta la parte
alta del parque, justo en el corazón de la península del Morrazo. Según nos
situásemos, tendríamos Marín a la espalda y Vilaboa de frente. La vista de la costa era preciosa, pero intentamos
mejorarla subiéndonos a una construcción de varias plantas pero estaba cerrada.
Aunque ya habíamos visto ruinas de molinos en el río
anterior, repetimos en el “Rio Maior e o Regato Portiño”. Dicen que hay hasta
noventa molinos, pero solamente rehabilitaron treinta y cuatro.
Comimos en el molino veintisiete, que convergía con una
carretera y un pequeño merendero a las orillas. Eran casi las tres y las mesas,
aunque ladeadas, hicieron el servicio. Casi entramos los veinticinco en tres
mesas.
Terminadas las existencias, fuimos a por los restantes
molinos de paso que nos dirigíamos a Vilar. En sus montes se encontraba un
sendero de petroglifos. Localizamos dos ubicaciones con petros, los glifos nos
costaron un poco más.
Había dos teorías: la primera era que los que marcaron el
sendero, tenían ya los letreros elaborados y en el primer montón de piedras que
encontraron, limpiaron el musgo y clavaron el letrero; la segunda y más
plausible, era que los petroglifos eran muy antiguos y estarían difuminados con
el tiempo.
Basados en la segunda teoría, algunos miembros del grupo,
se decidieron a realizar una inspección más exhaustiva. Como resultado, una
mente preclara consiguió ver algo y lo anunció en alto. Acudieron varios jueces
para dar fe de la aparición. Sí, comenta uno, se ve como una vaca moviendo el
rabo. Es cierto, comenta otra, es de color azul. ¡Coño, si es la vaca de
Milka!, termina diciendo.
Volvemos al camino pasando un túnel de mimosas, luego un
puente sobre la autopista nos lleva al punto de salida. A las cinco y media
damos por finalizada la pateada y con derecho a caña.
El bar estaba repleto de caras estáticas con la vista
fija en el televisor. Estaba jugando el Madrid-Athletic. Hasta el final del
partido no pudimos conseguir asiento para todos.
Casi finalizada la tertulia la congostreña identificadora
de la vaca de Milka, comenta que ha perdido las gafas…Los buscadores de gafas
se pusieron en marcha detonados por las palabras: gafas y perder.
Algo me hace sospechar que lo de perder las gafas, es
algún tipo de código secreto que aún no he descifrado.
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…
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