CRÓNICA PATEADA 184





Circular río Te (Rianxo) 18/04/2015


Salimos desde distintos puntos hacia el mismo destino: el Polígono Industrial de Rianxo. Como no era conocido por todos, quedamos en la gasolinera de la salida de la autovía. Una vez en la gasolinera, nos encontramos un perro que nos indicaba el punto de encuentro con la lengua. El dueño matizaba con el dedo.

Después de los saludos y preparativos, eran las diez y cuarto cuando comenzamos a caminar. En apenas tres minutos, cruzamos el Rio Te, que no abandonamos durante casi todo el recorrido. Algún inconformista dijo que prefería manzanilla, que le sentaba mejor. 
No llevábamos más de diez minutos, cuando un congostreño grita: ¡anda, los donuts…! Se nos habían olvidado un par de congostreños en la gasolinera. Uno ya veterano, otro nuevo, su futuro cuñado.
Los de la gasolinera seguro que susurrarían entre ellos: ¡cada vez los dejan abandonados antes y más jóvenes! El nuevo se estaría temiendo que sería una novatada de iniciación…
Alguien había recibido un whatsapp diciendo que estaban en la gasolinera, ¡A buenas horas! Este sistema cada vez funciona con más retraso. 
Una vez reconducidos telefónicamente hacia el punto de salida, dos congostreños salen a su encuentro corriendo la ida y la vuelta. El nuevo,  seguro que se preguntaría mientras corría: ¿esto sigue siendo parte de la novatada? 
Como ocurre en todos los ríos en estas épocas, la vegetación está verde y floreciente, un regalo para la vista. El recorrido era en forma de nueve. Subimos por el margen izquierdo del Rio Te, y bajamos por el derecho. 
A lo largo del camino, encontramos varios molinos de gran tamaño con dos y tres muelas, vestigios de la pasada bonanza de la zona. 
Sobre las once y media, estábamos en un merendero, donde había un curioso cruceiro: Disponía de un cajetín en el pie de la cruz. Nos cuenta el guía que se denomina Cruceiro de Capeliña y que son típicos de Barbanza. Se trata de un habitáculo en forma de capilla, donde situaban figuras religiosas que veneraban en días especiales. 
Seguimos camino atravesando el pueblecito de Buía para volver al río. Si hubiese algún habitante de la India en el grupo, saludaría: námaste, pero como todos éramos gallegos pensamos: sí, más Te.

Seguimos subiendo hasta encontrar una estructura de molinos en cascada. El agua que sale de uno entra en otro. Solo se conserva el exterior de piedra, pero sigue impresionando el gran trabajo e ingenio de los constructores.
Llegados a un punto, aparece un división del camino. Unos prefieren necoriña y otros centolo. Unos suben monte a través y otros siguen el sendero, …. Todos llegamos al mismo lugar donde tomar el plátano. 
Pocos metros después hay que bajar del monte a la carretera. El lugar se presenta delicado. No es muy alto, pero sí resbaladizo. Un congostreño galante, ofrece su mano para dar confianza. Bajan todos sin contratiempos. Los senderos del monte más lejanos del río estaban franqueados, bien por tojos floridos en tonos verde y amarillo, bien por retamas (xestas) de los mismos colores. 
Nos separamos del Te para encontrarnos con su afluente, el Treito. En él está situada la “Fervenza de Pozo Bastón”. Parece que una leyenda dice que aquí están sumergidas las tres hijas de un moro en espera de su desencantamiento. La transparencia de las aguas y el encanto del lugar invitaba al baño, pero solo  tres congostreños, desconocedores de la leyenda,  se atrevieron con sus frías aguas,  todo  parece indicar  que no lograron hacer despertar el espíritu de las moras encantadas o ¿ quedarían  todavía más “encantadas” al verlos desnudos ? 
Más fresquitos, cruzamos el rio y comenzamos la parte redonda del nueve, que transcurre por los montes de la sierra del Barbanza. Cruzamos el pueblecito de Campelo y tuvimos que separarnos según los más… los más machotes y los más sensatos. Los primeros subieron por un corta fuegos muy empinado. Los segundos por otro menos inclinado y más largo. ¡Ah! y un rebotado que subió por un sendero repleto de tojos calienta zonas bajas para llegar a un monte que creo que se llamaba Tahúme, con 720m. de altitud. 
Como hacía un poco de viento bajamos para comer también por grupos de los más… los más calurosos o los más frioleros
En poco tiempo pasamos de los montes de Rianxo a los de Lousame. Bajamos, unos por carretera hasta Vilar, mientras otros lo hacen por el camino de ida. En la parroquia de Araño  cerramos el círculo. Volvemos a la pata del nueve, pero por la otra orilla. 

Lo mejor viene ahora. Nos desplazamos a Boiro, al restaurante Arume. Allí tienen una terraza en la parte de atrás donde poder explayarse. En esta terraza nos sentamos los veinte pateantes alrededor de dos mesas separados por los más…
El camarero, después de un guiño del guía, comenzó a acarrear bebidas y tapas como si no hubiese fin: mejillones, calamares, empanada, e incluso churrasco. La gente no hablaba, solo masticaba y asentía, y los retrasandos andando ahora no mostraban signos de cansancio.

Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…

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