Circular río Te (Rianxo) 18/04/2015
Salimos desde distintos puntos hacia el mismo destino: el
Polígono Industrial de Rianxo. Como no era conocido por todos, quedamos en la
gasolinera de la salida de la autovía. Una vez en la gasolinera, nos encontramos
un perro que nos indicaba el punto de encuentro con la lengua. El dueño
matizaba con el dedo.
Después de los saludos y preparativos, eran las diez y
cuarto cuando comenzamos a caminar. En apenas tres minutos, cruzamos el Rio Te,
que no abandonamos durante casi todo el recorrido. Algún inconformista dijo que
prefería manzanilla, que le sentaba mejor.
No llevábamos más de diez minutos, cuando un congostreño
grita: ¡anda, los donuts…! Se nos habían olvidado un par de congostreños en la
gasolinera. Uno ya veterano, otro nuevo, su futuro cuñado.
Los de la gasolinera seguro que susurrarían entre ellos:
¡cada vez los dejan abandonados antes y más jóvenes! El nuevo se estaría
temiendo que sería una novatada de iniciación…
Alguien había recibido un whatsapp diciendo que estaban
en la gasolinera, ¡A buenas horas! Este sistema cada vez funciona con más
retraso.
Una vez reconducidos telefónicamente hacia el punto de
salida, dos congostreños salen a su encuentro corriendo la ida y la vuelta. El
nuevo, seguro que se preguntaría
mientras corría: ¿esto sigue siendo parte de la novatada?
Como ocurre en todos los ríos en estas épocas, la
vegetación está verde y floreciente, un regalo para la vista. El recorrido era
en forma de nueve. Subimos por el margen izquierdo del Rio Te, y bajamos por el
derecho.
A lo largo del camino, encontramos varios molinos de gran
tamaño con dos y tres muelas, vestigios de la pasada bonanza de la zona.
Sobre las once y media, estábamos en un merendero, donde
había un curioso cruceiro: Disponía de un cajetín en el pie de la cruz. Nos
cuenta el guía que se denomina Cruceiro de Capeliña y que son típicos de
Barbanza. Se trata de un habitáculo en forma de capilla, donde situaban figuras
religiosas que veneraban en días especiales.
Seguimos camino atravesando el pueblecito de Buía para
volver al río. Si hubiese algún habitante de la India en el grupo, saludaría:
námaste, pero como todos éramos gallegos pensamos: sí, más Te.
Seguimos subiendo hasta encontrar una estructura de
molinos en cascada. El agua que sale de uno entra en otro. Solo se conserva el
exterior de piedra, pero sigue impresionando el gran trabajo e ingenio de los
constructores.
Llegados a un punto, aparece un división del camino. Unos
prefieren necoriña y otros centolo. Unos suben monte a través y otros siguen el
sendero, …. Todos llegamos al mismo lugar donde tomar el plátano.
Pocos metros después hay que bajar del monte a la
carretera. El lugar se presenta delicado. No es muy alto, pero sí resbaladizo.
Un congostreño galante, ofrece su mano para dar confianza. Bajan todos sin
contratiempos. Los senderos del monte más lejanos del río estaban franqueados,
bien por tojos floridos en tonos verde y amarillo, bien por retamas (xestas) de
los mismos colores.
Nos separamos del Te para encontrarnos con su afluente,
el Treito. En él está situada la “Fervenza de Pozo Bastón”. Parece que una
leyenda dice que aquí están sumergidas las tres hijas de un moro en espera de
su desencantamiento. La transparencia de las aguas y el encanto del lugar
invitaba al baño, pero solo tres
congostreños, desconocedores de la leyenda,
se atrevieron con sus frías aguas,
todo parece indicar que no lograron hacer despertar el espíritu
de las moras encantadas o ¿ quedarían
todavía más “encantadas” al verlos desnudos ?
Más fresquitos, cruzamos el rio y comenzamos la parte
redonda del nueve, que transcurre por los montes de la sierra del Barbanza.
Cruzamos el pueblecito de Campelo y tuvimos que separarnos según los más… los
más machotes y los más sensatos. Los primeros subieron por un corta fuegos muy
empinado. Los segundos por otro menos inclinado y más largo. ¡Ah! y un rebotado
que subió por un sendero repleto de tojos calienta zonas bajas para llegar a un
monte que creo que se llamaba Tahúme, con 720m. de altitud.
Como hacía un poco de viento
bajamos para comer también por grupos de los más… los más calurosos o los más
frioleros.
En poco tiempo pasamos de
los montes de Rianxo a los de Lousame. Bajamos, unos por carretera hasta Vilar,
mientras otros lo hacen por el camino de ida. En la parroquia de Araño cerramos el círculo. Volvemos a la pata del
nueve, pero por la otra orilla.
Lo mejor viene ahora. Nos
desplazamos a Boiro, al restaurante Arume. Allí tienen una terraza en la parte
de atrás donde poder explayarse. En esta terraza nos sentamos los veinte
pateantes alrededor de dos mesas separados por los más…
El camarero, después de un
guiño del guía, comenzó a acarrear bebidas y tapas como si no hubiese fin: mejillones,
calamares, empanada, e incluso churrasco. La gente no hablaba, solo masticaba y
asentía, y los retrasandos andando ahora no mostraban signos de cansancio.
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…
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