CRÓNICA PATEADA 189



Serra do Cando. Río Seixo (Cerdedo) 11/07/2015



Esta vez salimos muy puntuales. El camino nos llevó una hora justita. Diez minutos los preparativos para salir. Trece congostreñ@s salimos y conseguimos volver todos mucho más cansados pero contentos.

Salimos cruzando el corazón de Cerdedo, justo por el camino que va a la iglesia, por donde volveríamos a salir varias horas después. Esta entrada nos comunicó con la zona de cultivos cruzada por la Avda. Frei M. Sarmiento que les da servicio. Cruzamos la carretera que va a la escuela de parapente y nos encontramos con un rebaño de vacas. Se miraban unas a otras sin dar crédito. ¿A dónde van estos sin paracaídas ni avión?

Nos adentramos en zona de monte repleta de tojo y helechos. Después de una subidita por un riachuelo tuvimos que hacer un reagrupamiento. Una carretera asfaltada nos llevó a un pueblecito donde vimos a un único habitante, al que saludamos, y aprovechamos para reponer agua en la fuente del pueblo.

Senderos de servicio y corta fuegos nos guiaron durante unas horas. Desde las alturas, se podían contemplar los pueblos de Cerdedo y alrededores.

Pasaba de las doce cuando divisamos un árbol que utilizan las vacas para rascarse y quitarse las garrapatas. Su sombra nos pareció un buen lugar para tomar el plátano. Pocos metros más arriba estaban las usuarias del árbol mirándonos con extrañeza.

Con el estómago lleno, nos dirigimos a la zona de los molinos. En su área de influencia se encontraba la Cruz do Seixo. Sobre sus rocas, contemplamos todos los alrededores. Nos quedamos tan prendados, que no escuchamos al guía cuando avisó que se marchaba, ni tampoco lo vimos alejarse. Cuando despertamos del letargo, nos preguntábamos unos a otros por el guía.

Ya “desfacido el entuerto”, nos dirigimos a una coqueta capilla. La primera intención era comer en los bancos de piedra de la capillita, pero hacía sol y parecía mejor idea esperar unos kilómetros más y comer a los bordes de una poza del río, a la sombra.

De camino a la poza, visitamos una estructura antigua dedicada antaño a la comercialización de la nieve, lo llamaban nevera. Consistía en una construcción de piedra protegida del sol. Lo llenaban de nieve y lo pisaban hasta convertirla en hielo, luego lo serraban en barras y lo vendían.

Sobre las tres y cuarto llegamos al Centro de Interpretación de Seixo. Por allí pasaba el río que ofrecía la posibilidad de baño y relax. Allí comimos los bocatas, y los más calurosos se bañaron en las pozas. Más de una hora nos llevó la actividad.

La parte más  bonita quedaba por recorrer. Bajamos por el margen del río hasta una gran poza. Por los gritos no sabría decir si se lo pasaban bomba o si es que estaba fría el agua. Casi media hora nos llevó el chapuzón.

El resto del camino transcurrió por un frondoso sendero que seguía rio abajo. Pasamos por la coqueta capilla de Sta. Catalina, pero no despertó mucho interés. Más interés despertó una vecina del mismo pueblecito de Lourido. Al vernos intentar llenar las botellas en una fuente  que salía caliente debido a la exposición al sol de sus conductos, nos ofreció llenarlas con agua de su casa. ¿Se puede? ¡Hasta la cocina! Fueron repetidas hasta llenar la última botella. El agua de su propia cocina fue ofrecida desinteresadamente. Incluso nos contó la historia por la que fue trasladada desde Bueu hasta aquella casita.

Quedaba la Capilla de San Antón y un puente romano entre nosotros y la cañita. Paramos en la Capilla para reagrupar. Algunos todavía tenían víveres: manzanas, plátanos, chocolate con leche, chocolate negro… solo faltaban unas latas de fabada y unas cervezas.

Las cañitas nos las sirvieron en la terraza del Bar a Rampla, en el mismo centro de Cerdedo.





Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.

¡Hasta la próxima! Abur…

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