CRÓNICA PATEADA 200





Sistelo (Portugal) 6/03/2016

Pasamos por Salvatierra para recogen unas almas perdidas. Llegamos a Sistelo, pasadas las diez. Esta vez contamos con catorce voluntari@s. En apenas diez minutos, nos pusimos en marcha. Tomamos el camino empedrado que nos llevaría subiendo hasta la “Branda do Alhal”.
Poco antes de llegar a Padrão, casi en el cruce del Río Vez, nos encontramos con la primera habitante del lugar. Venía de recoger el rebaño de ovejas y alguna cabra. Vestía a la moda del lugar: jersey de lana gorda con bolitas y sobre él un chaleco de tela a juego. Lucía una falda vaquera que cubría con una gabardina atada con las mangas, a la cintura. Calzaba unas katiuskas verdes muy ponibles, que sabía que se volvían a llevar. Un cubo de plástico le colgaba del brazo a modo de complemento, contenía aperitivos para sus protegidas. Ocultaba su peinado con una ceñida pañoleta atada hacia atrás, dándole un look atrevido. También mantenía sobre la cabeza en equilibrio, un saco con algo que parecía harina. Lo llevaba como si ni siquiera se diese cuenta de que lo tenía.
Las mujeres de las tribus Luo y Kikuyu del este de África, las personas pueden transportar peso de hasta un 20% de su peso corporal sin gastar energía extra, más allá de la que se gastaría dando un simple paseo por el parque. En Ghana, chicas jóvenes de las depresiones rurales pobres, trabajan en las ciudades como cargadoras con la cabeza o “kayayo”.
La señora, al sentirse fotografiada dice: “Non me quitedes no feisbú, non me quitedes no feisbú, que logo estas rinse de min. Sobre todo esta, que é a pior”, dice mientra dá una patada a una cabra que se escapa con un socarrón beee.

Continuamos  camino por un sendero con muros empedrados y adornados con musgo. El suelo tenía zonas de un lodo ya entrañable. Mientras íbamos subiendo, dejábamos atrás una imagen de postal: los campos, que se pueden contemplar siguiendo el curso del camino, están dispuestos en un sistema de escalones llamados socalcos, de fondo verde y lindes de piedras.

A la entrada de Padrão, nos encontramos con unas cancillas hechas a medida, no el típico somier reciclado. Además las custodiaban una pareja de muñecos atados a la altura de la vista, que no sé si se traba de algún sortilegio vudú o simple decoración.

En la plaza principal, se sitúa la única fuente de “clarita” del mundo conocido. Sobresale de la piedra, un tubo rematado en una “T” en posición vertical. Por la entrada de arriba conectan una botella de cerveza “marca blanca” y en la salida hacia abajo sale el chorro mezclado.

A la salida del pueblo, también llamó la atención una cueva enigmática, donde antaño, probablemente hayan extraído material de construcción. También llamó la atención la zona de descanso eterno que estaba metros más arriba. Se trata de una modesta construcción con mucha luz y decorado con flores frescas permanentes. Se refrescan cada vez que llueve, y deja el plástico limpito. La falta de vallas en la parte de abajo provocaba que por la noche se cayesen algunas almas que nunca volverían a encontrar el camino, de ahí lo de las “almas perdidas”.

Mientras íbamos subiendo fueron apareciendo en el horizonte unas imágenes que la mente creativa del grupo daba nombre. Mira, una tortuga, dijo una voz mientras señalaban un bulto en el monte. ¿No creéis que sea una tortuga? Lo era, no solo era una tortuga, sino que gozaba de la metamorfosis. Una vez que se cambiaba el punto de vista de la piedra, se convertía en, se convertía en… un tiburón. Alguien dijo incluso, que le pareció ver un zapato dentro de la boca, restos de la última comida.

Mira, una santa, dijo otra voz, sí, sí, parece una santa, ¿pero de qué? El congostreño que la había descubierto, se subió a la cima para comprobar de qué era la santa. No era santa, era santito, san hito (Hito: Poste de piedra que señala el límite de un terreno o indica la dirección o distancias de una vía o un camino). Al poste en formato piramidal, le acoplaron una piedra redondeada encima, dando aspecto de cabeza. El embrujo de la tortuga hizo el resto.

Otra voz dice, mira un toro… todos dirigen la vista a la piedra y preguntan ¿Dónde, donde? Ahí, fijaros que realismo. ¡Coño, es una vaca! ¡Ah!, ya decía que se parecía a un toro, es una vaca marrón.

A poco más de un kilómetro nos encontramos con unas construcciones en “A branda do Alhall”. Allí nos encontramos con el que parecía el único habitante de la zona. Vestía una chaqueta de chándal y un pantalón de tergal que alguna vez fueron lavados. Hablaba poco, pero lo justo para captar la atención:
-       Señor: ¿Qué tal, a ver si ides topar neve, como a semana pasada?
-       Congostreño: Bo día, no, nos non estivemos a semana pasada, e non creo que teñamos neve.
-       Señor: Tiña, tiña neve.
-       Congostreño: Ala, que teña bo día.
-       Señor: Vou ver aquela branda, teño unas vacas alí.
-       Congostreño: Pois ala, ata logo.
-       Señor: Si, teño unha dor aquí (señala un costado), e que cain onte e doime.
-       Congostreño:¡Qué mala sorte, hai que cuidarse!
-       Señor: Sí, hoxe ven o neto en avión, imos alá a buscalo.
-       Congostreño: Bueno, cuídese… (mientras nos alejamos)
-       Señor: Sí, pero…. (perdimos la comprensión de lo que decía)

Salimos del pueblecito por un sendero empedrado, que parecía reciente  ”aunque no se descarta que lo empedraran los romanos”. Este sendero nos lleva a las fauces de un bosque de abetos, Allí, un malicioso gnomo congostreño se escondía detrás de los troncos de los árboles y salía imitando los sonidos  de un animal rabioso, al paso de un alma inocente.

En ese mimo bosque, dónde asomaba un rayito de sol, paramos para reponer fuerzas, en un ratito nos jalamos los plátanos y a seguir.

Llegamos a la “Branda do Río Covo”. Supongo que tiene ese nombre por estar en una ladera del rio. En la parte alta, había una finca donde descansaba panza arriba, una vaca. Había estado en esa postura demasiado tiempo, tanto que se había quedado en los huesos. Algunos congostreños, fueron a ver si podían hacer algo. Lo hicieron, juguetearon con la cornamenta poniendo posturitas y haciendo fotos.

El lugar estaba bien cuidado, las cabañas de piedra semejantes a los chozos do Suído. Tenía cancillas y puertas barnizadas y puertas de seguridad. Un congostreño franqueó la cancilla de picaporte fácil, pero no logró descifrar la contraseña para acceder al interior de las casitas.

Bajamos la ladera, atravesamos el Covo por un puente construido por una gran roca y subimos la otra ladera. Volvimos a ser tragados por otro bosque de abetos. A la puerta estaba un congostreño exhibiendo una muela de un rumiante entre sus dedos a la altura de la vista. Informaba a otra congostreña de que se trataba de un molar. Al intentar buscar la aprobación de otro congostreño que se acercaba, este le contesta: pero hombre, no se ve perfectamente de que no se trata un molar… es un premolar, le dice con aires de suficiencia mientras mueve la cabeza de lado a lado con incredulidad. Los dos congostreños que tenían la duda, se miran entre ellos y devuelven la mirada al informante. Acaban de darse cuenta a quien preguntaron. Es difícil saber si habla en serio o no. (Las vacas tienen tres premolares y tres molares, tanto superiores como inferiores, estos últimos se diferencian por su gran tamaño).
El gran follaje de los árboles no deja pasar la luz, por lo que el bosque interior no tiene vegetación, está totalmente carente de vida. Solo troncos desnudos. A la salida, nos recibió la niebla y un viento jodón.
Un congostreño, que venía oteando el suelo hacía un buen rato, dijo que tenía un problema de combustión, así que contactamos con el suministrador de carburante para corregir el octanaje, pero no dio los resultados esperados. Así que como ya conocían el camino y algunos preferimos asegurar sin arriesgar, nos volvimos por donde entramos.
El regreso fue más fácil, solo había que bajar. El clima nos respetó, un poquito, nos envió una granizada en el mismo pueblecito donde encontramos al señor parlanchín. Nos cobijamos en una cabaña y una casucha de piedras. A pesar de todo tuvimos suerte, el parlanchín ya no estaba.

Seguimos los restantes senderista, en dirección al alto blanqueado y medio tapado por las nubes.
La ruta ahora es monte a través, con algún hito.
Llegando cerca del alto un ruido de “tambores” nos da la bienvenida, se nos avecina una pequeña tormenta. El guía conocedor del miedo de algún senderista,  en su afán por superar rápidamente el alto decide atajar y en aceleración vuelve sobre la ruta que traía, hasta que  una pateadora observadora se lo hace saber y tras comprobarlo se vuelve a tomar la correcta.
Pocos metros más arriba Eolo nos agasaja con palomitas de maíz,  pero heladas, a la vez que algún trueno  que nos indica que los rayos deben estar cayendo no muy lejos. Esto no desanima al pelotón de cola que a pesar de la situación aprovechan para sacar fotos en la nieve. Eso sí, en el tramo de bajada no se oye nada más que el ruido de algún trueno ya cada vez mas lejano.

Llegado al lugar conocido como Corga dos Cortehlos, allí de nuevo volvemos a tener camino, aunque requiere tener cuidado, las piedras con moho juegan una mala pasada a una senderista que tenemos que dejar en Porta Cova  ante su imposibilidad de caminar. Hay que enviar a un maratoniano a buscar coche, lo hace tan rápido que cuando el vehículo llega se encuentra que aún el grupo no ha llegado.
Poco a poco van llegando menos 2 senderista que iban en cabeza, y que desde Padrâo hasta Sistelo no debería haber problema,  y no lo hubo,  los 20 km les parecían pocos y bajaron hasta cerca del río Vez y volvieron a subir para hacer 2 kms mas que el resto.
Una localizadas se decide tomar algo en Salvatierra donde casi tenemos ya la posada cada vez que venimos por esta zona. Aquí no nos quieren dejar pasar junto a la chimenea,  la zona mas elegante y acogedora del local,  y nos invitan al porche del local, pues solo queríamos pichar algo. Pero una senderista amenaza con marcharnos todos  y nos alojan finalmente en la zona vips, junto a la chimenea.
 Es tan lista la dueña que no hace caso a lo que le decimos y nos dice que ya se encarga ella de traernos.
Poco a poco empieza a traernos platos. Alguna que iba de cena creo que no debió comer mucho, pues cuando parecía que habíamos acabado volvía  de nuevo con más tapas,  ante el asombro de alguno que le parecían que  ya sobraban, pero que al final dimos cuenta de todo, al tiempo que  lamentábamos a los ausente  que seguro que habrían disfrutado con tan ricas viandas.

Señalar que Sistelo no pertenece al parque Peneda-Gerês, aunque lo limita, y que hay un proyecto para realizar un aprovechamiento hidroeléctrico que por ahora  ha quedado suspendido ante la presión social. Recientemente se ha declarado a Sistelo  Paisaje Cultural, por su sistema tradicional de aprovechamiento sostenible y por su particularidad, con los  “socalcos”, “brandas” e “inverneiras”y  con sus construcciones típicas de piedra, formando una bóveda de difícil técnica, para el abrigo del ganado.
Todos hemos quedado con ganas de repetir la ruta, para que más gente pueda disfrutar de este típico paisaje al que se conoce con el Tíbet portugués, y lo haremos mas adelante.






No hay comentarios: