CRÓNICA PATEADA 201

A Lanzada (Pontevedra) 19/03/2016
 Quedamos en el aparcamiento de La Lanzada…Fue fácil llegar a La Lanzada. Encontrar el aparcamiento, nos llevó un poco de tiempo extra. Hay dos aparcamientos grandes en la zona. El primero y más grande, estaba casi vacío. Esperamos un rato, dimos unas cuantas vueltas para que se nos pegasen otros coches y seguimos hacia el bueno. Se trataba de un antiguo aeródromo militar, donde ahora hay un negocio de deportes acuáticos: “Tartaruga Surf Center”.

 Treinta y cuatro personas y dos perros, con un margen de error de uno. Nos pusimos al tajo sobre las diez y media. Lo hicimos por unos paseítos de madera que flotan sobre las dunas de la playa hasta el Hotel Samar, justo en el extremo. De aquí salimos a la carretera general, unos doscientos metros para adentrarnos en el monte. Éramos tantos que en apenas media hora de la salida ya estábamos desperdigados.

 Después de la primera cuestecita de nada nos reagrupamos. Vamos rodeando siguiendo la costa con el mar a la izquierda, creo. Salimos a un mirador. Hay dos juntitos con el mismo nombre. Éste, se parecía a Saturno. Consistía en una roca, no muy grande, coronada con un hito de cemento. Alrededor de la roca, le pusieron un anillo de madera, a modo de paseo con vallas. Aprovechamos el trabajo de los carpinteros para posicionarnos en círculo e intentar quitar una foto de grupo. Ya sabéis, por si se pierde alguien, poder señalar con el dedo en la foto. Éramos muchos y los fotógrafos carecen de experiencia en grandes bodas. Se hizo lo que se pudo. Salió la mayoría. 

Después de mirar todo lo mirable, seguimos hasta…tachán, tachán,… otro mirador, A Siradella. Este se encuentra al lado de un centro de interpretación que adoptó el mismo nombre. ¡Qué desilusión! Ni unas tapas de oreja, pulpo o calamares. Nada de cerveza fría, ni del tiempo. Donde deberían estar los expositores de tapas, había las más raras conchas de moluscos, pero vacías, no vayáis a creer. En vez de palillos para los pinchos, una detallada batea a escala, con todos sus elementos. Por si fuera poco, fuera tienen una enorme roca con forma de hamburguesa a la que conocen como sándwich. Un despropósito. Para calmar el rugir de las tripas, nos sientan cómodamente en unas modestas sillas situadas por hileras, en formato cine. Nos proyectan diez minutos de película narrando las bondades de la flora y fauna de la zona. Muy bonito, pero no se come. Por eso al salir, cada cual echó mano al morral y se apañó como pudo.

 Después de media hora de asfalto, nos adentramos otra vez en un sendero de tierra. A la entrada, había un paso canadiense. Un paso canadiense consiste en una parrilla de cilindros giratorios o barras transversales metálicas,  paralelos,  que se instala en posición horizontal y a nivel del suelo. Bajo la parrilla hay un pequeño foso de unos 30 cm de profundidad. Los animales evitan cruzar porque les provoca desconfianza, sobre todo al no poder apoyar las patas y perder la estabilidad. Con nosotros, viajaba una nueva congostreña en compañía de un enorme perro negro, no muy habituado al monte. Se plantó, el perro, no la dueña. Se puso a oscilar delante del paso canadiense y se negaba a pasar, sollozando. No sé si fue el perro o la dueña, despertaron los valores caballerescos en un congostreño, que, tras calmar al animal, lo tomó en brazos y lo cruzó. Recibió los agradecimientos y admiraciones de la dueña y presentes. Este sendero también protegido, nos llevó, como podréis imaginaros, a otro mirador, Mirador Con da Edra. Miramos, miramos y remiramos y al acabar, comentamos lo mirado y nos fuimos. 

 Bajamos hasta Reboredo. Allí nos refrescamos y reagrupamos bajo el tejado de un lavadero de pueblo. Luego seguimos hasta la playa de Meixilloeira, giramos a la izquierda por un sendero de arena movida, buena para el fortalecimiento de glúteos y vamos bordeando la costa por las playas de Peces, Area Grande… 

Una vez incorporados al asfalto, aparece un letrero que pone: “Adro Vello”. Estaba todo por hacer. Se trata de una necrópolis. Un importante yacimiento arqueológico al borde de la playa de O Carreiro. En capas superpuestas tenemos: una villa romana, una necrópolis de inhumación (s. V - XVIII), la planta de una iglesia visigótica (s. II) y elementos de una fortificación de la Baja Edad Media (posterior al s. XII) hecha como protección ante posibles agresores que llegasen por mar. Rezamos unas oraciones por sus almas y nos fuimos, ya que no pudimos pasar por estar vallada. 

A unos cien metros de la necrópolis, era donde estaba lo bueno: se trataba de unas recientes construcciones megalíticas simulando los túmulos. Con gran habilidad, enterraban cuatro pequeños postes distribuidos en un cuadrado a modo de soporte, luego situaban una gran loseta de piedra apoyada en los cuatro soportes. Esta construcción estaba adornada con otras dos más pequeñas con dos soportes y una barra de piedra apoyada, distribuidas a menor altura. Lo que viene siendo una mesa de piedra buena para comer. Solo había dos, con lo que muchos tuvieron que prescindir de tales comodidades. “Al camarón que se duerme…” Mientras degustábamos las delicatesen que siempre trae alguien (Echamos en falta el licor café, y no es indirecta) la Organización, quiso deleitarnos con unas acrobacias de unos seres marinos…. Se discute un poquitín de si son delfines o arroaces. Parece ser que los arroaces son un tipo de delfín (Tursiops truncatus). Supongo que también habría dudas si no entiendes de perros y se pregunta: ¿Es un perro con manchas o un dálmata? Lo cierto es que los arroaces no tenían claro el contrato firmado, así que dieron unos saltitos a lo lejos, sin tan siquiera esperar a que todo el mundo estuviese atento. Luego se fueron. 

 Mientras cruzábamos la Playa de Castiñeira, (nudista) un congostreño se acordó de una anécdota: Estando con otra persona en la plaza, observaron, tras una roca, unas personas en actitud más que cariñosa y así se lo hizo saber a su acompañante. - Fíjate, parece que hay una pareja en plena efervescencia. - ¡Qué va!, yo veo una tercera cabecita pequeña y calva, debe ser un niño pequeño. Estarán jugando con él. Al ir acercándose se definían claramente tres mozalbetes desnudos gozando de los placeres de la vida. Si los tres eran iguales ¿dónde estaba la cabecita calva? Nosotros también nos fuimos bordeando la costa. En una playita modesta, antes de llegar a “O Con Negro”, un veterano caballero, hace postrar de rodillas a una bella dama, que lo ve desde abajo con ojos encandilados, en actitud de pedir algo difícil de conceder. El caballero, cede su mano y ayuda a levantarse a la dama. Como la zona está plagada de centros de interpretación, y todo se pega, vamos a interpretar tal escena: Dama: ¡Ay! Cuidado con el bastón, que me tiras…intentando zafarse del bastón de entre las piernas. Caballero: Perdón, no me di cuenta, dice el caballero azorado. Dama: ¡Coño, que me la pego! Dice mientras está cayendo de rodillas. Caballero: ¿Te ayudo? Mientras ofrece su mano.

 Llegamos hasta Punta de Aguieira. Allí había un monstruoso megalito llamado “Petón Con Negro”, al lado de una playita con el mismo nombre. Se trata de una cala abierta, ventosa y con oleaje moderado, ideal para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad. 
 Una decena de congostreñ@s se vieron atraído por las alturas del Petón, buscaron camino entre las grietas y consiguieron hacer cumbre. 
Desde allí saludaban y quitaban fotos de los microscópicos seres que se habían vuelto sus anteriores compañeros de viaje. Casi veinte minutos nos tuvo entretenidos el Petón.

 Salimos otra vez rodeando la costa. Esta vez el mar a la derecha, creo. Llegamos a Punta Canales, enlazamos con los puentecitos de madera que tanto abundan por la zona. Nos llevan a la Playa de Abelleira. Una auténtica montaña rusa de madera entre las rocas. No podríamos franquear la zona sin esa ayuda.

 Pasamos por el Náutico donde había un antiguo restaurante llamado “El Pirata”. Ahí es donde un congostreño tuvo su primera experiencia con el mundo laboral. Jugueteaba con el equilibrio de una Pepsi bien fría sobre una bandeja, dejándosela caer a un acalorado y eminente cliente sobre su espalda. Cosa que agradeció por el calor, pero reprochó por la sorpresa. 

Poco más adelante, dos sobradas congostreñas, gozaban, sentadas, de una cañita fría, mientras contemplaban la cara de pasmados que se les quedaba al grueso congostreño.
 Porto de Pedras Negras fue nuestro próximo destino. También llamado puerto deportivo San Vicente do Mar. Luego salimos a la carretera y volvemos a la Playa de Raeiros. Unos deciden seguir por la playa y otros por las pasarelas de madera, que cansan menos. Los coches son avistados sobre las cuatro y media. ¡Qué bien! Ya tocan las cañas…

 Casa Marín fue el local escogido y bien escogido. Disponía de tan solo tres mesas al lado del mostrador. Se hacían intentos de reducir la materia, pero no tenía solución. Se quitan culos o se añaden sillas. Mientras se jugueteaba con las sillas, una voz nos llama desde la puerta de salida: ¿Qué cabéis o venís para el comedor? Era Súper-camarero, dotado de gafas de visión empresarial y atuendo desaliñado, dispone las mesas en hilera a modo de boda. Toma nota en un abrir y cerrar de libreta y va trayendo: Lo primero que se pidieron fueron dos claritas. Esto es, dos vasos con dos tercios de gaseosa y uno de cerveza. La gaseosa, con un ascenso de burbuja de tres cada segundo y un diámetro de dos milímetros. La cerveza con un grado de acidez medio y un centímetro de espuma a una temperatura de tres grados por debajo de la temperatura ambiente. Todos los requisitos fueron sintetizados en dos claritas muy claritas, 1906 a porrón y otros refrescos. Iban llegando las claritas: esa no es, son de limón, esas no son, son muy oscuras, el camarero retornaba con otra remesa. ¿Claritas? Preguntaba, para aquí, se quedaban con las primeras sedientas más cercanas a la cocina. Mientras, las más exigentes seguían esperando. ¿Algo más? Preguntaba el laborioso camarero. Sí, las claritas muy claritas para aquí respondían las ofendidas que habían pedido de primeras. ¿Algo más? Volvía a preguntar el laborioso camarero. Sí, la tapa. Ah, coño, que queréis tapa. Se ajusta las gafas de visión empresarial y no se sabe de dónde, pero consiguió sacar varias fuentes de habas con oreja y costilla. Salada, como manda la ley de los camareros, así beben más. Todo muy rico…

 Desde aquí… cada mochuelo a su olivo. ¡Hasta la próxima! Abur…

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