CRÓNICA PATEADA 202



Lagoas de Bertiandos (Ponte de Lima-Portugal) 02/04/2016


Sobre las diez y cuarto estábamos gestionando la salida desde el aparcamiento del Rio Lima. Veintinueve éramos esta vez.

Pertrechos en ristre, cruzamos el puente del Rio Lima, puente medio romano medio medieval.

Nada más entrar en los márgenes del río, nos encontramos con una estatua de un señor muy bruto, a caballo que parecía enfadado y llamaba a unas figuras planas que representaban a soldados. Cuenta la leyenda, que la niebla de la zona hizo que sus soldados confundiesen este rio con el Lethes (olvido) y no querían cruzar.

Según la mitología griega, el Río Lethes, es uno de los ríos del inframundo. Beber o bañarse en sus aguas provocaba un olvido completo. Algunos griegos antiguos creían que se hacía beber de este río a las almas antes de reencarnarlas, de forma que no recordasen sus vidas pasadas. Sus aguas, poco profundas y lechosas, fluyen bajo un ambiente nebuloso.

El Comandante romano, Decius Junios Brutus lo atravesó a caballo y llamó a cada soldado por su nombre, así fue la forma de probar que no era el río del olvido.

Olvidar, creo que no, pero si no tienen cuidado, las aguas se comerán al caballo. Cuando lo colocaron, disfrutaba de un verde césped donde alimentarse, ahora sin embargo, ya parece flotar en el río.

Recorrimos pocos metros para encontrar otra escultura de bronce, homenaje a las lavanderas. Era la imagen a bajo relieve de Amalia Rodrigues, autora del fado “Povo que lavas no río”.

Entramos en la ecovia, pero por más que gritaras, no había eco. Seguimos por el margen derecho del río hasta toparnos con una arenisca producida por las crecidas del río. Preguntamos a un lugareño por aquél desastre y dijo que no se acordaba ¿leyenda del olvido?

Nos dirigimos a Bertiandos caminando entre barro, arenas y caminito de domingo. Teníamos la vista en el río. Había vestigios de fuertes inundaciones. En algunas zonas, el caminito tomaba nombre “Rua da Melroeira”. En esa rúa, nos topamos con un sembrado de unas plantas que levantaron el interés. ¡Habas! Concluyó el oteador, pero no quedaron muy conformes, negaban con la cabeza.

Poco antes de Bertiandos, pasamos por una zona de chalets e invernaderos en un estado mejorable. Seguimos metros y metros de bonito y largo sendero empedrado, cruzamos un tramo de asfalto, y en Bertiandos, rodeamos la población por la “Rua das Enchidas” hasta llegar a las zonas húmedas, conocidas como “Lagoas”.

Laberintos de caminitos entre la maleza daban misterio a la zona. En uno de ellos, un congostreño agachado se hacía entender en voz muy tenue. ¿Qué dices? ¿Por qué te agachas?, le preguntan. Es que dijeron que había que hablar muy bajito, contestó.

En un intento de acercar la marisma a los turistas, construyeron una serie de puentes de madera que daban acceso a lugares imposibles. Incluso construyeron unas casetitas o miradores, que pretendían ocultar nuestra presencia a los animales.

¡Mira, una garza! ¿Dónde? Allí delante, en el agua. ¡No se mueve! Es que está esperando la ocasión para atrapar alguna presa. El aguafiestas: Si es un plástico clavado en un palo por la crecida del río…

El silencio, la contemplación y el caminar, da hambre, así que a las doce, en un cruce de caminos y sin un asiento en que posar nuestros cu.. , cuerpos, nos tomamos el plátano.

El río estaba extraordinariamente limpio, hubo tentaciones de baño, pero venció la cordura. Llegados a un punto conflictivo, donde el agua ocultó el camino, tres disidentes cambiaron de sendero. Volverían al redil en unos minutos al darse cuenta del error.

El camino, precioso, ya se volvía monótono. La organización incorporó una prueba de fe para los caminantes. Consistía en hundir el camino unos centímetros por debajo del nivel del agua.

No lo podían creer, un grupo intentó buscar una alternativa por medio del humedal y las zarzas. Cruzaron un charquito con la ayuda de unas ramitas que fueron amontonando en el agua y que hacían las veces de punto de apoyo. No llegaron a buen puerto. Hubo que volver y pasar por el aro.

Unos optan por descalzarse, otros, ya mojados, cruzan con botas. Aquí se ven los verdaderos senderistas, los caballerosos y los otros.

Un congostreño galante cambió el concepto de caballero, que, según la acepción más estricta de la palabra, es una persona que monta a caballo. Pues bien, aquí se trata de un congostreño que ofrece su grupa a la pareja, para que ésta no se moje los pies. No se lo pensó dos veces:

-       Sube, le dice mientras se agacha y ofrece su espalda a la dama.

-       Zás…, la dama le salta a la chepa y le abraza con mucho cariño.

-       “Afloxa un pouco, coño que me afogas”, dice el caballero con un hilito de voz.

Otro congostreño imita al primero, y gustosamente la dama se deja llevar.

Las miradas se cruzan entre las damas con pareja y sus respectivos no reticentes.

- Mirada de ella a él que significa: ¿Qué, tú no me vas a llevar?

- Él, se encoge de hombros y apunta con el dedo pulgar a su espalda y luego lo mueve a modo de abanico, que significa: “Teño mal a espalda filliña, ven cando queiras, que eu voume”.

Se escuchan risitas y una voz dice: ¡Alguien va a dormir en la alfombra!

Salimos de las lagunas para pasar una zona de campos de cultivo. Grandes extensiones de margaritas amarillas cubrían el horizonte. Luego volvimos al charco., pero antes pasamos por un lavadero comunal, donde algunos llenaron la cantimplora.

Después de varios puentes de madera, llegamos a lo bueno. Un lugar seco donde sentarse a comer el bocadillo. Era el Centro de Interpretación. “Mucha gente estudia arte dramático”.

Eran las dos, y como el Centro estaba cerrado, ocupamos la terraza. Sentados en el paso de dos alturas nos zampamos el bocata. ¡Vale, algunas las barritas energéticas!.

A la salida, había una pseudo-escultura, que consistía en una cruz enterrada en el suelo, formada por distintas ventanas de cristal que mostraban botellas de plástico, y unas casetas en cada punta con un monitor antiguo de ordenador. Supongo que querrían dejar constancia de la influencia del plástico en el medio ambiente.

Salimos por un sendero empedrado que dividía un bosque de eucaliptos que nos llevó hasta “Rua da Lagoa de S. Pedro d´Arcos.” Un poco de asfalto en dirección a Casa do Cuco. Ya daban las tres y había encargada un poco de lluvia. Llegó puntual. Nos respetó el contrato hasta el final, luego diluvió.

En un barrio parecía oler algo que no alcanzábamos a definir. Estábamos en una calle llamada “Rua da Queimada”, eso nos hizo sospechar. Luego campos y más campos con margaritas, paseo invertido y coches. La lluvia aceleró los pasos y la gente se dispersa.

Las cañas y los pastelitos, en la “Pastelaria S. João”. Ocupamos toda la pastelería en grupos. El local no daba para más.



Todo muy rico…



Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.

¡Hasta la próxima! Abur…

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