Penalba (Ourense) 20/05/2017
Esta fue una pateada un poco accidentada. Se sale tarde por culpa de
un conductor, demasiado dependiente del Tom Tom y algo se le pega. Creyendo que
sólo él va en la dirección correcta, cambia la dirección para reconducirse, pero
como los demás son muchos, no le queda más remedio que seguirlos. A la llegada
al punto de encuentro tarde, el congostreño que se había quedado a esperar por
los tardones ya estaba desesperado. Guiado por los nervios, abronca al
conductor tardón y le da dos palos. El conductor tardón, admitiendo su
responsabilidad, abre el maletero para coger la mochila y guardar los palos, que se había olvidado en el otro coche la pateada anterior. Además de tardón,
despistado.
Casi arrastrados de las orejas, comienzan a subir por un bonito
sendero pero demasiado inclinado para los primeros pasos. El que se siente
responsable de la tardanza, sube como si no le costase nada, dejando a los
demás atrás. A poca distancia estaba el grueso de la tropa esperando. No lo
hacían por solidaridad, sino porque había un cruce y dudaban de por dónde
seguir. El que se había quedado a esperar a los tardones, era quién sabía el
camino.
El sendero era bonito y la vegetación crecida hacía presagiar que no
estaba muy transitado; sin embargo algunos puntos estaban recién limpios para
hacer destacar las antiguas construcciones comunales, como los lavaderos.
Limpios de vegetación se notaba que había muchos años que no se usaban.
La ruta estaba muy bien señalizada con carteles de madera donde figuraba
“RUTA”, unas líneas blanca y verde con la dirección y unas huellas de botas en
miniatura de color blanco.
Había tres rutas que teníamos la intención de entremezclar, pero dado
el percance del retraso, y la poca disponibilidad de algunos… nos quedamos con
dos.
Principalmente nos quedamos con la del contrabando, haciendo
incursiones en la del Farricoque. La primera lleva el nombre por coincidir con
la ruta que se seguía para ir a Portugal a comprar harina y revenderla en
España en los tiempos de la posguerra. La segunda lo tomaba por la abundancia
de los farricoques en ese lugar.
Los farricoques, también se conoce en otros lugares por: campanillas, tróqueles,
estalos, deladeras… son unas plantas con flores acampanadas con varias
utilidades principales: se utilizan para medicamentos del corazón (¡cuidado! es
muy venenosa) y como no, de toda la vida, duendes y hadas la han utilizado de
sombrero. En la infancia, ¿quién no ha pillado una campanilla, le tapaba la
entrada y la golpeaba contra la palma de la mano para que explotase haciendo
ruido y asustar al compañero? Lo gracioso era cuando pillabas una abeja dentro
y el que se asustaba eras tú… Las niñas metían los dedos dentro y jugaban a que
tenían las uñas pintadas. La infancia y la falta de recursos, es lo que tiene,
agudiza el ingenio.
Tambíen se hizo un pequeño tramo de las tercera ruta, La de Maquino Largaño, que significa «camino largo» en barallete, la jerga gremial de los antiguos paragüeros y afiladores. Esta era tierra de afiladores y encontramos algún tributo a dicho gremio.
Pasamos por Sobrado sobre las doce y veinte, en dirección al Mirador
da Lampa. Después de mirar el paisaje y las vistas sobre el Miño, nos tomamos
el plátano. Salimos casi atragantados, alguno con la boca llena se ponía la
mochila y salía pintado para no perder al grupo.
Pasamos por o Penedo do Trigo sin pararnos a verlo, ocurre lo mismo
con o Penedo Rufino. La próxima parada fue delante de un espantapájaros creado
con una cruz de palo clavada en el suelo y un saco vestido, por cabeza un cojín
de paja y un sombrero caído. Era la referencia para Pedra Longa. Se trata de un
peñasco en forma de garrote como As de
Bastos enterrado por la parte más estrecha. Dada la fragilidad aparente, tres
congostreños intentaron empujarlo simulando que querían tirarlo, pero sin
éxito.
El siguiente punto para visitar era el Castro da Moura, un castro que
no era un castro como los conocemos, sino una montaña llena de rocas situadas
por puro azar. No disponía de restos de civilización antigua, pero sí de
preciosas vistas.
En un momento dado, se presenta una vista digna de fotografiar y una
congostreña le dice a su compañera: cógeme de aquí el móvil que no le llego,
indicando la dirección con la mirada. Los congostreños que iban delante, oyen
que la compañera le dice: ¡¡pero no te muevas, coño, que se te cuela por la
raja y no le llego!!
Los congostreños que iban delante, giran la cabeza para comprobar si
habían oído bien. Efectivamente habían oído bien. Alguna congostreña que quiere
mucho a su móvil, lo guarda en la mochila lo que le da difícil acceso y al
mover la mochila se introducía por una abertura hasta el fondo y no era fácil
alcanzarlo.
En el camino hasta Vidueco, se nos presentan una montañitas en una
planicie repleta de hierba, se trata de las mámoas das Cabanas ou de Moura,
tampoco nos paramos a verlas, ni paramos en Biduedo, estaba en un estado
ruinoso, aunque alguna casa la estaban reconstruyendo. Parece ser que el nombre
se lo debe a los bosques de abedules o bidueiros.
La siguiente población era Paradela y después el Monasteiro de Santo
Estevo. Ya llevaba tiempo oyéndose que había hambre, así que a las tres en
punto nos sentamos en un murito cerca del aparcamiento para papear los bocatas.
No visitamos el interior del monasterio pero sí la cafetería y sus baños.
La subida fue un poco pesada, el bocata fermentaba y se llevaba la
mitad de la fuerza. El firme cimentado no ilusionaba, pero al llegar a la zona
arbolada el ánimo cambia, las fuerzas no, pero se sube más animado. Con razón
al camino siguiente se le llamó “Camiño da Amargura”. El camino de la amargura
nos llevaba hasta el mirador del Castro. Desde este mirador, nos recreamos con
las vistas y hacemos fotos de grupo con el monasterio al fondo.
El sendero se nos llena de agua, no podemos pasar, pero alguien
encuentra una ruta alternativa bordeando el camino. Solo hay que subir un
pequeño muro de piedras y continuar por la zona de fuera del muro unos metros
hasta encontrar zona seca. Parece fácil, pero en un tramo de vegetación
enraizada, algunos dan unos traspiés, así que una congostreña que venía por
segunda vez, consideró que aquello merecía una buena caída, y se cayó, nada
vistoso, no grave, pero queda anotada para un posible concurso de caídas.
Nos paramos en un pueblecito para reagruparnos, Pombar, creo que era.
Una congostreña pregunta, al único vecino que vimos, por la existencia de una
fuente, éste la acompaña casi a las afueras del pueblo para indicarle con el
índice justo a un metro de distancia. Su mujer, que había quedado sola, veía
con recelo la situación. Pasaron ya muchos años el tener motivos de qué
preocuparse para empezar ahora. Con una indicación directa ya bastaba, no hacía
falta llevársela hasta allí. Una vez
encontrada agua fresca, otros se aprovecharon para rellenar.
Seguimos hasta conectar otra vez con el camino del contrabando por los
alrededores de Luintra. A la salida, nos encontramos con unos caballitos que se
mostraban cariñosos. Algunos se hicieron fotos con los animalitos.
Sobre las seis de la tarde, estábamos bajando por la zona de los
molinos. Una rueda de molino estaba pegada en una gran roca, justo al lado del
cartel que lo anunciaba. Hubo quién intentó llevarse la rueda para hacer un pin
o un llavero, pero había prisa y no quiso pararse.
En el descenso de la zona de los molinos, había un letrero que
indicaba “A SERPE”, intentamos encontrarla buscando con un palo entre las
hojas, pero se trataba de un saliente enorme de una roca en la que el liquen
dibujaba la cara de una serpiente.
También había un letrero clavado en un árbol que no presentaba ninguna
característica. El letrero decía “ABRAZA O TEU ARBORE”. No vamos a entrar en si
está bien o mal, lo cierto es que alguna congostreña se abrazó para la foto.
Las fotos traen algún disgusto a los forofos. Descuidan la seguridad
en aras de una mejor foto. En este caso hay alguna congostreña que hace fotos
que no muchos ven como posibles. En una de estas sesiones, después de una
sonrisa de satisfacción por la foto, ve a su alrededor y no ve a nadie. Pasaron
unos minutos de incertidumbre antes de que viese a otra persona que la buscaba.
Unos llegaron a los coches por el mismo sendero por donde se comenzó,
por lo que se perdieron la casita del árbol. La casita que cualquier niño de
diez años estaría orgulloso de tener.
Las cervezas las tomamos en el Remanso dos Patos. Tuvimos que
desplazar al grupo anterior que habían acabado con las cervezas frías. En vez
de una cerveza teníamos que tomar dos pequeñitas.
Después de los abrazos, besos y despedidas…
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo,
Hasta la próxima , agur !
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