13/01/2018 Pazos de Borbén (Pontevedra)
En un principio quedamos en la iglesia de Moscosos, para salir hacia
el Río Barragán. La senda pensada atravesaba el río. El Barragán, en verano va
lleno, así que en un día de lluvia no era muy prudente cruzarlo. Habría que
cruzarlo por unas poldras que
seguramente estarían hundidas. (Muelas de
piedra que sobresalen en línea). El buen juicio hace cambiar por otra menos
conflictiva, así que el guía improvisado, saca de su maletín su arma mágica y
vamos para allá. En unos kilómetros, nos ponemos en la Biblioteca Pública
Municipal de Pazos de Borbén, una casita de piedra que parecía el Concello. Justo
en la placita de delante aparcamos.
Ya pasaban de las diez cuando trece “piraos” bajan por la carretera
asfaltada con la mera intención de disfrutar de un paseo bajo la lluvia, pero
con paraguas, que no es cuestión de darse una sobredosis de entusiasmo. A unos
trescientos metros, tomamos la primera bajada hacia la Iglesia de Santa María
de Pazos, imbuida en su cementerio.
Poco más abajo entramos en un camino entre una vid y unos matojos que nos
lleva bordeando unos campos. Un grupo de caminantes miran de reojo a una pareja
que están discutiendo bajo la lluvia: “toca, toca, le decía ella”. Él negaba
con la cabeza pero hacía ademán de tocar. Ella insistía con decisión: “pero
mete la mano por dentro, verás cómo está mojada”. Él con un fingido rubor, le
dice:” no me pidas eso, que soy un hombre casado”. Era cierto, la calidad de
una capa roja no era muy buena y no transpiraba.
Llegamos a “As Muras”, una pequeña localidad, cruzamos sus calles y nos
adentramos en un nuevo prado; es curioso lo caritativas que son estas gentes,
han dejado unas bolsitas colgadas a la entrada de casa, con pan para los pobres
caminantes. De haberlo sabido…
Llegamos al inicio del sendero “da Levada de Casqueiros” que va desde “Chan
das Xunqueiras hasta el Rectoral de Borbén” siguiendo el “Río do Pozo Negro”. Bajo
los pies nos encontramos con caminitos que pugnaban por ser ríos. Estos
aprendices de río nos llevan a un pueblecito donde había una casita que parecía
un castillo, tenía los nombres de sus propietarios tallados en los pilares del
portal de entrada. Es aquí frente a este monumento donde nos tomamos el plátano.
Seguimos la carretera hasta un camino entre eucaliptos que se parecía
a un corta fuegos, éste nos lleva a un muro donde, algún espíritu de escultor,
nos deja unos relieves contorsionados que daban pie a la interpretación. Muchos
coincidieron en que veían una pareja en pose lasciva, un ojo y un pez-guarro o
guarro-pez, (una imagen ojival, que por la izquierda parece un pez y en la cola
hay una cabeza de cerdo).
Entramos en la “Senda da Levada
de Casqueiros” concretamente en “Bazouco”. Pasamos por “A Fraga do Pozo
Negro” cargada de riachuelos y distintas especies de flora. Deduzco que el pozo
estaría muy profundo por eso lo llamaron negro.
As levadas de casqueiros, son canales de irrigación poco profundos,
empleados desde antaño para regar las fincas de Muras y Cuartos de Borbén.
Mientras caminábamos por un estrecho camino, suena un grito: ¡Cuidado
por ahí! Una atemorizada congostreña se asusta al ver salir un bicho feo con
dos patas, de detrás de un muro. Seguimos una acequia que nos lleva por “O Camiño
das Cacolas”. Seguramente tendrían miedo a resbalar en las cacolas, porque
todos dieron la vuelta, salvo un explorador que se adentró siguiendo el río hasta
“A Presa dos Casqueiros”, siguiendo un letrero que auguraba encontrar una Tola. Por mucho que buscó, no estaba la
loca por ninguna parte.
A Tola, no es una señora ida, llaman así a una piedra de tres agujeros
que divide las aguas que recibe desde el Molino del Pozo Negro, en dos canales
llamados “A Moita” e “A Pouca” siguiendo unos calendarios de regadío.
Nos encontrábamos en Cuartos de Borbén, justo frente a la Iglesia
Santiago de Borbén, cuando comienza una discusión culinaria ¿Comemos aquí o
seguimos? Hubo varias votaciones que coincidieron en comer sentados en las
vallas de la iglesia. Las cervezas las encontramos en una tienda cercana.
Después del bocata, el paisaje era como los negativos de las fotos.
Hemos pisado tierra quemada durante muchos metros hasta encontrar el recinto
del Santo Aparecido. Un recinto de culto donde se erige una cruz de piedra con
un santito de piedra encerrado en una jaula de pájaro.
Seguramente como hacía frío, el santo se ausentaba y en vez del
aparecido lo llamarían el desaparecido, por eso tomaron la dura decisión de
encerrarlo en la jaula.
Desde estas alturas ya se divisa la biblioteca dónde nos esperan los
coches. A pocos metros del santo enjaulado subimos por tierra quemada hasta
unos petroglifos. Las interpretaciones son que se hacían círculos con distintas
perforaciones para entrar en contacto con sus antepasados (digo yo que en vez
de perforar la roca les sería más fácil rodearla, pero… yo ya no soy
neandertal). Hay un incrédulo que dice que sería un señor con un taladro. En
vez de marcar donde perforar, lo hizo directamente y con el tembleque agujereó
toda la piedra.
Las cervezas fueron en un furancho camino a Sotomayor, en As Penas. Se
llama Furancho La Posada del Marqués. Cómo marqueses no, pero no estuvo mal. Con
las cervezas nos pusieron dos platos con lonchas de jamón y chorizo. No se
podían comer, los ponían tan lejos que no llegábamos, los glotones estiraban el
brazo, las tímidas ayunaban en devoción al Santo Aparecido y jamón desaparecido.
Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…
Cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…
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