28/07/2018 Montederramo (Ourense)
Salíamos de Montederramo sobre las diez y veinte, los catorce locos de
los caminos cuando, una dulce ancianita, nos cuenta: “Mi marido era un cazurro,
hace dos años que se murió...” (Parece ser que hay una acepción de la palabra
“cazurro” que es la que se utiliza en Asturias para referirse a los leoneses, viene
a significar algo así como agarrado, apegado al dinero, tacaño).
La señora vivía con su hermano y era viuda de un teniente de la
benemérita. Ella, pasaba los veranos en Galicia y los inviernos en León. Le
costaba mantenerse en silencio. Al toparse con unos congostreños lavando las
manos en una fuente, le contó algo sobre el hábito de lavar las heridas con
agua. Un congostreño va repitiendo, a ver si tomaba la indirecta y nos dejaba
ir: ¿Qué la virgen que bebe agua del cura, poco dura, el que bebe agua del cura
se le pone dura?. La señora, sin cambiar el tono, repite: “El que con agua se
cura, poco dura”, nada de vírgenes ni de curas.
Era lógico pensar en el clero, estaban rodeados de creyentes muy
pendientes del monasterio de Santa María de Montederramo que sodomizan con
dolor físico que les produce el alma. ¿O somatizan?, creo que las dos valen.
Conseguimos por fin despedirnos de la encantadora señora, que seguía hablando
mientras nos alejábamos.
Un imitador del genuino chanclas, se vio comprometido. Pasados unos
metros de asfalto, nos adentramos por un camino, que aún conservaba el barro
que debería pertenecer al invierno. Los mosquitos y el perfume también estaban
allí. En un intento de sortear los tramos más húmedos, se adentró en un
berenjenal y consiguió una buena raya vertical a la altura de la rodilla. Eso
imprime carácter.
Desembocamos en un sendero ancho y sombrío que nos llevó a un lugar
llamado Campo do Casar, donde había una marquesina de esas que muestran un mapa
y un punto donde dice Usted está aquí. ¡Vaya descubrimiento!
Había también un cartel indicativo del bosque de Gabín. Se trata de un
tramo cargado de abedules, “bidueiros”. Allá nos fuimos. Durante el trayecto,
nos vimos sorprendidos por un medio de transporte, que funciona por amiguismo.
Un congostreño, situado cómodamente en el asiento de atrás de un Kia blanco, azuzaba
al grupo para que acelerara el paso.
Seguimos subiendo por el sendero, hasta un tramo más ancho que era un
cortafuegos. Dos congostreñas ensimismadas por la posición adelantada que
llevaban en el grupo, se auto animaban:
-
Vamos,
vamos, que seremos las primeras mujeres en hacer cumbre, le decía una a
otra.
En ese momento, sale un fuerte ruido de unos matorrales, seguidos de
un feo bicho… ¡Aj! La pareja de féminas que no contaban con la horripilante
figura, gritan tanto que consiguen asustar al asustador, que pierde el
equilibrio y casi se la pega.
-
Coño, por
poco somos las primeras, pero en cagarnos antes de hacer cumbre, pensarían
ellas.
-
Coño, que
resbalón, por poco me la pego, pensaría él.
Llegamos cansados a la pequeña construcción de San Mamede, ya pasadas
las tres. Estaba cerrada. Unos comieron el bocata en el patio de la entrada,
otros al sol en un lateral, hacía un viento fresquito que no dejaba definirse
claramente, si sombra o sol. Un maníaco hace sonar la campana para dar la
salida.
Para la bajada, nos dirigimos a la fuente en busca de una pareja que
había ido en esa dirección, pero ya habían regresado y volvimos sobre nuestros
pasos. Esta vez bajamos por el camino correcto, un polvoriento cortafuegos con
la tierra movida. A los lados, se notaban las consecuencias de los fuegos que
asolaron la zona y los verdes brotes de la regeneración.
Llegados a un punto, en vista de lo monótono del sendero, se determina
que aún faltan quinientos metros para llegar, “puf, que atrocidad”. Damos un
rodeo aunque se hagan unos quilómetros más ¿no? La clave era “unos kilómetros”,
que de la creencia de dos o tres pasaron a ser siete u ocho más, pero que
bonito todo. Menos mal que en mitad del camino, había una fuente de agua
milagrosa. Según un congostreño era más apetecible que una caña fría. Como el
caño estaba un poco distante, el mismo congostreño degustador, hace uso de una
galantería ya perdida y llena las botellas a las que no llegan.
Había dos congostreños escapados, que sí debían estar “sodomizados” por el entorno, debían
llevar un cohete en el culo y no había quién los pillara. En el resto del
grupo, se oían preguntas cada poco rato: ¿falta muchooo? No, poco, y así
kilómetro tras kilómetro.
Al llegar los primeros a la plaza de Montederramo, con la intención de
disecar el bar de cerveza, se encuentran con una pareja de congostreños que se
los creía muy atrás. Con los ojos como platos preguntan:
-
Pero, pero, pero, ¿por dónde os metisteis?
-
¡Ah! Hay que saber…
Se habían colado por un atajo no aderezado con barrizales, nada de
interés.
Una camarera que parecía saber disfrutar de la buena comida, nos iba
atendiendo a medida que íbamos llegando. Un pobre iluso, haciéndose el sanote,
le pide una gaseosa, sí, sí, una gaseosa, al pagar, le sopla dos euros, el
sanote le entran unas ganas irresistibles de tomar una cocacola por euro y
medio y devolver la gaseosa. Seguro que no les quedaba gaseosa y rellenaron las
botellas de champan.
Mientras contábamos las batallitas y disfrutábamos de las cervezas, se
acerca una adorable ancianita y nos comenta: “Hola, mi marido era un cazurro,
hace dos años que se murió, era teniente de la Guardia Civil…”
En esta ruta se ha logrado el record de distancia recorrida, 37,35 km, un hazaña para algunos pateadores que todavía no se creen que fueran capaces de hacerlo, sobre todo para Bene que ha salido recientemente de una lesión y operación de ligamentos y Lauren que también ha empezado hace poco y que aún se recupera de otra operación. Enhorabuena a todos
En esta ruta se ha logrado el record de distancia recorrida, 37,35 km, un hazaña para algunos pateadores que todavía no se creen que fueran capaces de hacerlo, sobre todo para Bene que ha salido recientemente de una lesión y operación de ligamentos y Lauren que también ha empezado hace poco y que aún se recupera de otra operación. Enhorabuena a todos
Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…
cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…
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