Mezio (Portugal)
Salíamos de Mezio sobre las once menos cuarto, los 23 locos de los
caminos, dejando a las espaldas, el centro de interpretación para luego encontrarlo
al regreso. El centro estaba vallado y en el exterior, justo debajo de la arboleda,
a la sombra, estaba situado el centro de reparto de suerte del lugar. Había más
de cinco boñigas de vaca por metro cuadrado. No recuerdo si la suerte consiste
en pisarlas o si es un milagro el no hacerlo.
El servicio de vigilancia de grupos extranjeros, lo tenían
privatizado; se lo habían adjudicado a una empresa bovina que explotan a sus
empleadas. Las tienen haciendo labores de vigilancia doblando turnos. Cada
pocos metros se veía una vaca aburrida esperando al final del turno.
El GPS no estaba de quiero, cada cruce, había que avanzar unos metros
para confirmar la dirección, para volver sobre nuestros pasos y rectificar la
marcha. (Me recuerda al caracol
borracho)*
Seguíamos el GR1, siempre que podíamos. El paisaje no era especial,
pero tenía su encanto. Algunos tramos estaban recién quemados y levantaba mucho
polvo a su paso. Hubo que sortear un poco de asfalto, tierra quemada, y bosque
bajo, todo ello con la presión de Lorenzo, aunque una brisa fresquita aliviaba
el calor.
En la hora del plátano, nos encontrábamos en un camino de entrada a un
pueblo, bajo la sombra de los árboles.
Tenían allí en un cercado, una yegua con un potrillo. Alguien dijo que
los caballos no comían las cáscaras de plátano y se produce un reto. Le echaron
la cáscara en el suelo y efectivamente no la comieron; pero al ponerla en la
palma de la mano y ofrecérsela, sí se la comió. Conclusión, los caballos son
escrupulosos o puede que tengan orgullo, pensaría: “del suelo cómetela tú”.
Casi era la una cuando llegamos a Souto, pueblecito con pequeñas
casitas de piedra. Lo atravesamos y después de unos kilómetros, encontrarnos
una fuente de agua fresca en Bairros. Nos refrescamos y rellenamos las
cantimploras (cantimplora queda bonito,
pero eran botellas de plástico)
Llegamos a Soajo, casi a la una y media. Lo primero que vimos eran los
hórreos que ellos llaman espigueiros. Se trata de una zona de roca totalmente
colonizada por espigueiros de todos los tamaños, conservados en muy buen
estado.
Se hace un impás para que cada uno pueda disfrutar a gusto y luego se
toma la foto de grupo delante del espigueiro más largo. Dos congostreños
inquietos se quedan fuera y vienen a reclamar su inclusión, pero ya se había
dispersado nuevamente el grupo.
Como era temprano para comer, y apetecía una cervecita para acompañar
el seco bocata, decidimos recorrer Soajo que tiene mucho encanto, recorremos el
pueblecito y paramos en un bar llamado “O Jovem”.
En la terraza de este bar, unos a la sombra de la casita y otros en la
de una sombrilla, nos tomamos los bocatas y una “cerveja” fresquita, también
hubo helados y café.
Una congostreña muy higiénica, aprovechó el camino al interior del
bar, para dejar a su paso sus sobras bien recogidas en una bolsa que había bajo
una silla, ¿no es encantadora? Pues no lo vio así el dueño de la bolsa, que,
con ánimos de no ocupar toda la mesa, sitúa su bolsa con sus cositas de comer,
bajo su silla, y cuando fue a coger algo por segunda vez, se encuentra que está
llena de sobras de otra.
Tardamos sobre una hora en tomar el bocata; se estaba fresquito y el
recorrido no era muy largo. A pocos metros del bar, cuando nos íbamos, pasa un fibroso
congostreño a una velocidad inusual, con otra congostreña a lomos que iba
chillando. No sé si chillaba para que la bajase o para jalearle y que acelerara
el paso. Son como niños.
Subimos por un sendero custodiado por unas cinco vacas en estado de
despegue: culo al suelo, apoyada sobre las patas delanteras y la cabeza
erguida. Este sendero, iba paralelo a otro sendero marcado y más profundo, pero
no daba mucha confianza, así que tuvimos que retroceder para atravesar un
bosque y volver al sendero.
Algunos volvieron por el mismo lugar de salida, pero otros atajaron
por carretera de asfalto hasta los coches.
Nos desplazamos unos kilómetros para bañarnos en las “Lagoas da
Travanca” que se formaban en un río. Unos se bañaron en la parte alta, en
pelotas, otros en la parte baja, en agua. Lo verdaderamente costoso es la
subidita técnica en chanclas, desde el río hasta el aparcamiento.
Volvemos al bar del Centro de Interpretación para culminar, con una
cañita, la pateada.
Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…
cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…
*Un caracol borracho, se cae en
un pozo seco de 5metros.
Cada día sube 3 metros y baja 2.
¿Cuántos días tarda en salir?
Si crees que 5, has aprobado las mates.
Si crees que son 3, es que además, piensas.
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