Samieira - 05/10/2019
Nos encontramos
en la Plaza Alfredo Romay Besada, pero antes, algunos dan un rodeo por la
iglesia, que ya parece costumbre. Hay que estar atento, para no pasarse de la
entrada. Tardamos un rato en completar el grupo de catorce.
Eran casi las
diez, cuando atravesamos la carretera y nos adentramos en el camino de los
molinos de Samieira. A pocos pasos encontramos el primero, luego el resto casi
pegados unos con otros con su nombre en un rótulo.
Coincidimos en
el camino, con un tramo de la ruta del vino y el camino de Santiago. Se
entremezclaron dos peregrinas que suscitaron la curiosidad del grupo. Una de
ellas se parecía mucho a una congostreña, si la mirabas de espaldas. ¿Quién es
esa y de dónde sale? Se preguntaban con la mímica del lenguaje de signos
universal.
Rápidamente nos
adentramos en el húmedo bosque a orillas del rio que nos acercaron a los
Petroglifos de Outeiro do Cribo, llamado así porque uno de los dibujos se
parece a una criba “cedazo ou peneiro”.
Parecía
entreverse, con mucha voluntad e imaginación, que había en la parte de arriba,
un laberinto que algunos dicen en es una criba. No en vano está en la ruta del
vino.
Debajo hay un
grupo de cérvidos formado por un macho, identificado por su cornamenta y una
hembra situada casi en su lomo. En la piedra de abajo observamos una cazoleta,
y otro ciervo de menor longitud, y dos círculos concéntricos.
Sinceramente yo
creo que en realidad era una protesta por tener que cocinar con fuego quemando
madera y solicitaban una vitrocerámica, pero los jefes se hicieron el loco;
mandaron a recoger grano con la criba.
Coincidimos con otra
ruta, la del Río Chanca que nos llevó a ver un desfile de moda al Monasterio de
Armenteira. Parece ser que se casaba un “golfo” de esos que juegan con unas
pelotas y un palito, aunque creo que si es muy aficionado puede llegar a la categoría de golfista. En
este caso lo que meten en el hoyo son las pelotas, no el palito.
Como el desfile
coincidía con la hora del plátano, tomábamos el plátano, mientras iba pasando
hacia el monasterio la gente “elegante”. Eran de todas las edades y lucían sus
mejores galas. Destacaban en los hombres el chaqué y en las mujeres las pamelas
inclinadas en vertiginoso equilibrio, que coronaban los sedosos vestidos
largos.
El reguero de
gente parecía no tener fin. Venían por oleadas. Varios autobuses se encargaban
de abastecer el desfile. Se nos acabó el plátano y la gente seguía apareciendo.
Fue laborioso conseguir arrancar a las congostreñas del banco y devolverlas al
camino.
Desandamos unos
metros para adentrarnos en el la Ruta del Río San Martiño. En el trayecto nos
encontramos a unos senderistas disfrazados de cabras con un traje muy bien
logrado. Su pastor era un hombre acostumbrado al lenguaje de signos, se
limitaba a levantar y bajar la cabeza como saludo. Las cabras lo entienden
bien.
Caminando por un
sendero de tierra, llegamos a una presa con matrícula. Deben numerarlas para
identificarlas. Desde la presa subimos otro poco hasta el campo donde juegan
con los palitos y las pelotitas. Casi lo rodeamos todo para llegar al recinto donde
la Cadena Ser tiene una antena que juega con las nubes.
En el asfalto de
la carretera había una pintada que ponía “ANIMO LIN”, se hacen cábalas de su
significado para saber si LIN se animó o no.
Sobre las dos,
ya rugía el monstruo de las galletas, así que nos prometen que al llegar a una
fuente ya podríamos comer. La primera fuente era apetitosa si eres muy vegano y
te alimentas de algas y líquenes en suspensión, porque era eso lo que ofrecía
el recipiente dónde vertía. Se encontraba este bebedero, al comienzo de un
bosque de secuoyas, traídas directamente desde América en tiempos de Bush Padre
para celebrar que los habían descubierto en 1492 un señor que no guardaba cola,
seguramente por eso le llamaban Colón.
No era esa la
fuente de nuestros deseos; se encontraba una vez atravesado el bosque secuoyano
y llegados a un merendero, donde se reúnen anualmente la plana mayor de un
conocido partido político gallego.
Nos distribuimos
perfectamente en dos mesas: siete en cada uno, pero además cuatro mujeres y
tres hombres en cada una. Lo que es ser paritarios o políticamente correctos.
Dada la gran
visibilidad que ofrecía el camino en algunas zonas, nos paramos para contemplar
y fotografiarnos. También lo hicimos en un par de miradores. Los miradores estaban necesitados de
mantenimiento, pero supimos sacarle lo mejor (entre las rocas apareció una prenda íntima femenina, no es a eso a lo
que me refiero al sacarle lo mejor), hicimos fotos de paisajes y por grupos
de colores de la vestimenta: los azules y los amarillos.
También
disfrutamos de una roca con el parecido a una tortuga, según desde dónde se
vea. Buscando un buen prisma, encontramos un hueco que hacía de sillita y un
agujero profundo. En la sillita se retratan los más cómodos y en el agujero, se
colaron los menos culones. Es que hacía chupón y no se conseguía descorchar.
Alguno se veía allí a perpetuidad.
Parados en la
última presa, dos congostreños calurosos, suben rocas arriba para buscar una
poza dónde remojarse. Eran tan pudorosos que al inclinarse de espaldas, para
tocar el agua con las manos, mostraban su versión del “Ojo de Sauron" de El Señor de los Anillos.
Delante iban
tres congostreños entretenidos con sus cosas de congostreño, cuando de repente,
una joven sale de entre los arbustos, gritando “Ughhhhh”. “Ahggg! ¡Cóño que
susto, aquí están tolos!” pensarían los
asustados que no conocían a la joven ni al perro. Se trataba de la hija de una
compañera que ya nos había acompañado en alguna ocasión, que pretendía dar una
sorpresa al guía, pero la sorpresa la llevaron tanto ella como los que iban en
cabeza. “Xa, xa, pero a min non hai quén mo quite do lombo” es lo que se le
veía en las caras de los adelantados.
Unos metros más
adelante volvimos a sorprendernos, pero esta vez nos deleitaron con una estrofa
de una experta en música cantando a capela. Debería poner aquí la canción pero
no me ha llegado la letra a tiempo.
Las cañas, con
fabada y tortilla.
Por gentileza de Miguel.
Por gentileza de Miguel.
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