CRÓNICA PATEADA 272




Samieira -  05/10/2019

Nos encontramos en la Plaza Alfredo Romay Besada, pero antes, algunos dan un rodeo por la iglesia, que ya parece costumbre. Hay que estar atento, para no pasarse de la entrada. Tardamos un rato en completar el grupo de catorce.

Eran casi las diez, cuando atravesamos la carretera y nos adentramos en el camino de los molinos de Samieira. A pocos pasos encontramos el primero, luego el resto casi pegados unos con otros con su nombre en un rótulo.

Coincidimos en el camino, con un tramo de la ruta del vino y el camino de Santiago. Se entremezclaron dos peregrinas que suscitaron la curiosidad del grupo. Una de ellas se parecía mucho a una congostreña, si la mirabas de espaldas. ¿Quién es esa y de dónde sale? Se preguntaban con la mímica del lenguaje de signos universal.

Rápidamente nos adentramos en el húmedo bosque a orillas del rio que nos acercaron a los Petroglifos de Outeiro do Cribo, llamado así porque uno de los dibujos se parece a una criba “cedazo ou peneiro”.

Parecía entreverse, con mucha voluntad e imaginación, que había en la parte de arriba, un laberinto que algunos dicen en es una criba. No en vano está en la ruta del vino.

Debajo hay un grupo de cérvidos formado por un macho, identificado por su cornamenta y una hembra situada casi en su lomo. En la piedra de abajo observamos una cazoleta, y otro ciervo de menor longitud, y dos círculos concéntricos.

Sinceramente yo creo que en realidad era una protesta por tener que cocinar con fuego quemando madera y solicitaban una vitrocerámica, pero los jefes se hicieron el loco; mandaron a recoger grano con la criba.

Coincidimos con otra ruta, la del Río Chanca que nos llevó a ver un desfile de moda al Monasterio de Armenteira. Parece ser que se casaba un “golfo” de esos que juegan con unas pelotas y un palito, aunque creo que si es muy aficionado  puede llegar a la categoría de golfista. En este caso lo que meten en el hoyo son las pelotas, no el palito.

Como el desfile coincidía con la hora del plátano, tomábamos el plátano, mientras iba pasando hacia el monasterio la gente “elegante”. Eran de todas las edades y lucían sus mejores galas. Destacaban en los hombres el chaqué y en las mujeres las pamelas inclinadas en vertiginoso equilibrio, que coronaban los sedosos vestidos largos.

El reguero de gente parecía no tener fin. Venían por oleadas. Varios autobuses se encargaban de abastecer el desfile. Se nos acabó el plátano y la gente seguía apareciendo. Fue laborioso conseguir arrancar a las congostreñas del banco y devolverlas al camino.

Desandamos unos metros para adentrarnos en el la Ruta del Río San Martiño. En el trayecto nos encontramos a unos senderistas disfrazados de cabras con un traje muy bien logrado. Su pastor era un hombre acostumbrado al lenguaje de signos, se limitaba a levantar y bajar la cabeza como saludo. Las cabras lo entienden bien.

Caminando por un sendero de tierra, llegamos a una presa con matrícula. Deben numerarlas para identificarlas. Desde la presa subimos otro poco hasta el campo donde juegan con los palitos y las pelotitas. Casi lo rodeamos todo para llegar al recinto donde la Cadena Ser tiene una antena que juega con las nubes.

En el asfalto de la carretera había una pintada que ponía “ANIMO LIN”, se hacen cábalas de su significado para saber si LIN se animó o no.

Sobre las dos, ya rugía el monstruo de las galletas, así que nos prometen que al llegar a una fuente ya podríamos comer. La primera fuente era apetitosa si eres muy vegano y te alimentas de algas y líquenes en suspensión, porque era eso lo que ofrecía el recipiente dónde vertía. Se encontraba este bebedero, al comienzo de un bosque de secuoyas, traídas directamente desde América en tiempos de Bush Padre para celebrar que los habían descubierto en 1492 un señor que no guardaba cola, seguramente por eso le llamaban Colón.

No era esa la fuente de nuestros deseos; se encontraba una vez atravesado el bosque secuoyano y llegados a un merendero, donde se reúnen anualmente la plana mayor de un conocido partido político gallego.

Nos distribuimos perfectamente en dos mesas: siete en cada uno, pero además cuatro mujeres y tres hombres en cada una. Lo que es ser paritarios o políticamente correctos.

Dada la gran visibilidad que ofrecía el camino en algunas zonas, nos paramos para contemplar y fotografiarnos. También lo hicimos en un par de miradores.  Los miradores estaban necesitados de mantenimiento, pero supimos sacarle lo mejor (entre las rocas apareció una prenda íntima femenina, no es a eso a lo que me refiero al sacarle lo mejor), hicimos fotos de paisajes y por grupos de colores de la vestimenta: los azules y los amarillos.

También disfrutamos de una roca con el parecido a una tortuga, según desde dónde se vea. Buscando un buen prisma, encontramos un hueco que hacía de sillita y un agujero profundo. En la sillita se retratan los más cómodos y en el agujero, se colaron los menos culones. Es que hacía chupón y no se conseguía descorchar. Alguno se veía allí a perpetuidad.

Parados en la última presa, dos congostreños calurosos, suben rocas arriba para buscar una poza dónde remojarse. Eran tan pudorosos que al inclinarse de espaldas, para tocar el agua con las manos, mostraban su versión del “Ojo de Sauron" de El Señor de los Anillos.

Delante iban tres congostreños entretenidos con sus cosas de congostreño, cuando de repente, una joven sale de entre los arbustos, gritando “Ughhhhh”. “Ahggg! ¡Cóño que susto, aquí  están tolos!” pensarían los asustados que no conocían a la joven ni al perro. Se trataba de la hija de una compañera que ya nos había acompañado en alguna ocasión, que pretendía dar una sorpresa al guía, pero la sorpresa la llevaron tanto ella como los que iban en cabeza. “Xa, xa, pero a min non hai quén mo quite do lombo” es lo que se le veía en las caras de los adelantados.

Unos metros más adelante volvimos a sorprendernos, pero esta vez nos deleitaron con una estrofa de una experta en música cantando a capela. Debería poner aquí la canción pero no me ha llegado la letra a tiempo.

Las cañas, con fabada y tortilla.

Por gentileza de Miguel.

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