CRÓNICA RUTA 275


Leiradelo-Serra da Anta (Monçao) 16/11/2019
Costó encontrar el lugar de inicio, menos mal que nos esperaron pasado el puente fronterizo de Salvatierra. Recapacitando, se me ocurre que lo llaman santuario “do Bonfim”, por dar ánimos, porque de “Bom Comenzo”, solamente para elegidos, sino que se lo pregunten a la de Poio que suele llegar justita ¡la que ha liado el pollito!

Arrancamos los veintiuno, con la conciencia culpable, por lo que el ritmo era vivo, para que no entrase el frío. Además había hora de “bon fim” para ir a las termas.

A pesar de las prisas, salimos sendero arriba, cuando “o bon camiño” era para la derecha. Debió ser el GPS que no respondía bien con el frío.

Pasaba más de una hora para encontrar la primera población. Se trata de Luzenças, que de saberlo Caballero, les robaría el nombre, y pasaría a ser “Las Luzenças de Vigo”, por lo menos.

Lo siguiente que encontramos antes de salir de Luzenças, es un conglomerado de hórreos con distintos estados de conservación. Llamaría la atención del coleccionista, unos contrafuertes de madera en forma de ángulo que soportan la fuerza del viento.

Siguiendo las boñigas distribuidas de forma regular, camino abajo, encontramos “A Ponte Velha”. Curioso nombre para un puente en mal estado. Este puente nos da paso a la zona más frondosa del camino. Algunos se jugaron el tipo en las resbaladizas piedras para sacar una foto del puente.

Casi eran las doce cuando se nos presentaron unas piedras en el arcén de la carretera que parecían bancos de sentarse. Fríos como piedras, pero sería peor si estuviesen mojados. Nos tomamos el plátano en este improvisado merendero.

En el rato que nos dio el frío, nos pusimos de camino a Leiradelo, pasamos cerca, pero no entramos. Pasamos de la zona boscosa a un terreno con vegetación de tojo y arbusto de pequeño tamaño. Los molinos se quedaban parados a nuestro paso, pocos se atrevían a responder al gélido viento.
Es aquí donde ocurre algo insólito, el camino que sube  no es muy transitado y el mismo está siendo tomado de nuevo por la maleza. El guía que ya lo sabe viene provisto de unas tijeras de podar y empieza a cortar los tojos que se cruzan en su camino. Ante esto, algunos se asustan  y toman por otro sendero mas despejado que va en dirección perpendicular pero que parece confluir allá a lo lejos en la pista que hay que seguir. Los primeros suben lentamente, por el trabajo de poda,  mientras les gritan a los otros:  separatistas, amotinados y hasta catalanes.. al final,  los primeros,  una vez llegado a la cima cogen la pista y a un km mas o menos les esperan los segundos que se han perdido el encanto de un sendero auténtico, posiblemente realizado por los caballos  en su tránsito de búsqueda de alimento.

No vimos más ser vivo que un grupo de asombradas vacas cachenas. Son animales de pequeño tamaño y cuernos de grandes proporciones. Están perfectamente adaptadas al medio y aprovechan los recursos naturales autóctonos en donde habita. Se distribuyen en zonas montañosas Portugal y Ourense.

También había algunos garranos, también conocidos como “poni portugués” El caballo garrano es un raza pequeña de caballos autóctona de las montañas del norte de la península ibérica, de color castaño, largas y abundantes crines, con orejas y extremidades pequeñas pero muy resistentes, idóneo para tareas agrícolas y de carga. Actualmente se encuentran en las montañas fronterizas entre Portugal y Galicia.

Sobre las dos de la tarde, ya comenzaban a hacer ruido los más famélicos, así que en una ladra, al abrigo del viento, sobre una húmeda y mullida hierba, nos tomamos el bocata. Es el mejor momento del día, que se encargan de potenciar la repostera y el “druida del grupo” que reparte la poción mágica.

Daba el sol, así que disfrutamos del momento el rato que pudimos, hasta que un culo inquieto comenzó a decir: diez minutos…

Llegamos a un camino bastante ancho completamente lleno de agua cual río, estábamos en una orilla y había que cruzar al otro lado. Los paparazis se apostaban como un cocodrilo al paso de los ñus cruzando el Río Mara. No hubo presas. No cayó nadie.

Cerca de Anhoes, bajamos por unos socalcos con caminos empedrados. En uno de los bancales, había un cercado con un rebaño de ovejas interesadas en los caminantes. El congostreño con conocimientos del lenguaje “Beee”, hablaba con las ovejas en su propio idioma. Supongo que le pedirían los datos para poder ver las fotos en Instagram.

Casi eran las cuatro cuando divisamos el “Bonfim”.

Las cañas las tomamos otra vez en el Vagalume de Salvatierra. Las disfrutamos con mucho cariño, a juzgar por lo juntitos. No faltó el bol de maicitos y patatillas.

Al terminar…cada mochuelo a su olivo.

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