Leiradelo-Serra da Anta
(Monçao) 16/11/2019
Costó
encontrar el lugar de inicio, menos mal que nos esperaron pasado el puente
fronterizo de Salvatierra. Recapacitando, se me ocurre que lo llaman santuario
“do Bonfim”, por dar ánimos, porque de “Bom Comenzo”, solamente para elegidos,
sino que se lo pregunten a la de Poio que suele llegar justita ¡la que ha liado
el pollito!
Arrancamos los
veintiuno, con la conciencia culpable, por lo que el ritmo era vivo, para que
no entrase el frío. Además había hora de “bon fim” para ir a las termas.
A pesar de las
prisas, salimos sendero arriba, cuando “o bon camiño” era para la derecha.
Debió ser el GPS que no respondía bien con el frío.
Pasaba más de
una hora para encontrar la primera población. Se trata de Luzenças, que de
saberlo Caballero, les robaría el nombre, y pasaría a ser “Las Luzenças de Vigo”,
por lo menos.
Lo siguiente
que encontramos antes de salir de Luzenças, es un conglomerado de hórreos con
distintos estados de conservación. Llamaría la atención del coleccionista, unos
contrafuertes de madera en forma de ángulo que soportan la fuerza del viento.
Siguiendo las
boñigas distribuidas de forma regular, camino abajo, encontramos “A Ponte
Velha”. Curioso nombre para un puente en mal estado. Este puente nos da paso a
la zona más frondosa del camino. Algunos se jugaron el tipo en las resbaladizas
piedras para sacar una foto del puente.
Casi eran las
doce cuando se nos presentaron unas piedras en el arcén de la carretera que
parecían bancos de sentarse. Fríos como piedras, pero sería peor si estuviesen
mojados. Nos tomamos el plátano en este improvisado merendero.
En el rato que
nos dio el frío, nos pusimos de camino a Leiradelo, pasamos cerca, pero no
entramos. Pasamos de la zona boscosa a un terreno con vegetación de tojo y
arbusto de pequeño tamaño. Los molinos se quedaban parados a nuestro paso,
pocos se atrevían a responder al gélido viento.
Es aquí donde
ocurre algo insólito, el camino que sube no es muy transitado y el mismo está siendo
tomado de nuevo por la maleza. El guía que ya lo sabe viene provisto de unas
tijeras de podar y empieza a cortar los tojos que se cruzan en su camino. Ante esto,
algunos se asustan y toman por otro
sendero mas despejado que va en dirección perpendicular pero que parece
confluir allá a lo lejos en la pista que hay que seguir. Los primeros suben
lentamente, por el trabajo de poda, mientras les gritan a los otros: separatistas, amotinados y hasta catalanes..
al final, los primeros, una vez llegado a la cima cogen la pista y a
un km mas o menos les esperan los segundos que se han perdido el encanto de un
sendero auténtico, posiblemente realizado por los caballos en su tránsito de búsqueda de alimento.
No vimos más
ser vivo que un grupo de asombradas vacas cachenas. Son animales de pequeño
tamaño y cuernos de grandes proporciones. Están perfectamente adaptadas al
medio y aprovechan los recursos naturales autóctonos en donde habita. Se
distribuyen en zonas montañosas Portugal y Ourense.
También había
algunos garranos, también conocidos como “poni portugués” El caballo garrano es
un raza pequeña de caballos autóctona de las
montañas del norte de la península ibérica, de color castaño, largas y
abundantes crines, con orejas y extremidades pequeñas pero muy resistentes,
idóneo para tareas agrícolas y de carga. Actualmente se encuentran en las
montañas fronterizas entre Portugal y Galicia.
Sobre las dos
de la tarde, ya comenzaban a hacer ruido los más famélicos, así que en una
ladra, al abrigo del viento, sobre una húmeda y mullida hierba, nos tomamos el
bocata. Es el mejor momento del día, que se encargan de potenciar la repostera
y el “druida del grupo” que reparte la poción mágica.
Daba el sol,
así que disfrutamos del momento el rato que pudimos, hasta que un culo inquieto
comenzó a decir: diez minutos…
Llegamos a un
camino bastante ancho completamente lleno de agua cual río, estábamos en una
orilla y había que cruzar al otro lado. Los paparazis se apostaban como un
cocodrilo al paso de los ñus cruzando el Río Mara. No hubo presas. No cayó
nadie.
Cerca de
Anhoes, bajamos por unos socalcos con caminos empedrados. En uno de los
bancales, había un cercado con un rebaño de ovejas interesadas en los
caminantes. El congostreño con conocimientos del lenguaje “Beee”, hablaba con
las ovejas en su propio idioma. Supongo que le pedirían los datos para poder
ver las fotos en Instagram.
Casi eran las
cuatro cuando divisamos el “Bonfim”.
Las cañas las
tomamos otra vez en el Vagalume de Salvatierra. Las disfrutamos con mucho
cariño, a juzgar por lo juntitos. No faltó el bol de maicitos y patatillas.
Al terminar…cada
mochuelo a su olivo.
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