CRÓNICA PATEADA 115



Según el gps se hicieron 27,50 kms.


Viernes 11:
Los Congostreños más madrugadores se reúnen en la gasolinera de la Cañiza para actualizar los últimos datos y partir hacia el destino con los menos coches posible para evitar contaminación.
Lo único mencionable del trayecto fue el rato de lluvia intensa a poco de salir. También hay que mencionar la discusión entre los dos guías. La sensatez y la veteranía quitaron la razón a la guía encerrada en el TomTom.
Tras unas cuantas llamadas a la casera, conseguimos encontrar nuestra morada. Antes tuvimos que reservar una modesta mesita en un bar, en el que prometieron esperarnos como favor personal. El mundo en Montederramo se apaga a las ocho. A partir de esa hora no se sienten ni los gatos por las calles.
Una vez instalados y distribuidos salimos a por la cena: fríos entremeses de rico chorizo casero y lonchas de salchichón intentaban destacar, sin éxito, ante los platos de jamón y tortilla. La única cocinera-camarera ofrecía y trabajaba sobre la marcha. Lapsus de tiempo que rellenábamos con conversaciones sobre el tiempo, autores y canciones intentando que fuesen de gusto de todos. Sale como tema un cantautor cubano con una vida atormentada. Como confirmación del conocimiento de las canciones, uno de los congostreños se arranca con una de sus canciones. Poniendo todo el sentimiento del que era capaz y con un talento que sólo uno o dos personas sabían apreciar, dirige su mirada y su canto hacia su compañera. Ésta oscila los ojos a un lado y al otro, sin terminar de creérselo. Unos besitos aliviaron la tensión.
Vuelta a la casita y a dormir, los que pudieron.

Sábado 12:
Disfrutamos de ducha y desayuno casero en la casita rural. Comodidad que pocas veces se da en nuestras salidas. Puntuales a la cita, nos encontramos a los pies del monasterio. En las cercanías estaban montando el popular mercadillo donde puedes encontrar hasta un body de algodón del que usaban nuestras abuelas. Matamos el rato mientras los menos puntuales se hacía esperar: unos que pincharon y se retrasarían, otras que se habían equivocado de pueblo y estaban en el cuarto o quinto pino, por lo que decidieron no asistir a la pateada y llegar a la cena.
Con intención de recuperar el tiempo perdido, acercamos los coches hasta un pueblecito a los pies de la montaña. Salimos ganando altura cada metro que recorríamos. El recorrido era menos duro de lo esperado. Lorenzo nos acompañó gran parte del recorrido. La nieve tímida, sólo asomó en lo más alto de la montaña, y como testimonio de que había nevado días atrás.
La sugerencia y el gran conocimiento orográfico de uno de los congostreños, que sería el guía del próximo día, nos llevó a desviarnos del trazado original en beneficio de la belleza del paisaje poblado de unos arbolitos de los que parece ser que dan un fruto del que se saca mermelada.
Las tres congostreñas, que habían regresado del quinto pino a tiempo, subieron raudas por el trazado original, y a una velocidad poco conocida, con lo que llegaron a la cima una hora antes que el resto del grupo. (Esto en bajito: parece ser que estaban en contacto telefónico con… alguien, a modo de topo-espía para saber por dónde andaba el grupo y dar una sorpresa, se puede ver en una foto como el topo informa a las descarriadas ).
La cima era fría y ventosa, por lo que el guía decidió descender hasta un lugar más protegido del viento para degustar los chocolates que nunca faltan. La comida fue rápida, nos dispusimos al descenso sin percances reseñables.
Como siempre, en el descenso, el grupo se alarga, como si cada uno necesitase un ritmo diferente para hacer la digestión. Una acaramelada parejita, estaba quedándose inusualmente retrasada. Unos lo achacaban a su estado de embriaguez emocional, otros a una posible lesión. Más tarde supimos que era un problema de mimbre: tenía una cestita que no la dejaba caminar. Voluntariosa y fuerte como corresponde a una congostreña, siguió el camino sin apenas quejarse. El guía, como persona responsable que todos sabemos que es, contactó con un pastor conocedor del lugar, para buscar una alternativa más corta. El destino quiso que el pastor y el guía hablasen idiomas distintos (Pastoril y malagueño), con lo que, tras el primer desvío fallido, decidió enviar un voluntarioso congostreño como avanzadilla para otear la posible alternativa entre matojos silvestres. Éste último, sin dudarlo un minuto, aceleró el paso a un ritmo de trote. Mantenían el contacto visual y a través de los ya populares walkie-talkie .
La aventura se tornaba incierta, se perdió el contacto visual, pero se mantenía el contacto de voz pero entrecortada. Con la ayuda de otro congostreño reciente, dotado también de un receptor, se mantuvo en todo momento un contacto a modo de trío.
La conclusión era que no había camino transitable para el grupo, por lo que se decidió continuar por el sendero seguro.
No obstante, el “congostreño avanzadilla” tenía contacto visual con los vehículos, aunque sin camino claro de cómo alcanzarlos ya que cientos de metros de maleza de gran altura los separaba. Haciéndose entender por los dichosos aparatitos, decide hacer caso de su instinto y tomar la ruta del jabalí, (furar por donde pode) y sorteando la maleza, desenganchando la mochila y quitando varias ramas de la boca sigue imparable hasta un claro donde había unos deshojados árboles a las orillas de un pequeñito río. Como reza el dicho, “de perdidos al río” decide seguirlo hasta que encuentre una alternativa mejor. Dicha alternativa se convirtió en un camino a doscientos metros de los coches. La aventura no acaba aquí.
Ahora tocaba encontrar al grupo para evacuar a la enfermita. Otra vez con comunicaciones entrecortadas fueron acortando posiciones hasta que por fin se localiza la manada.
La convaleciente congostreña se ve aliviada de poder descansar un poco y, cariñosa como es ella intenta mostrar su agradecimiento a su salvador en forma de unos besos, abrazo…. Éste reacciona desde la ventanilla del coche con un exabrupto: “deixate de bicos e sube o coche” . La justificación, si la hay, sólo se podría entender si estuviera muy “picado” por los tojos de su travesía particular.
Junto a la protagonista se desplaza a los congostreños que comparten coche y casa con ella. Una vez en su propio coche, se desplazan hasta el pueblo para tomar las medidas preventivas acordes al mal aquejado.
El aventurero, regresa junto al grueso del grupo para continuar la caminata y dar las últimas novedades.
La pareja convaleciente decide regresar a su domicilio donde encontrará mayor comodidad, así que uno de los congostreños que no se quedaba a la cena, los acerca a casa.

Cena del sábado:
Como ya se mencionó, unos aparecen más puntuales que otros. La mesa parece la de una boda. Servicio para veinte personas de las que aparecen sólo catorce. El mesonero ni se inmuta. Tiene comida para veinte y sirve comida para veinte: tres perolos de callos, otros tantos de caldo; tres fuentes de costilla asada con patatas, otras tantas de “carne o caldeiro”; un cuenco de flan que hubo que destrozar a cucharazos para hacer raciones para todos, tiras de tarta de manzana a modo de costillar, (Alguien se surtió para el desayuno) y tantos chupitos como fuésemos capaces de aguantar.
¡Ah¡, que me olvido de que había dos vegetarianas, de las que se presenta una única sufridora. Y sufrió. Sus raciones estaban pensadas para cuatro personas. Hubo que ayudarle a dar cuenta de su cuenco para cuatro de caldo vegetal, fuente de ensalada de macarrones… Incluso tuvo que soportar la burla de algún pesado que hacía depositar al camarero cada cosa que traía, delante de ella con la frase: “eso es para la vegetariana”. Desde allí se distribuía luego a donde correspondiese.
El precio sin embargo no se correspondía con lo ingerido: se mantuvo e 12€ a pesar de los ausentes. Cada mochuelo a su olivo que mañana hay que madrugar.

Domingo 13:
Mal número para los supersticiosos. Neptuno y Eolo se levantan cabreados. No deja de soplar y soplar. Algunos congostreños con menos peso moral, se ven peligrar por el viento. Acudimos a la cita once congostreños. Como siempre toca esperar.

El guía recomienda cambiar la ruta ante la posibilidad de vuelo sin motor no controlado. El guía propone una serie de alternativas por otra zona más protegida. Nos dejamos aconsejar por la experiencia de quince años como residente.
Nos ilustra con una muy grata, sencilla e instructiva caminata en la que cada poco tenía anécdotas históricas con las que amenizar el camino. Recorremos una zona de castaños donde años atrás vivían familias enteras dedicadas a la recolecta, tratamiento y venta del preciado fruto. Da lástima ver como ahora están tan deteriorados, tanto los castaños como las viviendas que ahora comienzan a restaurar para turismo. Absortos con el paisaje y las anécdotas, no nos damos cuenta de que las perras corren a sus anchas haciendo uso de su instinto. Un grito sobresaltado nos saca de nuestro letargo cultural. Las perras habían azuzado a un grupo de corzos que corrían ladera arriba casi con menos esfuerzo del que lo haría cualquier congostreño. A petición popular se acuerda que de este singular evento quede constancia en la crónica.
La lluvia no nos deja en la mayor parte del recorrido, por lo que el guía nos invita a comer nuestras provisiones en un lugar seco: su alojamiento. Allí nos presentamos y dimos cuenta de todo lo que llevábamos para alivio de nuestras mochilas. Otra vez aparece el preciado chocolate. Si es cierto que el chocolate es el sustituto de… algo, mucha necesidad hay entre l@s congostreñ@s.

Los residentes de la casa, se quedaron para los preparativos de regreso y limpieza antes de la partida. Los demás nos volvimos a nuestra residencia temporal para recoger a los ausentes que se habían quedado calentitos oyendo el viento entre los árboles.

Esta vez sí quisieron los dos guías dar un margen de confianza a la guía encerrada en el Tom Tom. Ésta nos llevó obediente y orgullosa hasta la misma casa, por rutas poco conocidas por los curtidos guías.
Despedidas y separación en distintos automóviles. Hasta la próxima y que sea tan grata como esta.

Miguel Carbó

1 comentario:

Nómadas dijo...

Carallo Miguel!!!...., non te deixaches nadiña atrás!!, bravo!!. Lamentei moitísimo non ir pero con esta descripción case que me parece haber estado alí con vos. Non sei se quedarme co camiño ou con ese menú por 12 eurales tan xeneroso!!, jeje...
Xa me dixo un paxariño que o que evacuou á enfermiña é o autor dese texto tan meticuloso, se é que hai quen vai de duro pola vida e ao final......
Noraboa, gustoume moito, espero compartir na próxima pateada.
Salo P.