CRÓNICA XVII ANIVERSARIO

Ruta de los faros: etapas 7 y 8 . MUXÍA- FISTERRA,


Sábado: día 08/09/2018 etapa 7ª, Muxía – Lires.


Nos encontramos todos en la playa de Nemiña pero las coordenadas estaban coodesordenadas y algún congostreño con el síndrome de baja tolerancia a la frustración, se puso nervioso, ante el retraso de un vehículo.

Después de resolver las cuestiones logísticas de redistribución de coches, sobre las once, los veintiún pateantes, nos desplazamos al punto de partida en Muxía. Salimos cruzando la playa de Lourido, para ir tonificando los glúteos y fortaleciendo el espíritu. Después de la playa con vistas a un balneario en construcción, bordeamos un campo de maíz, mientras los últimos se colaban de camino. Hubo que esperarlos. No sería la única vez. El sendero pasaba a ser de tierra polvorienta y alguno evitó manchar los calcetines, con unas sandalias para todo el camino.

La mayor parte del sendero transcurría por la ladera del monte con vistas a los acantilados, pero no te podías fijar mucho, porque el camino era estrechito y estaba delimitado por rabiosos tojos que esperaban el despiste para morder.

El sol arreciaba, y la primera cuestecita técnica que había a pocos metros de la salida, se volvía interminable. Tenía más de cuesta que de técnica. Íbamos llegando a la cima resoplando. En un alto, al sol, pero con un vientecito fresco, tomamos el plátano.

La segunda cuestecita técnica, estaba coronada de pequeños arbolitos, haciendo un pequeño túnel sombreado. Aliviaba el sol, pero la cuesta había que subirla. En la mitad de la tercera cuesta, en la última sombra, sobre las dos, decidimos tomarnos el bocadillo. Luego volvemos a subir la parte que quedaba.

Al llegar a la primera cala, los más osados, aprovechan para refrescarse en las olas, luego seguimos la marcha hasta el faro. Allí, en las escaleras, al fresquito de la brisa, nos tomamos un piscolabis, y volvemos al camino. Un par de horas más de sendero, y llegamos a los coches en la playa de Nemiña. Allí, en el Restaurante Saburil, nos refrescamos con unas cañitas.

Mientras unos disfrutan, otros van a recoger los coches que habíamos dejado en Muxía. En el retorno, dos congostreños avispados, dieron más vueltas que una avispa para, al final, no encontrar el camino de regreso, (hay que leer los letreros). Contactamos telefónicamente para que se fueran al alojamiento en Fisterra y allí nos encontramos.

No sé qué tiene ese lugar, que no te pone moreno, te pone negro. Había que hacer un repaso extra en la ducha para despojarse de toda la gracia del camino.

Cena:

Unos deciden ir andando y otros en coche, el restaurante San Roque, quedaba cerca. En una terracita cubierta, nos metieron a los diecinueve comensales y nos prepararon unos chipirones con patatas y churrasco.

El servicio de la mesa, estaba distribuido por tres tramos. Los chipirones eran de zancada corta y no consiguieron llegar al extremo más lejano de la mesa, solo los dos primeros tramos disfrutaban de los chipirones. El cocinero nos confesaba un amotinamiento en la cocina: el churrasco le había copado la plancha y los chipirones se acojonaron, así que o tomábamos ya el churrasco , (dando por vistos los chipirones, que no comidos) o tendríamos que esperar a ver si convencían a los chipirones que no se dejasen intimidar y se fuesen a la plancha. La sección más lejana, estaba dispuesta a ir a la cocina a ayudar en la revuelta de la plancha.

Por fin, el cocinero encontró unos chipirones valientes y se los sirvió al extremo de la mesa que faltaba, luego sirvieron el abundante churrasco con patatas. Al final, el agravio se vio compensado con una botella de vino de etiqueta.

El brindis lo proponen con un breve discurso, dos de los veteranos en nombre de Congostra. Una no tan novata, propone un brindis por otro grupo, en qué estaría pensando. Después del abucheo, también se bebe en su nombre.

El retorno de la cena, se hace igual que la llegada, unos a pie y otros en coche, aunque no los mismos. A la llegada al hostal-albergue, unos deciden dar una vuelta hasta el muelle, dónde se celebra las fiestas locales. La actuación de la orquesta era claramente mejorable, pero bajo los efluvios de la cena, cualquier ruido parecía música.

Los más fiesteros, se ponen a bailar, tanto individual, como en pareja. Una congostreña con marcha en el cuerpo, busca atentamente a alguien a quién encasquetarle el bolso y bailar libremente. En un momento dado, cuando todos bailaban con todos, un espontáneo al que no se le conoce su faceta de bailarín, solicita el baile a la portadora de bolsos, que se ve abrumada con las manos ocupadas. Mientras están bailando con el incordio de los bolsos, los demás bailarines se parten el culo de risa con el espectáculo, no solo por los bolsos, sino por lo insólito del baile de este espontáneo. La pareja, dueña de un bolso excedente, baila y carcajea a la vez viendo cómo se desarrolla el baile, cuando de repente, ¡coño, que se acerca! Le da tiempo a pensar, pero no a reaccionar. Su bolso sale volando en una trayectoria elíptica, se le cae encima yendo a parar al suelo.

-          Pensaba que lo cogerías, dice el lanzador con gestos.

-          Si no me ha dado tiempo a reaccionar, contestaba el asombrado receptor.



En un instante, pasa una hilera de gente formando un tren. Los bailarines se acoplan hasta el final de la música.

Mientras se divertían, un congostreño más serio intentaba acostarse, pero se encuentra que la puerta está cerrada. Llama al espontáneo para solicitarle la llave, pero la euforia del baile le hace parecer buena idea y le indica que se cuele por la ventana, la habitación estaba en una planta baja y la ventana estaba abierta. Finalmente el espontaneo trae la llave, pero ya no hacía falta, el congostreño serio había superado la prueba. A pocos minutos regresa el resto de la tropa. Al día siguiente nos esperaba otra caminata, y no parecía un paseo.



Domingo: día 09/09/2018 etapa 8ª, Lires – Fisterra.

Desayunamos en el albergue, unos temprano para realizar el trasiego de coches, otros más relajados.

Salimos de la misma playa de Nemiña, pero en otra dirección pasando por Lires. La marea estaba baja, y algunos riachuelos la cruzaban. La mayoría iba saltando para evitar tener que descalzarse, otras privilegiadas utilizan a un compañero para cruzar a lomos.

Al final de la playa, todos tuvimos que descalzarnos, el riachuelo cubría por las rodillas, tenía muchos metros de ancho y el suelo era deslizante. Los más rápidos, van subiendo la cuesta mientras llaman a los más lentos que se deshacían de las arenas.

A partir de aquí, el sendero se parece al del día anterior. Mismas aguas, mismos tojos, mismos acantilados, mismo suelo polvoriento. Sobre las once y media, estamos en un lugar llamado “A punta do Naris” por su parecido al apéndice nasal, luego pasamos por un curioso lugar, donde hay unos chorretones de agua, al que llaman “ Mesadoira”.Desde aquí se divisa la Playa del Rostro, que cuando hay marea alta, se parece a una cara. También tuvimos que cruzarla por la cansina arena durante media hora. Antes de salir, en el extremo final, los de siempre aprovecharon para volver a bañarse, mientras los demás tomaban el plátano y renovaban las curas de los pies.

Nos visita la niebla, que se agradece por refrescar el día, aunque nos impide ver el mar. Tuvimos el privilegio de atravesar un tramo quemado con el último incendio, aun humeaba.  Llegamos al camino que bajaba a la Playa de Arnela. Por el camino muchas congostreñas se entretenían con las moras. Sobre las dos y media, nos encontramos con unas antenas, parecía el mejor lugar para comer el bocata, pero hacía tanto viento que nos desperdigamos por bloques.

Volvemos al camino que lleva a la playa Mar de Fora. Hacia tanto calor que muchos volvieron a refrescarse. La marea estaba subiendo y sorprendió a algunas mochilas flotando fuera de límite. Se cruza la playa y se retoma un sendero de madera hasta un bar en el medio de la nada. Si eres de los primeros puede que encuentres bebida fría.

Las prisas nos hacen subir una cuesta empinada que a nadie le apetecía, ¡uff!, menos mal que al llegar arriba nos dimos cuenta de que no era el camino correcto y la volvimos a bajar, así no cuenta. Solo dos veteranos continúan a pesar de saber que no había marcas, pero van sobrados.  En la subida les acompaña una pareja de  corredores que el día anterior nos habían adelantado.Él al llegar un poco antes de la subida se despide con un “hasta luego”, lo que provoca que los veteranos se mosqueen y los adelantan en la subida y suben con la pareja pisándoles los talones,  cuesta que no parece tener fin, llegando arriba el primero muy justito,  pero dejando alto el pabellón !

Por fin llegamos al faro de Fisterra. Los conductores realizamos los trasiegos de coches, esta vez debieron leer los letreros, que no se perdió nadie.



Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…

cada mochuelo a su olivo,

¡Hasta la próxima! Agur…








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