CRÓNICA PATEADA 107

Nos reunimos como siempre en el Almas Perdidas, salimos a la hora prevista. En mi coche, Mariam, Montse y Ana (exploradora por confirmar). El viaje hasta la Cañiza muy bien, allí nuestros guías, Quique y Alfonso pararon para comprar bocadillos de jamón serrano y nos abandonaron a nuestra suerte.

Nos costó un poco retomar el camino, vimos al llegar que no había nadie y un escalofrío recorrió mi cuerpo, todo tipo de pensamientos atacaron mi mente.
¿Nos perdimos otra vez? ¿Se irían sin nosotras?
Decidimos coger el toro por los cuernos y llamamos a Carrizo (siempre dispuesto para disipar cualquier duda). Nos anuncia, que somos las primeras en llegar, mi prima y yo no miramos y supimos inmediatamente que estábamos escribiendo una página nueva en la historia de Consgostra. Veinte minutos más tarde llegan. Los miramos con ternura desde el puesto recién conquistado.

Nos pusimos en marcha, aprecié desde el primer momento, que Edu (el guía) creía en nuestras posibilidades, con su estilo participativo y motivador, hacía que los flojos (léase yo) y demás, nos entregásemos a un entorno súper distendido.

Parte de la ruta transcurría al lado de un río sereno, que pese a sus esfuerzos no conseguía disipar las dudas sobre la naturaleza de sus aguas. Nos relajamos, risas, bromas; paramos varias veces para alimentar el espíritu con vistas preciosas, y nuestra panza que no pasaba ni una.

Transcurridas dos horitas más o menos, suena la alarma. Ana (la exploradora por confirmar) sufre algo parecido a una lipotimia, Miguel, uno de los miembros más antiguos, a las órdenes de Edu, corre en su ayuda... Las técnicas de Miguel son muy conocidas por nosotros, una cremita muy suave de humor y un reconstituyente con forma de palito al que Ana se agarraba como si fuese lo único que la separaba del abismo. (Un día le preguntaré a Miguel, qué chamán o sacerdotisa dotó ese palito con esos poderes que él utiliza con tanta generosidad).

Un poco más tarde se pierde Alfonso, después comentaría que los efluvios que emanaban del jamón serrano en su mochila lo habían desorientado. Acuden al rescate Carrizo y Manolo que lo devuelven a la realidad.

La ruta no tardó en cobrarse un nuevo tributo, esta vez Carmen. Parece ser que la dieta que está tomando tiene contraindicaciones, pero allí estaba Manolo para apoyarla. Recuperada en la sobremesa se unieron a nosotros.

La comida, pobre; ya nos habíamos comido prácticamente todo, comenté antes que la panza y el espíritu estaban en guerra (sobra comentar quién ganó).

Después de una buena sobremesa nos disponemos a completar la ruta, quedan 3 horas por delante. Edu nos anima y empuja, a golpe de timón se pone al frente, Pipas le coge la delantera haciendo de Hércules Poirot investigando aquí y allá.

Comentar que Cheli tuvo pequeños problemas musculares y que Manolo subsanó en 2 ocasiones con una técnica muy depurada, que remató Carrizo con su habitual destreza ayudándola a remontar una pequeña cuesta.

Fin de la ruta, lo festejamos con cervezas, claras etc, y muchos frutos secos, como no podría ser de otra forma.

Agradezco a Edu su inalterable constancia y su gran empatía.



Por Patricia Lemos

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