CRÓNICA PATEADA 111

As Laceiras: Situadas al principio del Caurel, en la ladera sur del río Lor, en el sureste de Lugo, a la que hay que acceder por una pista de tierra que acaba en camino, del que es preferible hacer andando los últimos 150 metros.
Día 15: Llegada escalonada de congostreñ@s. A medida que iban llegando se instalaban en colchones en el suelo de una ideal casita; literas en otra edificación de dos alturas, incluyendo al fotógrafo que por solidaridad se acopló en una colchoneta en el suelo sacrificando comodidad; colchonetas en el tejado abuhardillado cuya altura máxima era más baja que l@s ocupantes.
Una vez instalados en sus cómodas moradas, se acercan andando hasta Salcedo, disfrutando de un cielo estrellado, para ingerir una cena no programada e informal. Corre el vino, las gruesas lonchas de fuet, chorizo y jamón, también corre una tímida tortilla para no ser pillada. Vuelta de nuevo andando, pero esta vez perseguidos por un “loca” conductora que no entiende que los caminos son para las personas y las bestias y no para vehículos.

Día 16: Cúmulo de despropósitos. Al regreso de la cena anterior, una integrante veterana se tuerce un pie. Durante el recorrido otra integrante novel hace lo mismo.
El ímpetu de los congostreños hace que se comience andando desde As Laceiras, incrementando kilómetros y tiempo no previstos. L@s congostreñ@s más acostumbrados tiraron de la fila hasta estirarla de tal forma que la cabeza no viese la cola. El recorrido transcurre por senderos sombríos plagados de castaños, algún que otro nogal y variados árboles frutales.
Mientras caminamos, se produce un estruendo de algo que bajaba raudo por la ladera de un bosque de castaños. Se trataba de una hembra de corzo que huía hacia nosotros.
Después del almuerzo se produce el regreso. La democrática guía y sus asesores someten a votación el camino de regreso, saliendo elegido el regreso por la misma zona de ida.
El ritmo acelerado de la marcha y la dispersión de pateantes hace que surjan tres opciones diferentes de regreso. El grupo más retrasado sufre una baja, que continúa como puede. Los integrantes con mayor capacidad pulmonar aceleran el paso con la intención de llegar lo antes posible al coche más cercano y acudir en ayuda de la lesionada.
Las distintas opciones de camino que tomaron, motivaron un retraso de entre treinta y cuarenta minutos a los rescatadores, por ello el conductor, que acudía al rescate, se fue cruzando raudo, saludando con la mano a los compañeros más retrasados. Incrédulos éstos intentaban decirle que ya no hacía falta que ya estaba a pocos metros la lesionada. Otro cansado caminante que veía con los ojos muy abiertos como se acercaba su salvación veía con los ojos igual de abiertos como se alejaba saludando con la mano. Al final consigue volver y aliviar algo a tres sufridos pateantes que no querían que tanto esfuerzo fuera en balde, y que esperaron gratamente su vuelta.

Las lesionadas decidieron cambiar de residencia a Salanova para una mayor maniobrabilidad.
La cena programada de corzo, pollo, pulpo o jabalí con castañas hizo las delicias de todos los comensales, no así el vino que no gustó a todos con la misma intensidad.
El regreso de la cena también se hizo escalonado, unos en coche, otros andando e incluso hubo quien fue a visitar un pueblo fantasma en plena noche. Alguno pudo asistir a uno de los pases que un zorro hacía periódicamente en el camino.

Día 17: Siendo una pateada programada para relax del cuerpo y la vista, se desarrolló sobre las laderas del río Lor, con un recorrido en “V” bajando y subiendo en zigzag por cada ladera.
Bajamos en coche hasta el punto de arranque: Froxán. Desde aquí nos movemos hasta los distintos pueblecitos con intención de ver los paisajes y el encanto de los pueblos antiguos. Se llenaron las mochilas con los distintos productos de la tierra: miel, licores, nueces, castañas…
En el vértice de “V”, justo en el puente que cruza el río do-Lor a juzgar por el grito de uno de los bañistas, se produce una parada para bañarse unos y comer los demás.
Al situarse para disfrutar del almuerzo, se produce un grito por la impresión al entrar en el agua a tan baja temperatura, excusa que aprovecha una de las más osadas para atisbar las consecuencias del frío en el cuerpo humano. En cambio otra más osada se situó sin tapujos en un lugar con buenas vistas. Desde este privilegiado lugar arroja una cáscara de plátano emulando un gancho de una experta jugadora de baloncesto, pero con poco éxito. La cáscara fue a parar al lugar más visible de un floreado árbol, quedando como pulpo espatarrado. Esta desafortunada jugada provoca las risas de la tiradora y por extensión de los demás.
La costosa subida hacia Vilamor, después del almuerzo, en plena digestión y con el sol calentando, se desarrolla por un angosto camino que sólo permite una distribución en fila india (uno detrás de otro, por si alguna, no conoce esta organización). Dado el gran desnivel del terreno y la disposición de l@s pateantes, la vista se queda a la altura situada por debajo de la cintura. Estos hechos motivaron la evasión de la mente con sus consecuentes risitas malintencionadas, llegando incluso a mencionarse la comparación de lo visionado con las formas de determinadas frutas. Las más interesadas hablaron de la posibilidad de confeccionar un tutorial de culos.
Con las mentes ocupadas, nos sorprende otro estruendo en el bosque. Cacho corzo, pensamos, a juzgar por el ruido. Craso error, se trataba de una rama enorme que se desgajaba del árbol que ya no soportaba su peso.
El regreso se realiza escalonado y por grupos según la cantidad de productos adquiridos y el tiempo que tarden el hacerse entender por los vendedores, que por falta de compañía se lían a hablar y les cuesta parar. Parada para saborear las manzanas de Froxán, ya que no se puede tomar ni una cerveza. Regresamos a los coches y nos despedimos hasta la próxima.

Besos y abrazos a granel.

Miguel

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