CRÓNICA PATEADA 138




Ríos Vilacoba e San Xusto. (Lousame) 21/07/2012


Salimos veinticuatro congostreñ@s con puntualidad gallega, a las nueve. Dos quisieron demostrar que sabían el camino y acudieron directamente a la salida de la pateada, sumándose al grupo.

Aparcamos en la acera, justo al lado del ayuntamiento de Lousame, situado en Portobravo, en la plaza de Teodomiro Hidalgo. Seguramente habría jornada de puertas abiertas, a juzgar por la frenética actividad que había. Todos los artilugios para ejercitar el cuerpo estaban ocupados por gente de corta edad. Muchos otros ejercían actividades varias por su cuenta.

La entrada al circuito se hace por un pequeño merendero de Brandia, un poco descuidado. Nos adentramos entre hierbas de gran altura por un camino que se intuía. Contactamos con el río “San Xusto” y lo seguimos por la orilla derecha. No tardamos en encontrar la primera de muchas edificaciones en estado ruinoso. Se trataba de la primera fábrica de papel de la zona. Ya hace algunos años que ha sido traslada a un lugar cerca de Santiago. - Aun existe en la actualidad con el nombre de Papelera de Brandia, S.A.-. No nos paramos mucho porque no había mucho que ver.

El camino transcurre por zona húmeda y sombría. Se pateaba monótonamente, por lo que el guía apretaba el paso para dar un poco de emoción. En cuanto vimos unos despistados al final de la fila, nos escondimos en un tramo del camino con la excusa de ver otra fábrica de papel Din-A3, a juzgar por el tamaño. Al regreso, los despistados aun no nos habían encontrado. Se habían colado sendero arriba obviando la papelera. Utilizamos el sistema de megafonía de los pastores asturianos. Pusimos ambas manos a los lados de la boca y gritamos su nombre. Incluso alguno retrocedió algunos metros para obtener mejor acústica.

Uno de los descontrolados era el piloto del GPS, que al sentirse herido en la moral, decidió contraatacar. Achantó el GPS al lado de la gran fachada de la fábrica de papel y pasados muchos metros dice advertir su falta. Sale pitando a por él y regresa al poco tiempo con una sonrisa dibujada en la cara. Es un hacha encontrando cosas. Instinto de las COES, supongo.

Seguimos pateando hasta la localidad de Lesende. La gente se arremolina en torno a dos chorros de agua fresca de una fuente. Aparecen algunos vecinos con los que tenemos el primer contacto humano. Refrescados y rellenado todo recipiente susceptible de portar líquidos, seguimos el paso.

Subimos la cuesta que nos lleva a visitar los Petroglifos de Lesende de la Edad de Bronce - Son diseños simbólicos grabados en rocas - (petro = piedra; glifo = talladura). Es la manera que usaron los hombres primitivos para registrar hechos, visiones o contar historias.

Unos opinaban que eran restos primitivos de la Edad de Bronce, otros que fueron unos alienígenas que grabaron una chuleta para no olvidar cómo volver a su planeta.

Al bajar la cuesta una vez intercambiadas ideas sobre lo visto, nos encontramos con dos alienígenas vigilantes de los signos. Estaban camuflados con un traje de vaca, pero su actitud a nuestro paso las delataba. No nos sacaban el ojo de encima hasta que las perdimos en el horizonte. Un gran costurón bajo el rabo también era sospechoso.

Salimos de Lesende por una carretera que pasa por delante de la iglesia. Volvemos al margen del río. El cuerpo pide combustible. Es en una poza del río con un péndulo de cuerda, donde la gente saca sus bocadillos. Uno muy acalorado no resiste y se lanza al agua antes de comer.
El circuito es largo y el tiempo escaso, por lo que el descanso de sobremesa se recorta por decretazo. Todos conocemos nuestra máquina y el combustible que consume. Algo falló en esta afirmación, ya que la máquina de una congostreña, comenzó a fallar. Quizás tendría los pistones perlados por quemar combustible de bajo octanaje.  La solución pasó por eliminar el combustible erróneo y mantenerse bajo mínimos.

Se aproxima una cuesta por un cortafuegos coronada con una antena de comunicaciones. Es de las que se ve el final a lo lejos y por mucho que andes sigue lejos y muy arriba. Con la excusa del escaso combustible tres congostreñas convencen al guía para ir por un atajo que evite el sacrificio. El resto camina zombi cuesta arriba maldiciendo en bajito. El final de la cuesta está en una carretera estrecha y asfaltada que nos debería devolver al camino.

Quiso el azar que los que habían proferido maldiciones internas, alargaran un kilómetro el camino por la carretera de asfalto, mientras que los más creyentes acertaron a bajar por otro cortafuegos a pocos metros de la subida. Unos y otros concurrieron al final en el mismo punto.

Retornados al río Vilacoba nos topamos con una catarata y una presa a sus pies. Momento de nuevo chapuzón. Esta vez muchos calurosos y calurosas se refrescaron. De esta nueva refrescante situación, sale una nueva moda en pamelas y bañadores llamativos. Los innovadores posan orgullosos para los medios. La pamela, rosa, de ala ancha con lacito del mismo color; el bañador, verde pistacho, con motivos floreados color blanco. Unas preciosidades útiles a la par que bonitos. Otros, en cambio optan por el bañador  “transparente” y que goza del beneplácito de muchas pateadoras.

Llegamos a la casa rectoral, que rehabilitaron como casa rural. Este edificio está en la antigua propiedad del Monasterio de Toxosoutos, del que sólo queda un muro en la parte trasera. A la salida, en una roca del río, también podemos ver otro petroglifo con forma circular que representa el sol, la luna y las estrellas.

Atravesamos el bosque caducifolio con diversidad de árboles autóctonos  siguiendo el rio “San Xusto”. Llegamos  a otra cascada donde unos chicos del lugar combatían el calor. Sabíamos que eran del mismo pueblo por ciertas características: ojos muy abiertos, boca abierta y gran capacidad de observación e incredulidad. No daban crédito a lo que veían. Pasaron de estar solos a compartir el charquito con veintiséis personas más. Vieron que ya tenían la piel arrugada y al recordar la riña de sus mamás, decidieron pirarse.

Se disfruta de este baño. Incluso hubo gente que se acercaba para ofrecer su espalda al agua que bajaba, intentado dar un uso terapéutico.

Volvemos al duro caminar. Encontramos otra fábrica de papel, pero ésta estaba cerca de una propiedad habitada y el perro centinela no permitía el paso sin santo y seña. Al regreso por el camino nos apropiamos de alguna manzana amarga como reproche al trato del cánido.

Otro remanso aparece ante nosotros. Ya no es necesidad, ya no aprieta el calor. Es puro vicio. Los más enganchados no pudieron soportar la tentación y se volvieron a bañar. Bañito rápido.

Cubrimos la parte superior del nueve que forma el recorrido. Toca la patita. Volvemos sobre nuestros pasos y llegamos a los coches. Aquí comprobamos que hubo malos entendidos: Algunas congostreñas confundieron esta pateada con un tramo del Camino de Santiago. Al no tener papel donde sellar cada etapa, decidieron realizar las marcas en las piernas y brazos. Muchas traían más marcas que etapas había en el recorrido.

Estiramos los cansados cuerpos y quedamos para el ritual de despedida: las cervezas.

Erramos en el primer intento del local. Una vez localizado nos distribuimos en la mesa de la terraza y saboreamos las bebidas. Poco tiempo, pues ya estaba oscureciendo. Nos ha llevado mucho tiempo el largo recorrido y la cantidad de remojos.

Desde aquí, cada mochuelo a su olivo…

1 comentario:

Toni Ibañez dijo...

Hola, estupendo reportaje. Veo que os lo pasais genial jeje. La ruta la tenéis muy fresca. Podías decirme si está señalizada ?. Me ha alegrado conocer vuestro blog. Un saludo. Nos vemos en el camino