CRÓNICA PATEADA 146

Pena Corneira 19/01/2013.

 Ciclogénesis explosiva: ciclo de creación de tormenta que sucede muy rápida e intensamente. La ciclogénesis explosiva estalló en la moral de Congostra. Los diez únicos supervivientes salieron en busca de tal fenómeno hacia Pena Corneira sobe las nueve de la mañana.

 El corte del túnel Folgoso en la Cañiza, nos retrasa la llegada, pero sobre las diez y media, arrancábamos con las mochilas al hombro y un ganapán virtual. La misión era cazar la ciclogénesis. Pero los servicios de gestión de la meteorología en Galicia, debieron ser privatizados, por lo que, donde antes habría lluvia a granel y fuertes vientos, ahora instalaron un riego por aspersión y sistemas de goteo, que mojan igual y no se desperdicia tanta agua. Solo ante alguna reclamación de las condiciones del acuerdo de privatización, abrieron un poco las ventanas para que entrase el aire y dar sensación de viento. 

En resumen, no encontramos al bicho. La Sierra de Pena Cordeira es un macizo granítico en el que se divisa un espacio declarado Monumento Natural situado en los ayuntamientos de Carballeda de Avia, Leiro y Avión. Está repleto de robles y un montón de aves y anfibios, aunque no los veamos.
 Comenzamos la caminata frente a un letrero expositor, donde se veía un mapa de la zona, que aprovechó el guía para ubicarnos y explicarnos por donde caminaríamos. Dejamos a nuestras espaldas la vista en una gran roca a lo alto de una montaña y al frente un parque infantil vacío.

 El inicio del camino está meticulosamente empedrado durante algunos metros. La continuación ya está más natural con un firme de tierra, dándonos paso al bosque de robles y algún castaño. Caminamos entre los árboles y unas grandes rocas, incluso encontramos castañas que todavía permanecían comestibles. Gran parte del camino estaba marcado con grandes postes de madera y rótulos pintados con fondo granate y letra blanca. También había cada pocos kilómetros unos solitarios bancos de madera en perfecto estado. Los riachuelos se convertían en ríos. La lluvia caía a cuentagotas. Los paraguas permanecieron abiertos la mayor parte del camino.

 Pasaban de las once y media cuando nos encontramos con un árbol caído, fruto de un temporal que no vimos. El guía prometió mostrarnos un molino un tanto particular. Nos separamos del camino para ver lo prometido. Nos encontramos con cuatro piedras llenas de musgo en forma de túnel bajo las que bullía gran cantidad de agua. Del molino ni rastro, pero el paisaje era precioso.

 Diez minutos más tarde apareció el preciado molino. Su arquitectura difiere de los demás en el tejado. Un ejemplo de como el ingenio de las gentes supo aprovechar los recursos de la zona, evitando la lluvia con losas de piedra. Se trata del molino más antiguo de la comarca. El molino de Trigas sirvió más de trescientos años a los molineros. Durante la espera de la harina las gentes convirtieron la zona en lugar de esparcimiento, donde se reunían para hablar, jugar a los populares juegos como la llave, contar historias e incluso cantar y bailar. No es casual que una de las músicas tradicionales gallegas más difundidas se llame precisamente “muiñeira”. Al parecer, el sonido acompasado de los mecanismos del molino inspiró su ritmo.

 - Unha noite no muiño 
- Una noite non é nada 
-Una semaniña enteira 
- Esa sí é muiñada.
 - Fun esta noite ó muiño
 - Nin moín nin muiñei
 - Perdín a trenza do pelo
 - Iso foi o que gañei.

 No pudimos salvar cuatrocientos metros de asfalto que atravesaba el sendero hasta llegar nuevamente a la zona del río. Aquí había un letrero haciendo referencia a niños con alas. En gallego los llaman “aves rapaces”. El ratonero común y el aguilucho pálido. Cruzamos un resbaladizo puente de madera y continuamos por la orilla.

 ¡Cacho bicho! gritó un congostreño. ¿Dónde? gritó una congostreña asustada, asociando bicho con al menos cuatro patas. ¿Os habéis fijado en el tronco de ese árbol?, dijo el primero como respuesta. Supongo que sería sugestión del bosque. 
Al primer soplido de viento, un congostreño levanta una varita metálica con una tela negra al otro extremo. La agita enérgicamente mientras emite unos sonidos guturales indescriptibles. Al terminar repliega la tela sobre la varita utilizando las dos manos. Parece complacido de su acción. Otro congostreño le pregunta por la eficacia del conjuro. ¡Qué conjuro ni que ocho cuartos! Fue el viento, que me llevaba el paraguas.

 Sobre las doce y media llegamos a un  área recreativa .  Entramos en un oscuro molino con intención de comer en lugar seco, pero las condiciones no eran adecuadas. Seguimos hasta un pueblecito llamado Veronza. 
No había ninguna persona a la vista. Un congostreño lanzó un alarido pueblerino: ¡ieeeee! Solo hubo una respuesta. Un vecino acudió a la llamada. Le preguntamos por un bar. En el pueblecito de al lado, en Carballeda, fue la respuesta.
 Allí comimos. Era temprano, pero no se presentaría otra ocasión para comer en un lugar seco. Poco tiempo nos llevó hacernos con los bocatas.

Volvimos sobre nuestros pasos una parte del sendero hasta el letrero de los niños con alas. Allí variamos el trayecto. Pasamos por el monte de la localidad de Muimenta. En una de sus ruínas se hacen cábalas para restaurarla y asentar allí la sede de Congostra. No fraguaría la idea.

 Seguimos en ascenso por un sendero de gravilla que filtra el agua y evita el barro. Aquí si se nota el viento de la ciclogénesis, que viene acompañado de lluvía que hacer doler los ojos. 
 Llegamos a la localidad de Fermosas. Nombre, al parecer, dado por las vistas desde sus atalayas. Estaba casi despoblado, solo nos encontramos con un lugareño de mediana edad y una cabeza de caballo blanco que atisbaba por el hueco de su cuadra. Bueno, también encontramos un corral con gallinas y un pavo que se pavoneaba a nuestro paso. El camino se hace largo hasta Serra. En el cruce nos encontramos con un castro de hórreos en pésimo estado. De aquí nos dirigimos a Valde, un pueblecito carente de gente, pero con más Mercedes aparcados por metro cuadrado.

 El resto del camino, lo hacemos por un sendero sin marcar hasta localizar el tramo final: el parque infantil de donde partimos. Por el camino, casi conseguimos ver el sol. En su lugar vimos dos arco-íris en el horizonte. A las seis y diez llegamos a los coches.

 El grueso del grupo se desplaza a las termas, necesitan reponer los cansados cuerpos con un baño restituyente. Abur…

Por nuestro curtido reportero, Miguel Carbó

No hay comentarios: