CRÓNICA PATEADA 147


Pateada sorpresa (Castro Laboreiro) 09/02/2013.

Madrugamos para poder salir tarde. Como estaba proyectada la salida para las ocho y media, la gente se acomodó entre saludos y cafés. Salimos veintiún participantes sobre las nueve menos veinte del bar Almas Perdidas para llegar a Rio´s Bar de Castro Laboreiro.

Con un segundo cafecito calentito en el cuerpo salimos sobre las diez y media carretera abajo. Pronto nos encaramos con los múltiples pedruscos que formaban el paisaje. Pasamos por alguna presa repleta de agua y las cruzamos por el muro de contención que hacía las veces de puente. El frío se hacía sentir. Algún grado había, pero no muchos. Cruzamos también varios pueblos fantasma, carentes de habitantes, pero con esperanza de venta. En algunas puertas se podía leer: “Vende-se”. En alguno de estos pueblos contrastaba la dejadez con la rehabilitación modernista de alguna casa.

El paisaje portugués nunca decepciona. Hace recordar la niñez en el pueblo: Las casas frías calentadas con leña, los caminos con regatos de agua franqueados por muros de piedra en perfecto equilibrio y recubiertos de musgo verde…

Fuimos siguiendo las marcas rojo y blanco. Poco antes de las doce, llegamos al lugar de avituallamiento. Nos desmochilamos los plátanos, que es el tentempié oficial y dimos buena cuenta de él.

Llegamos a un puente romano en perfecto estado, llamado “Ponte Nova” Sobre él se hizo una foto de grupo. No conseguimos entrar todos. Después de unos metros, entramos en un bosque con el camino alfombrado de hojas de roble. El crepitar de las aguas de un río a nuestra izquierda nos acompañó un buen rato.

Apareció franqueando nuestro camino, un acueducto todavía activo hecho de piedras que suscitó la atención de todos. Algunos se subieron para hacer fotos, la mayoría pasó por el arco más grande que salvaba el camino.

Tuvimos que seguir el asfalto hasta un cruce. Allí, aunque sin planear, nos encontramos con unos piragüistas que se estaban tomando un descanso. El relajo de los caminantes motivó un espacio inusual entre grupos que facilitó el despiste de tres componentes. Subimos una empinada carretera asfaltada hasta un recinto de festejos en “A Meixueira”. Aquí se hace recuento y se espera a los tres despistados. Durante la espera tuvimos ocasión de ver un pastor de la zona que trasladaba sus vacas y ovejas. Hubo un poco de confusión de cómo comportarse cuando una vaca te mira a los ojos y te pide paso.

Continuamos camino con las miles de rocas en el horizonte. No hubo intención de contarlas, pero sí de sacar fotos a las más interesantes: un enorme pedrusco soportado por una ínfima roca que parece imposible de equilibrar.

Ensimismados con las caprichosas formas de las rocas, pudimos contemplar a lo lejos un muro con imperfecciones en las juntas que constituía una hermética presa. Sobre este muro se divisaban personitas de colores que se movían sobre él. Al acercarnos comprobamos que se trataba de unos compañeros senderistas sin otra cosa que hacer más que acercarse a contemplar los milagros de las piedras. Intentaron camuflarse con unos disfraces, pero eran fácilmente reconocibles.

El muro, de un metro de ancho fue el lugar elegido para saludarse entre los componentes de los dos grupos. Equilibrios entre beso y beso para no caerse al vacío o al agua. Cosas del ser humano, que no es perfecto. Habiendo tanto monte, se prefieren los equilibrios. Treinta y seis locos juntos sobre un muro en el monte.

Dejamos la grata compañía y volvimos sobre nuestros pasos a “A Meixueira”. Dejamos el recinto a nuestra izquierda y nos dirigimos por un caminito entre muros de piedra pasando por la orilla de un rio de aguas muy claras. Al abandonar la orilla, nos encontramos con unas cinco vacas con síntomas de padecer a una pareja muy promiscua. El buey les era infiel, y muchas veces, si tenemos en cuenta su larga cornamenta.

También encontramos síntomas de que están empezando a civilizarse. Dos frigoríficos camuflados con la naturaleza y repletos de agua de lluvia lo evidenciaban.

Pasadas las dos y media llegamos a una fuente que sirvió como lugar idóneo para comer. Lo hicimos esparcidos por el suelo y al calor del sol que a estas horas se agradece.

Volvimos al asfalto unos kilómetros, justo hasta el cruce donde un perro nos comunicó en un perfecto portugués que había que desviarse. Mientras esperamos a los rezagados, curiosamente en otra fuente, surge del camino que teníamos que tomar, otra vez el grupo de disfrazados que parecían estar en todas partes. Se habían intercambiado los sombreros y los cuernos en un intento desafortunado de no ser reconocidos. Nuevos saludos, risas y chascarrillos.

Salimos en dirección a “O Bico do Patelo”. Ya estuvimos aquí el diecisiete de diciembre de dos mil once. No se había movido del sitio. La subida era tan costosa como la recordaba. Cuando la mayoría había llegado a la cumbre esperamos al resto. A nuestro guía se le perló una bujía y el motor se negaba a subir. Se hicieron pruebas de cambio de combustible y vaciado de depósito, pero el motor no respondía. Hubo que llamar a una grúa especializada en bujías perladas.

Mientras se le enfriaba el motor al guía, el resto se movía por la cima para no congelarse. El reposo enfrió el motor y con remolque consiguió llegar al camino, donde nos encontramos con el vehículo de auxilio. Una vez allí fue tratado a cuerpo de rey. Se le hizo una puesta a punto y se desplazó en coche cama hasta el lugar de salida. El resto caminó o se desplazó en un segundo vehículo acercado como precaución.

Como el mecanismo y el ánimo ya estaban mejor, nos pasamos por el Xeral para comprobar que todo estaba en su sitio. Allí se quedó para una revisión a fondo. El resto para casita que hace frío.

Hasta otra…Abur…

Miguel Carbó lo vió así y así nos lo contó

1 comentario:

Nómadas dijo...

Saludos, Congostra.

Curiosos encuentros en los caminos que pocos transitan. Complacida de intercambiar saludos y breves momentos.

Desde Nómadas un deseo para Miguel Carrillo de pronta recuperación.

Miguel Carbó!, que susto levei!. Boa crónica.