CRÓNICA PATEADA 163





Rios Umia-Barosa (Pontevedra) 23-02-2014

Salimos tarde, como de costumbre; el destino era un bellísimo rincón cercano al camino de Santiago portugués a su paso por Pontevedra. Un grupo de molinos muy parecidos a los del Folón, pero con una cascada mucho más grande.

Allí, nos esperaban dos almas perdidas que creían que les habíamos dado plantón. Una vez contados, dábamos un número impar con mala suerte. Pero el día transcurrió genial.

Serían las diez cuando empezamos. Había más puentes bucólicos que ríos para cruzar. Comenzamos trepando por la ladera izquierda de la cascada con la avidez de un paparazzi. Algún rincón quedaría sin retratar. A la vuelta lo repasaríamos. También quedaron inmortalizadas las ruinas de los innumerables molinos.

Lidiamos con caminos vecinales y carretera nacional en ocasiones, siguiendo el camino de Santiago. Era difícil no seguirlo con las flechas fosforescentes. Este caminito nos hizo pasar cerca de un corral donde nos saludó un orgulloso gallito y también el caballo controlador de todas las pateadas. Lo situaron lejos de la salida para comprobar si había desertores. Este caminito nos situó en la iglesia de Caldas de Reis. Aquí nos reagrupamos para seguir bajo el puente del río Umia. No estaba crecido, estaba rellenado hasta los bordes.

Pasamos por el parque donde había unas curiosas especies de aves marinas procedentes de la Isla de la Toja, Isla de Arousa, o la desembocadura del mismo río. Seguimos un sendero-puente de madera por el margen izquierdo del río. Al terminarse el puentecito, había que sortear unas resbaladizas piedras que desafiaban el equilibrio.

En un mirador del río, al lado de unas ruinas, tomamos el tentempié. Decían que el edificio podría ser una fundición, pero se parecía mucho a una central eléctrica. Un cartel al final del camino ponía: “Fábrica da Luz”. Desde aquí nos dirigimos a la Catarata de Segade y al Puente Romano que estaban muy cerca. Después de  unas cuantas fotos, nos dirigimos al embalse del Umia en Caldas de Rei.

Rodeamos la presa explorando los caminos más cercanos. Sobre las dos y media llegamos a un mini parque con tres mesitas. Las aprovechamos para comer. Poco tiempo nos llevó el bocata. Apetecía un cafelito, lo tomamos en el bar Congo.

Después del café,  el camino es más duro. Sorteamos el bucólico pueblecito de Corrigatos, en Saiáns. Perros había, pero los gatos había corrido delante de los perros y no vimos ni uno.

Desde la zona rural de Corrigatos, discutía un congostreño: La iglesia que se ve a lo lejos es la de Los Milagros de “Amil”. Otro congostreño más actualizado le corrigió que ahora sería de a “seis euros”.

Un monte pelado, en fase de reforestación nos llevó hasta otro pueblecito del Concello de Barro y de ahí retornamos al Parque Natural del Río Barosa. Subimos hasta la Iglesia de San Breixo. Lo rodeamos y volvimos al río.

Bajamos por el río hasta los coches, pero antes nos tomamos las cervecitas en la parte alta de la catarata, en el asador y pulpería “Muiño de Valerio”, tapería típica. Tan típica que se les terminó antes de llegar nosotros. Tomamos las cervezas con lo que traía la buena gente caminante. Seguro que leímos mal el cartel y se llamaba “Muiños de Baleiro”, porque non tiñan nada.
Un nuevo reconocimiento de la zona de las cataratas para hacer fotos de las zonas antes olvidadas y retorno a los coches sobre las siete de la tarde, aún con luz.
¡Hasta la próxima! Abur…

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