CRÓNICA PATEADA 162

Monte Penide (Redondela) 08-02-2014

 Encontramos dos almas esperando frente al bar LA FRONTERA, junto al campo de futbol del Chapela, frente al cementerio de Candeán, y muy cerca de un hospital Psiquiátrico... ¿más pistas? Sí, somos potenciales clientes. En total once almitas, de dudosa cordura, desafiaban la ciclogénesis explosiva, “La Ciclo” para los que ya la conocemos.

Rondaban las nueve y media cuando salimos sendero arriba por el cortafuegos de un tendido eléctrico. Había sólo cuatro mujeres. La Ciclo tiene nombre de mujer “Ruth” y entre ellas rara vez se llevan bien. A pocos metros de la subida, se encontraba el típico caballo controlador que no se perdía detalle de los participantes. Allí permanecía para dar el visto bueno cuando regresamos.

 Lo primero que destacaba en lo alto del sendero eran las impresionantes vistas panorámicas de la Ría de Vigo. ¡Ah! y un perro salchicha que se nos acopló. Aquí mismo inmortalizamos el momento con una foto de grupo que pretendía tener la Ría de fondo. A partir de este punto, jugamos a la oca. De mámoa a mámoa y tiro por qué me toca. La primera “Mámoa do Coto da Arca”. Una vez valorada, admirada y con las bromas pertinentes, salimos hacia la del Rey.

 De camino nos topamos con un rebaño de ovejitas que se la jugaban por unas hierbas. El perro salchicha se fue sin despedirse. Nos cruzamos con unos lugareños con dos perrotes abusones y el pobre se asustó. Poco antes de llegar a “Mámoa do Coto da Arca”, La Ciclo nos hizo un guiño. Nos proporcionó dos ráfagas de diez minutos de granizo, que se disipó por falta de materia prima y ver que no nos amilanamos. A las once menos diez estábamos observando unos restos fúnebres de una antigüedad entre los años 4.000 y 3.000 A.C. Estas siglas seguramente las han puesto en el letrero porque han desplazado una enorme roca desvirtuando la pulcritud de la obra. Supongo que significan A.C. “antes de montar el Cristo”).

 Un sendero sembrado de pequeñas piedras sueltas nos lleva al Castro de Negros. Su configuración viene dada por una acrópolis rocosa y varias terrazas orientadas hacia el naciente, por donde se sitúa su entrada, aquí también había vistas de la Ría y donde podemos ver petroglifos y otras rocas asociadas a antiguas leyendas. Una de ellas hace referencia a una rubia, una serpiente y un incauto (la historia de siempre, los seres humanos no cambian después de miles de años ). Lo más destacable aquí es que por fin tomamos el plátano. Bajamos por un sendero compartiendo el camino con un regato bastante crecido hasta un mirador bautizado como Área do Castro de Negros. Disfrutamos de las vistas y tomamos el camino del “Regato de Chan de Herbas”.

 Una subidita nos acerca a otra zona donde hubo una pequeña discusión sobre si la roca se parece a un cocodrilo o a un delfín. Se trataba de una roca afilada, donde un iluminado, con poco conocimiento anatómico de los saurios, le pintó una raya para la boca y un ojo lateral, al estilo egipcio. Todo el mundo sabe que los ojos de los cocodrilos están en la parte superior para poder otear todo lo que pasa en el río desde una posición sumergida. Los petroglifos de “Poza da Lagoa” constaba de tres zonas, en uno de ellos unos dibujos antropomorfos de la edad de bronce representando a unas mujeres, un caballo, que se parece más a un peine y algunos utensilios de labores hogareñas. En los otros había múltiples herramientas domésticas y de caza.

 Se acerca la hora de comer, el Mesón Coto del Águila era una buena opción. Además La Ciclo se asomaba otra vez, y esta vez venía mas cabreada. Hubo negociaciones con el propietario antes de poder disfrutar de un poco de calorcito hogareño. Al parecer, no íbamos vestidos adecuadamente para el local. La Ciclo llegaba con más material y lo desplegaba con ganas. El pequeño corazoncito del mesonero se ablandó y por fin pudimos comer calentitos, en rinconcito de la entrada, incluso tomamos café. Una anécdota curiosa es que con el calorcito que desprendíamos, se condensaron los cristales y se dejaron ver corazoncitos pintados, dando una tierna imagen de amores pasados. En una hora pasó todo. Nosotros comimos y La Ciclo acabó el material.

 Nos volvimos a poner en camino sobre las dos y media. Incluso salió el sol y pudimos ver con claridad el Puente de Rande desde distintos puntos. Aquí, la Ciclo, soplaba desesperada por que se le había acabado la lluvia. Bajamos hasta el Barrio Cabanas y desde allí volvemos a subir por la ladera del Río Fondón. Por el camino vimos una gran roca pintada como si fuese un pececito de colores. Llegamos al inicio de la subida por la orilla del río Fondón. Los que conocían el río de veces anteriores, nunca lo habían visto tan crecido. Nos hicimos otra fotico de grupo utilizando el trípode y el sistema de retardo, así es más seguro y podemos salir todos.

 A pocos metros de la subida, se apreciaban los restos de uno de los muchos molinos del camino. Destacaba por ser una única columna de diez aros redondos de piedra. En su tiempo fue el tubo de bajada del agua hasta las hélices del molino. El camino estaba cuidadosamente escalonado con tablas de madera, pero en algunos tramos el agua no fue cuidadosa y nos dificultaba el paso. En un cruce con el camino “Devesa do Coto”, tuvimos que esperar por algunos. En ese momento supimos porque el rio se llamaba Fondón. Sería el último de un grupo el que tuvo tiempo para pensar un nombre. Casi al final de la subida, nos encontramos con uno de los llamados “feísmos gallegos”. Feo sí, pero práctico. El peligroso hueco por donde sale el agua de un molino, estaba vallado con un somier familiar o valla reciclada.
 En unos metros más, había un puesto de control. Los organizadores, habían puesto a tres caballos en lo alto para verificar que nadie tomaba atajos. 

 Solo nos quedaba el Petroglifo de “Chan da Cruz 1”. La necrópolis también conocida por “Chan das Formigas”, y algunos lugareños lo conocen como “Cortellos dos Mouros”, se encuentra en el límite de las parroquias de San Vicente de Trasmañó y Cedeira. Ya estábamos cansados y no apreciábamos en todo su esplendor los trabajos rupestres. La interpretación más peregrina es que había un artista visionario que trazó un esquema de la división territorial, reflejando en la zona este, por donde sale el sol, la cocina del alcalde un poco más abajo la zona común, con cuatro vitrocerámicas, más abajo la zona de trabajo, donde se molía el grano. ¡Ah! y la zona del cura, en la parte más alta, que se montó una cruz tocha para que la vieran bien. Esta obra estaba protegida con vallas de eucalipto, pero la afición al motocrós de la zona lo hace incompatible, por lo que ha sufrido varios desperfectos.

Dimos por terminada la visita cultural sobre las seis menos veinte, solo restaba dar el parte al caballo vigilante y tomarnos las cervecitas. Lo hicimos en La Fontera, al límite de la cordura. La Ciclo trajo más material que descargó con furia, como si estuviese decepcionada por no pillarnos desprotegidos. ¡Qué bonito es ver llover cuando se está calentito y con una cervecita entre las manos! ¡Hasta la próxima! Abur…

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