CRÓNICA PATEADA 186

Devesa da Rogueira (O Courel) 16/05/2015

  Salimos desde distintos puntos hacia el mismo destino: el Aula de la Naturaleza de Moreda. Hicimos un “reseso” en Quiroga para un reagrupamiento de los adelantados con los dormilones. 
Estos últimos, aún con las legañas en los ojos, no vieron a nadie y pasaron de largo. Se confirma la teoría que dice que una información, al pasar por varios puntos, se distorsiona. Se les  había comunicado por teléfono que los esperábamos y no fue lo que entendieron. 

 Contamos esta vez, con tres nuevos congostreños: dos forman parte de las nuevas generaciones. Se trata de la hija de una veterana y el hijo de otra. También asistió a esta pateada una madrileña un poco mareada por tanta belleza.

Sobre las once comenzamos a caminar doce almas y un perro trasquilado. Comienza el camino en ascenso, cruzando un precioso souto de castaños, en la margen derecha del arroyo de la Rogueira. Dejamos a mano izquierda varios caminos que descienden a otros riachuelos de esta cuenca; poco a poco nos introducimos en la “sombra” norte del pico Formigueiros, la cumbre más alta del Caurel. Si se sabe ver y oler, puedes contemplar encinas, quejigos, y sobre todo plantas aromáticas, como el tomillo, el orégano, la menta…a medida que subimos varía la vegetación, encontrando ahora rebollos, avellanos, hayas, tejos, abedules, serbales y arándanos en las zonas más umbrías, y el camino va ganando altura. La fauna autóctona permanecía oculta al ojo inexperto. Podríamos haber visto águilas ratoneras y culebreras, cernícalos, gavilanes o también perdices, pero lo único que vimos fueron dos huidizas lagartijas…

 Paramos en cada saliente donde un letrero mencionaba como mirador. Foto, bromita y para arriba.

 También paramos de pura necesidad, para degustar los chocolates y tomar oxígeno extra. Sobre la una y cuarto, nos encontramos a unos 1400 metros de altitud, contemplando una pared rocosa de donde surgen las míticas Fonte do Cervo. De la misma pared surgen dos caños, uno de aguas ferruginosas y rojizas, y otro de agua blanca y cristalina de origen calcáreo. Las creencias populares otorgaron un poder sobrenatural a este lugar, atribuyéndole poderes medicinales a sus aguas: la blanca para curar la anemia y las enfermedades del estómago, y la de color ocre para los pulmones. Incluso algunos aseguran que es buena para recuperar el apetito. (Incluso alguno dice que es el origen del vino san clemente que da unas ganas de comerrrr)

 Después de la cata de aguas milagrosas, nos dirigimos al Mirador de Polín. No había nadie, ni siquiera Polín. Las vistas eran preciosas, se contempla toda la Devesa, por donde ascendimos y las aldeas de Parada y Moreda y en general toda la sierra del valle del rio Lor, hasta su encuentro con el Sil. Es evidente el contraste: verdes de las hojas, amarillos de los carpachos y lilas de las carqueixas como colores predominantes.

 Ya atacaba el hambre, así que comemos en la campa da Lucenza y después bajamos a la lagoa da Lucenza . No todos, algunos se sacrificaron para quedar custodiando las mochilas. No conseguimos voluntarios en la subida al monte Formigueiros. Solo cuatro machos “alfas” se atrevieron a subir con mochila y todo. Los demás lo rodearon. Formigueiros tuvo importancia en la Edad Media, cuando la mina de hierro que había, abastecía las múltiples “ferrerías” de toda la Sierra. Desde sus 1.639 metros, se puede contemplar los Ancares, Trevinca, Manzaneda y el Bierzo : montes Aquilianos, con las Médulas. Si fijamos la vista hacia el sur, podemos ver la cumbre más alta del Caurel, el Pía Pájaro de 1.616m y hacia el este, el Monte Faro, de 1.600m. 

Sobre las cuatro y media llegamos a la zona más bonita, que cruza y vuelve a enlazar con la subida en el corazón de la Devesa. En este punto, al hacer una parada técnica para reagrupamiento, se abren las mochilas y se hace uso de lo que queda de comer. Un letrero tallado en madera marca el cruce de desvío hacia el enlace de bajada. Todo lo subido con esfuerzo, ahora hay que bajarlo. 

Llegamos de retorno al Aula de la Naturaleza sobre las siete de la tarde. Las cañitas se sirvieron en el bar O Pontón, un particular local exclusivo donde una raíz puede llegar a ser unas patas de silla, su respaldo o quizás una lámpara. La única tapa de jamón y queso se hizo esperar, el pan tardó aún más. El camarero se excusaba diciendo que no les quedaba. Minutos más tarde se paseó indiferente por delante nuestro con un cesto a rebosar de trocitos de pan. Sería una reserva, nos consolábamos…

 Desde aquí… cada mochuelo a su olivo. ¡Hasta la próxima! Abur…

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