Franqueira (A Cañiza) 08/08/2015
A las diez, ya teníamos
las mochilas al hombro. Salimos del mismo pueblo de La Franqueira. Estrenamos
las botas en un entrañable camino que aun retenía la suficiente humedad para
dejarlo casi intransitable. Catorce pares de botas y Cobi, pasaron zigzagueando
como pudieron.
Salimos a un sendero ancho
y polvoriento. Cuando llevábamos un buen trecho, una vocecita en off nos dice:
¡Eh, que nos hemos colado! ¡Que había que desviarse más atrás!
Retomamos la senda de
las cruces. Tres enormes cruces marcaban la dirección a seguir. Para hacerlo
menos duro, el camino estaba marcado como si hubieran puesto de molde del
camino una “Z” seguida de otras.
Ya en las alturas, a
poco más de mil metros de altura, nos encontramos la cruz mayor, que presidía
la cumbre. Poco pudimos contemplar ni la cruz ni las preciosas vistas. Soplaba
el viento como si estuviese molesto con nuestra presencia.
Nos dirigimos a “O Coto
da Vella” que no es más que un escondrijo de la imagen de la Virgen, donde la
achantaron en el siglo VII, ante el temor de que los sarracenos la profanasen.
Debió colárseles un espejo, pues pasados los años, una anciana vio salir una
luz de las piedras y la curiosidad hizo el resto.
Retrocedimos sobre
nuestros pasos y tomamos el sendero histórico “O camiño da Raiña”. No sabemos
qué fue antes: el pájaro o la reina. El caso es que Doña Urraca tomaba este
camino para desplazarse desde sus tierras en Castilla hasta la Franqueira de
paso a los castillos de Villasobroso y Salvatierra.
Sobre la una, llegamos
al punto inicial del círculo del sendero de las “fragas e levadas dos ríos
Calvo e Deva”. Bajamos por la izquierda, por una ladera perfectamente soleada.
Se decide esta dirección para disfrutar la sombra del bosque para por la tarde.
Pasaba de la una y
media cuando nos encontramos con el molino del Arendo frente a un parque
infantil que despertó algunas añoranzas. Alguno intentó sin mucho éxito
columpiase, pero el ancho no era el adecuado. Quien sí disfrutó del agua del
molino, fue Cobi, que se acostó en el regato para refrescarse.
Seguimos bajando hasta
el Río Oulo y seguimos sus orillas. Pasada la central eléctrica, cruzamos el
río pasando sobre unas rocas. Seguimos hasta un pueblecito llamado As Caldas.
Volvimos al río en cuanto pudimos. Cruzamos el puente Lain subimos por unos
campos de labradío hasta el Mesón Playa Fluvial, donde nos esperaban las
cervezas frías y unos cafelicos. También hubo tiempo para refrescarse los pies
y echarse una cabezadita.
Después de casi una
hora, volvemos al río. Llegados a una poza, algunos congostreños decidieron
darse un chapuzón. Los demás continúan con paso lento para dar tiempo a ser
alcanzados. Se necesita reservar fuerzas, pues comienza la subida de todo lo
bajado durante la mañana.
En el pueblo de
Cachete, en un recinto de festejos llamado O Feirón, nos encontramos. La
emoción y el recogimiento motivó que uno de los congostreños se arrodillase
para pedir una foto de grupo.
Después de unos
metros de asfalto, nos adentramos en el Camino de los Difuntos (vete tú a
saber por qué lo llaman así). Este camino los lleva a atravesar la “Fraga do
río Calvo” donde el tiempo se detiene y la vida fluye con toda su energía.
Visiblemente cansados,
llegamos sobre las seis y media al cruce donde comienza la derivación “Coto da
Vella”. Seguimos subiendo hasta la fuente del pueblecito de Formigueiros. La
fuente “tiene vida propia”. Cuando bajamos por la mañana, apenas desprendía
unas gotas, ahora viéndonos sedientos, emanaba un buen chorro, pero en realidad era un parroquiano que estaba llenando la piscina y que de no ser por el "tío de la vara" aún seguiría desviando la fuente para él solo.
Según un vecino, nos
quedaba poco más de dos kilómetros hasta las cervezas de final de etapa. Esto animó a los "locomotoros" que se adelantaron dejando a los rezagados atrás., que tuvieron que conformarse con las cervezas medio caliente del único bar que había, casi tan antiguo como la Virgen de la Franqueira, y que no esperaba una avalancha de tantos fieles cerveceros, sólo había cerveza fría para los primeros, los demás tenían que esperar a que el congelador las enfriase algo. Las tapitas consistían en cuatro patatillas y seis aceitunas. Un generoso congostreño, encarga unas lonchas de jamón, la señora dice que va a buscarlo a casa y cuando todos esperaban que trajera un buen jamón de la zona, aparece con una bolsa de jamón envasado al vacío de las pésima calidad, eso si, esto despierta la generosidad de la tendera que viene plato en mano ofreciendo más patatillas y más aceitunas.
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…
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