CRÓNICA PATEADA 208



Sendas do Arenteiro (Carballiño) 09/07/2016

Llegamos a la capilla  de la Virgen de la Saleta sobre las diez y veinte. Está en un bosque entre Boborás y Carballiño. Tomamos dirección “A Gousiña” atravesando el bosque que se presentaba sombrío y lleno de rocío. La vegetación había tomado un tamaño que refrescaba cerca de la cintura.

Un congostreño, que llevaba la cabeza en la mochila, se percata que el apetitoso bocadillo, se le había quedado en el bar, el guía le indica un lugar dónde podría comprar otro. Al llegar a un pueblecito llamado Barro, se acerca el sin cabeza al bar “Casa Pisco” sobradamente conocido y publicitado.
-        Buenos días, tendrías algo con que hacerme un bocadillo.
-        Es quéee… no ha llegado el cocinero.
-        Vele, no hace falta que sea caliente, de chorizo, o queso o cualquier otra cosa.
-        Es quéee… no sé dónde lo guardó.

El sin cabeza pensó que seguramente habrían jugado al escondite por la noche, y el cocinero había ganado el primer premio y aún estaba celebrándolo. Sólo eran las once y cuarto. Hubo que apañarse con unas oreo y pistachos.

Para dirigirnos a Paciños, nos adentramos en un bosque de árboles jóvenes custodiados por una jauría de perros que nos recibieron con quejas en su idioma. Seguramente nos decían que el camino estaba cortado, pero no hicimos caso.

En mitad del camino, se levantaba un portal negro, mucho más robusto que el de Belén. Estaba dotado de un ingenioso sistema para que no se pudiese abrir sin la llave. Permanecía sujeto a dos fuertes columnas de gran envergadura con un capitel en forma de pirámide.

El congostreño con la cabeza en la mochila, haciendo alarde de su poco juicio, realiza un intento: se sube al portal queriendo franquear la gruesa columna sujetándose al capitel, pero las manos no tienen la adherencia esperada. Esto era debido a la crema solar de protección 20% aplicada recientemente, si fuese del 50% protegería más.

El resultado fue que se desploma hacia el suelo, dando la misma imagen que un pollo desplumado, cuando se cae de espaldas de su nido. Trata de aletear intentando recuperar el equilibrio, pero no es posible, se desploma sobre su propia mochila, que le amortigua el golpe. Moraleja: si eres un pajarito, ponte mochila.

Una vez recuperados del susto de la caída, levanta expectación un arcángel que se sitúa de rodillas a los pies de la columna. Ataviado con una camiseta de tipo Batman de un blanco inmaculado y un sombrero vaquero a juego,  parecía estar pidiendo perdón por los pecados cometidos.

¿Te pasa algo? Le pregunta el congostreño volador. “¡Claro que me pasa, joder, me deche unha hostia!, eu Iba a collerche o pau que che caia, e boom, arreasme coa man nas jafas”.

Parece que con la adrenalina en sus máximos y un enérgico aleteo, no reparó en que había debajo nada más que el suelo. Si lo había, era su compañero que le intentaba ayudar llevándose la peor parte. El golpe sobre las fuertes gafas, le había abierto una pequeña brecha sobre la nariz. Supongo que de situaciones como esta saldría el refrán “meter la nariz dónde no te llaman”. El más apto del grupo, le puso un apósito para que cicatrizase y dejase de sangrar. La cura terminó siendo una tirita color hueso que le destacaba sobre su moreno natural, dándole una imagen de indio sioux con gafas.

Después de todo este trabajo, un congostreño mañoso, aparece al otro lado sin mucho esfuerzo. Había un caminito que rodeaba el portal mucho más fácil. Llegamos a Paciños, allí había una fuente para refrescarnos y lavar las heridas.

Llegamos “A Piteira” de camino de “Souto”. En una fuente casi a la sombra, nos tomamos el plátano. Algún gracioso avisaba de que llegaba el protagonista de la historia del portal, para que la gente se apartase. Unos lo tomaban a risa, otros se apartaban.

“Souto” lo cruzamos por la carretera general asfaltada. Nos dirigimos a “Mosteiro”. Se trata de un pequeño pueblecito donde seguramente se inspiró el trabalenguas: el pueblo está enladrillado, quién lo desenladrillará, el desenladrillador que lo de desenladrille, buen desenladrillador será.

Aquí, visitamos la iglesia de San Pedro de Lobás, pegada a las ruinas del monasterio conocido por “O Mosteiro”. Edificio del siglo XII. El pueblo, aunque muchos de sus habitantes no lo saben, recibe el nombre debido a la importancia que tuvo antes de estar en ruinas.

Ya toca retorno. Nos dirigimos a las orillas del Río Arenteiro. Recorremos el margen izquierdo. Había un lugar que parecía bueno para el baño, pero todos se cortaron al ver un letrero que decía “Talla mínima 19 cm.” Se trataba de la medida de la trucha, pero aun así no se atrevieron.

En una zona fresca, a la orilla del río, nos tomamos los bocatas, los que lo tenían. Al congostreño con la cabeza en la mochila, le ofrecieron de todo, pero estaba abochornado y se conformó con sus oreo y sus pistachos. Alguno aprovechó para un bañito rápido, pero a la media hora volvíamos al camino. A apenas un kilómetro, cruzamos un puente de piedras y cambiamos de orilla. Lo hicimos en varias ocasiones, hasta llegar a un lugar idóneo para el baño y sin letreros. Allí se separaron: los niños con los niños y … no sé qué más.

La siguiente fuente tenía algunas propiedades. Por lo menos olfativas. Si no percibías el aroma a “Tufel nº 5”, tenías problemas otorrinolaringológicos. Seguimos sendero hasta Carballiño. Un ruido característico de niños y chapoteo llegaba a nuestros oídos. Era la piscina local o área recreativa. Rodeamos unos campos de hierba muy crecida, por un largo puente de madera. Por un puente también de madera, volvemos a cruzar el río. Por el camino, nos topamos con una antigua piscifactoría, en sus aguas había gente refrescándose, pero nuestro interés estaba en la Peña de los enamorados. Hasta allí se sube por unos fornidos escalones de madera, que ya han quitado algunos, para dar mayor realismo. Representan los tropiezos que han en la vida de los enamorados hasta el final feliz, el matrimonio. De momento queda así. Lo del matrimonio merece un capítulo aparte.

La cúspide de los enamorados es hacerse una foto contra unas piedras que parecen caras acercadas por el amor. Yo sólo vi unos peñascos informes, claro que ya llevo algunos años casado.

Se realizan fotos, tipo fotomatón, por parejas y con la carita arrimada. De las parejas hablaremos en otra ocasión.

Seguimos bajando, hasta un antiguo molino. Allí montaron una atalaya en un puente de madera sobre el río,  para poder contemplarlo desde arriba. Lo aprovechamos y realizamos muchas fotos.

El sendero nos lleva hasta “Enfesta”, la cruzamos con la promesa de una barra con dos surtidores. Era cierto, había una barra y dos surtidores, pero de agua fresquita. Incluso en un abuso de galantería, dejaron un vaso de uso público.

Llegamos a los coches sobre las seis y media. A medida que iban llegando, iban ocupándose de sus cosas. Unos cambiaban de ropa, otros estiraban. Una nueva congostreña, muy cantarina, parecía querer subir a un contenedor de basura y no le daba la pierna. Sólo parecía, en realidad estaba estirando, y su elasticidad era tanta que llegaba a la tapa.

Las cañas las tomamos en la pulpería Fuchela de Carballiño,. Nos juntamos unas mesas y corrieron las cervezas y un café con hielo. Corrieron las cervezas porque el camarero no corría mucho, Trajo las patatillas cuando los vasos estaban casi vacíos. Menos más que siempre hay un congostreño que trae algo de picar para que no caiga la cerveza en vacío.

Desde aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta la próxima! Abur…

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