Sendas
do Arenteiro (Carballiño) 09/07/2016
Llegamos
a la capilla de la Virgen de la Saleta sobre las diez y veinte. Está
en un bosque entre Boborás y Carballiño. Tomamos dirección “A Gousiña”
atravesando el bosque que se presentaba sombrío y lleno de rocío. La vegetación
había tomado un tamaño que refrescaba cerca de la cintura.
Un
congostreño, que llevaba la cabeza en la mochila, se percata que el apetitoso
bocadillo, se le había quedado en el bar, el guía le indica un lugar dónde
podría comprar otro. Al llegar a un pueblecito llamado Barro, se acerca el sin
cabeza al bar “Casa Pisco” sobradamente conocido y publicitado.
-
Buenos
días, tendrías algo con que hacerme un bocadillo.
-
Es
quéee… no ha llegado el cocinero.
-
Vele,
no hace falta que sea caliente, de chorizo, o queso o cualquier otra cosa.
-
Es
quéee… no sé dónde lo guardó.
El sin
cabeza pensó que seguramente habrían jugado al escondite por la noche, y el
cocinero había ganado el primer premio y aún estaba celebrándolo. Sólo eran las
once y cuarto. Hubo que apañarse con unas oreo y pistachos.
Para
dirigirnos a Paciños, nos adentramos en un bosque de árboles jóvenes
custodiados por una jauría de perros que nos recibieron con quejas en su
idioma. Seguramente nos decían que el camino estaba cortado, pero no hicimos
caso.
En
mitad del camino, se levantaba un portal negro, mucho más robusto que el de
Belén. Estaba dotado de un ingenioso sistema para que no se pudiese abrir sin
la llave. Permanecía sujeto a dos fuertes columnas de gran envergadura con un
capitel en forma de pirámide.
El
congostreño con la cabeza en la mochila, haciendo alarde de su poco juicio, realiza
un intento: se sube al portal queriendo franquear la gruesa columna sujetándose
al capitel, pero las manos no tienen la adherencia esperada. Esto era debido a
la crema solar de protección 20% aplicada recientemente, si fuese del 50%
protegería más.
El
resultado fue que se desploma hacia el suelo, dando la misma imagen que un
pollo desplumado, cuando se cae de espaldas de su nido. Trata de aletear
intentando recuperar el equilibrio, pero no es posible, se desploma sobre su
propia mochila, que le amortigua el golpe. Moraleja: si eres un pajarito, ponte
mochila.
Una
vez recuperados del susto de la caída, levanta expectación un arcángel que se
sitúa de rodillas a los pies de la columna. Ataviado con una camiseta de tipo
Batman de un blanco inmaculado y un sombrero vaquero a juego, parecía estar pidiendo perdón por los pecados
cometidos.
¿Te
pasa algo? Le pregunta el congostreño volador. “¡Claro que me pasa, joder, me
deche unha hostia!, eu Iba a collerche o pau que che caia, e boom, arreasme coa
man nas jafas”.
Parece
que con la adrenalina en sus máximos y un enérgico aleteo, no reparó en que
había debajo nada más que el suelo. Si lo había, era su compañero que le
intentaba ayudar llevándose la peor parte. El golpe sobre las fuertes gafas, le
había abierto una pequeña brecha sobre la nariz. Supongo que de situaciones
como esta saldría el refrán “meter la nariz dónde no te llaman”. El más apto
del grupo, le puso un apósito para que cicatrizase y dejase de sangrar. La cura
terminó siendo una tirita color hueso que le destacaba sobre su moreno natural,
dándole una imagen de indio sioux con gafas.
Después
de todo este trabajo, un congostreño mañoso, aparece al otro lado sin mucho
esfuerzo. Había un caminito que rodeaba el portal mucho más fácil. Llegamos a
Paciños, allí había una fuente para refrescarnos y lavar las heridas.
Llegamos
“A Piteira” de camino de “Souto”. En una fuente casi a la sombra, nos tomamos
el plátano. Algún gracioso avisaba de que llegaba el protagonista de la
historia del portal, para que la gente se apartase. Unos lo tomaban a risa,
otros se apartaban.
“Souto”
lo cruzamos por la carretera general asfaltada. Nos dirigimos a “Mosteiro”. Se
trata de un pequeño pueblecito donde seguramente se inspiró el trabalenguas: el
pueblo está enladrillado, quién lo desenladrillará, el desenladrillador que lo
de desenladrille, buen desenladrillador será.
Aquí,
visitamos la iglesia de San Pedro de Lobás, pegada a las ruinas del monasterio conocido
por “O Mosteiro”. Edificio del siglo XII. El pueblo, aunque muchos de sus
habitantes no lo saben, recibe el nombre debido a la importancia que tuvo antes
de estar en ruinas.
Ya
toca retorno. Nos dirigimos a las orillas del Río Arenteiro. Recorremos el
margen izquierdo. Había un lugar que parecía bueno para el baño, pero todos se
cortaron al ver un letrero que decía “Talla mínima 19 cm.” Se trataba de la
medida de la trucha, pero aun así no se atrevieron.
En una
zona fresca, a la orilla del río, nos tomamos los bocatas, los que lo tenían.
Al congostreño con la cabeza en la mochila, le ofrecieron de todo, pero estaba
abochornado y se conformó con sus oreo y sus pistachos. Alguno aprovechó para
un bañito rápido, pero a la media hora volvíamos al camino. A apenas un
kilómetro, cruzamos un puente de piedras y cambiamos de orilla. Lo hicimos en
varias ocasiones, hasta llegar a un lugar idóneo para el baño y sin letreros.
Allí se separaron: los niños con los niños y … no sé qué más.
La
siguiente fuente tenía algunas propiedades. Por lo menos olfativas. Si no
percibías el aroma a “Tufel nº 5”, tenías problemas otorrinolaringológicos. Seguimos
sendero hasta Carballiño. Un ruido característico de niños y chapoteo llegaba a
nuestros oídos. Era la piscina local o área recreativa. Rodeamos unos campos de
hierba muy crecida, por un largo puente de madera. Por un puente también de
madera, volvemos a cruzar el río. Por el camino, nos topamos con una antigua
piscifactoría, en sus aguas había gente refrescándose, pero nuestro interés
estaba en la Peña de los enamorados. Hasta allí se sube por unos fornidos
escalones de madera, que ya han quitado algunos, para dar mayor realismo.
Representan los tropiezos que han en la vida de los enamorados hasta el final
feliz, el matrimonio. De momento queda así. Lo del matrimonio merece un
capítulo aparte.
La
cúspide de los enamorados es hacerse una foto contra unas piedras que parecen
caras acercadas por el amor. Yo sólo vi unos peñascos informes, claro que ya
llevo algunos años casado.
Se
realizan fotos, tipo fotomatón, por parejas y con la carita arrimada. De las
parejas hablaremos en otra ocasión.
Seguimos
bajando, hasta un antiguo molino. Allí montaron una atalaya en un puente de madera
sobre el río, para poder contemplarlo
desde arriba. Lo aprovechamos y realizamos muchas fotos.
El
sendero nos lleva hasta “Enfesta”, la cruzamos con la promesa de una barra con
dos surtidores. Era cierto, había una barra y dos surtidores, pero de agua
fresquita. Incluso en un abuso de galantería, dejaron un vaso de uso público.
Llegamos
a los coches sobre las seis y media. A medida que iban llegando, iban
ocupándose de sus cosas. Unos cambiaban de ropa, otros estiraban. Una nueva
congostreña, muy cantarina, parecía querer subir a un contenedor de basura y no
le daba la pierna. Sólo parecía, en realidad estaba estirando, y su elasticidad
era tanta que llegaba a la tapa.
Las
cañas las tomamos en la pulpería Fuchela de Carballiño,. Nos juntamos unas mesas
y corrieron las cervezas y un café con hielo. Corrieron las cervezas porque el
camarero no corría mucho, Trajo las patatillas cuando los vasos estaban casi
vacíos. Menos más que siempre hay un congostreño que trae algo de picar para
que no caiga la cerveza en vacío.
Desde
aquí… cada mochuelo a su olivo.
¡Hasta
la próxima! Abur…
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