CRÓNICA PATEADA 224

Penalba (Ourense) 20/05/2017

Esta fue una pateada un poco accidentada. Se sale tarde por culpa de un conductor, demasiado dependiente del Tom Tom y algo se le pega. Creyendo que sólo él va en la dirección correcta, cambia la dirección para reconducirse, pero como los demás son muchos, no le queda más remedio que seguirlos. A la llegada al punto de encuentro tarde, el congostreño que se había quedado a esperar por los tardones ya estaba desesperado. Guiado por los nervios, abronca al conductor tardón y le da dos palos. El conductor tardón, admitiendo su responsabilidad, abre el maletero para coger la mochila y guardar los palos, que se había olvidado en el otro coche la pateada anterior. Además de tardón, despistado.

Casi arrastrados de las orejas, comienzan a subir por un bonito sendero pero demasiado inclinado para los primeros pasos. El que se siente responsable de la tardanza, sube como si no le costase nada, dejando a los demás atrás. A poca distancia estaba el grueso de la tropa esperando. No lo hacían por solidaridad, sino porque había un cruce y dudaban de por dónde seguir. El que se había quedado a esperar a los tardones, era quién sabía el camino.

El sendero era bonito y la vegetación crecida hacía presagiar que no estaba muy transitado; sin embargo algunos puntos estaban recién limpios para hacer destacar las antiguas construcciones comunales, como los lavaderos. Limpios de vegetación se notaba que había muchos años que no se usaban.

La ruta estaba muy bien señalizada con carteles de madera donde figuraba “RUTA”, unas líneas blanca y verde con la dirección y unas huellas de botas en miniatura de color blanco.

Había tres rutas que teníamos la intención de entremezclar, pero dado el percance del retraso, y la poca disponibilidad de algunos… nos quedamos con dos.

Principalmente nos quedamos con la del contrabando, haciendo incursiones en la del Farricoque. La primera lleva el nombre por coincidir con la ruta que se seguía para ir a Portugal a comprar harina y revenderla en España en los tiempos de la posguerra. La segunda lo tomaba por la abundancia de los farricoques en ese lugar.

Los farricoques, también se conoce en otros lugares por: campanillas, tróqueles, estalos, deladeras… son unas plantas con flores acampanadas con varias utilidades principales: se utilizan para medicamentos del corazón (¡cuidado! es muy venenosa) y como no, de toda la vida, duendes y hadas la han utilizado de sombrero. En la infancia, ¿quién no ha pillado una campanilla, le tapaba la entrada y la golpeaba contra la palma de la mano para que explotase haciendo ruido y asustar al compañero? Lo gracioso era cuando pillabas una abeja dentro y el que se asustaba eras tú… Las niñas metían los dedos dentro y jugaban a que tenían las uñas pintadas. La infancia y la falta de recursos, es lo que tiene, agudiza el ingenio.
Tambíen se hizo un pequeño tramo de las tercera ruta, La de Maquino Largaño, que significa «camino largo» en barallete, la jerga gremial de los antiguos paragüeros y afiladores. Esta era tierra de afiladores y encontramos algún tributo a dicho gremio. 

Pasamos por Sobrado sobre las doce y veinte, en dirección al Mirador da Lampa. Después de mirar el paisaje y las vistas sobre el Miño, nos tomamos el plátano. Salimos casi atragantados, alguno con la boca llena se ponía la mochila y salía pintado para no perder al grupo.
Pasamos por o Penedo do Trigo sin pararnos a verlo, ocurre lo mismo con o Penedo Rufino. La próxima parada fue delante de un espantapájaros creado con una cruz de palo clavada en el suelo y un saco vestido, por cabeza un cojín de paja y un sombrero caído. Era la referencia para Pedra Longa. Se trata de un peñasco en forma de garrote como  As de Bastos enterrado por la parte más estrecha. Dada la fragilidad aparente, tres congostreños intentaron empujarlo simulando que querían tirarlo, pero sin éxito.


El siguiente punto para visitar era el Castro da Moura, un castro que no era un castro como los conocemos, sino una montaña llena de rocas situadas por puro azar. No disponía de restos de civilización antigua, pero sí de preciosas vistas.

En un momento dado, se presenta una vista digna de fotografiar y una congostreña le dice a su compañera: cógeme de aquí el móvil que no le llego, indicando la dirección con la mirada. Los congostreños que iban delante, oyen que la compañera le dice: ¡¡pero no te muevas, coño, que se te cuela por la raja y no le llego!!

Los congostreños que iban delante, giran la cabeza para comprobar si habían oído bien. Efectivamente habían oído bien. Alguna congostreña que quiere mucho a su móvil, lo guarda en la mochila lo que le da difícil acceso y al mover la mochila se introducía por una abertura hasta el fondo y no era fácil alcanzarlo.

En el camino hasta Vidueco, se nos presentan una montañitas en una planicie repleta de hierba, se trata de las mámoas das Cabanas ou de Moura, tampoco nos paramos a verlas, ni paramos en Biduedo, estaba en un estado ruinoso, aunque alguna casa la estaban reconstruyendo. Parece ser que el nombre se lo debe a los bosques de abedules o bidueiros.

La siguiente población era Paradela y después el Monasteiro de Santo Estevo. Ya llevaba tiempo oyéndose que había hambre, así que a las tres en punto nos sentamos en un murito cerca del aparcamiento para papear los bocatas. No visitamos el interior del monasterio pero sí la cafetería y sus baños.

La subida fue un poco pesada, el bocata fermentaba y se llevaba la mitad de la fuerza. El firme cimentado no ilusionaba, pero al llegar a la zona arbolada el ánimo cambia, las fuerzas no, pero se sube más animado. Con razón al camino siguiente se le llamó “Camiño da Amargura”. El camino de la amargura nos llevaba hasta el mirador del Castro. Desde este mirador, nos recreamos con las vistas y hacemos fotos de grupo con el monasterio al fondo. 

El sendero se nos llena de agua, no podemos pasar, pero alguien encuentra una ruta alternativa bordeando el camino. Solo hay que subir un pequeño muro de piedras y continuar por la zona de fuera del muro unos metros hasta encontrar zona seca. Parece fácil, pero en un tramo de vegetación enraizada, algunos dan unos traspiés, así que una congostreña que venía por segunda vez, consideró que aquello merecía una buena caída, y se cayó, nada vistoso, no grave, pero queda anotada para un posible concurso de caídas.

Nos paramos en un pueblecito para reagruparnos, Pombar, creo que era. Una congostreña pregunta, al único vecino que vimos, por la existencia de una fuente, éste la acompaña casi a las afueras del pueblo para indicarle con el índice justo a un metro de distancia. Su mujer, que había quedado sola, veía con recelo la situación. Pasaron ya muchos años el tener motivos de qué preocuparse para empezar ahora. Con una indicación directa ya bastaba, no hacía falta llevársela hasta allí. Una  vez encontrada agua fresca, otros se aprovecharon para rellenar.

Seguimos hasta conectar otra vez con el camino del contrabando por los alrededores de Luintra. A la salida, nos encontramos con unos caballitos que se mostraban cariñosos. Algunos se hicieron fotos con los animalitos.

Sobre las seis de la tarde, estábamos bajando por la zona de los molinos. Una rueda de molino estaba pegada en una gran roca, justo al lado del cartel que lo anunciaba. Hubo quién intentó llevarse la rueda para hacer un pin o un llavero, pero había prisa y no quiso pararse.

En el descenso de la zona de los molinos, había un letrero que indicaba “A SERPE”, intentamos encontrarla buscando con un palo entre las hojas, pero se trataba de un saliente enorme de una roca en la que el liquen dibujaba la cara de una serpiente.

También había un letrero clavado en un árbol que no presentaba ninguna característica. El letrero decía “ABRAZA O TEU ARBORE”. No vamos a entrar en si está bien o mal, lo cierto es que alguna congostreña se abrazó para la foto.

Las fotos traen algún disgusto a los forofos. Descuidan la seguridad en aras de una mejor foto. En este caso hay alguna congostreña que hace fotos que no muchos ven como posibles. En una de estas sesiones, después de una sonrisa de satisfacción por la foto, ve a su alrededor y no ve a nadie. Pasaron unos minutos de incertidumbre antes de que viese a otra persona que la buscaba.

Unos llegaron a los coches por el mismo sendero por donde se comenzó, por lo que se perdieron la casita del árbol. La casita que cualquier niño de diez años estaría orgulloso de tener.

Las cervezas las tomamos en el Remanso dos Patos. Tuvimos que desplazar al grupo anterior que habían acabado con las cervezas frías. En vez de una cerveza teníamos que tomar dos pequeñitas.


Después de los abrazos, besos y despedidas…
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo,


Hasta la próxima , agur !

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