CRÓNICA PATEADA 228

Ponte Caldelas (Pontevedra) 12/08/2017

Llegamos a la alameda puntualmente, como de costumbre. Los que esperaban no perdían el tiempo, ya estaban dando trabajo al camarero de la cervecería Alameda. La hora prevista de llegada, era a las nueve de la mañana, pero algunos rápidos, llegan a las nueve y veinte y deciden hacer tiempo en las orillas del río. Mandan whatsApps para corroborarlo.

Salimos sobre las nueve y veinte de la alameda hacia las orillas del Río Verdugo, el nombre no inspira mucho; tomamos un sendero del margen izquierdo y continuamos. No había rápidos.

El camino era fresquito y sombrío. Nos encontramos un letrero que indicaba “A LAXOSO. Pola congostra, baixo as carballeiras”. Siguiendo las indicaciones, pasamos por senderos flanqueados por los típicos muros de piedras y vid como techumbre. Las uvas aún estaban pequeñas y verdes. Al otro lado del muro, nos encontramos un animal exótico en vías de extinción. Nos saluda con su grito de alegría: aaah, hiaaa, hiaaa hiaaa, hiaaa, hiaaa. Algún congostreño parece entenderlo y se comunica con él, incluso creo que le dieron una manzana como gratitud a su concierto de bienvenida.

Cerraba el sendero una estructura, que, en un principio, se había diseñado para el descanso. Unos lo identificaban como somier con patas y láminas de madera reforzada, tratada para no ceder ante la humedad; pero había quién entendía más del tema y lo llamó canapé.

Hay que matizar que los canapés también son aperitivos elaborados de pequeño tamaño y decorados que se comen de un bocado. Son delicias tradicionales de fiestas y celebraciones, en donde se sirven de pie, antes de la comida principal. No conviene confundirlos, pues a pesar de su gran contenido en hierro, el canapé-somier, podría indigestar al que se lo coma.

Serían sobre las diez y media cuando un congostreño curiosón consulta el WhuatsApp y se da cuenta que dos congostreños rapidísimos, aún están haciendo tiempo en el río. Nos ponemos en contacto con ellos para indicarles que ya pueden dejar de hacer tiempo y añadirse al grupo. Vienen por asfalto más rápidos que algunos coches, casualidad, estaban acondicionando la vía para una prueba de coches de carreras que se celebraría por la tarde.

Venían haciendo ruido, pero no de motores, sino más bien de protesta, por no haberlos esperado, alegando que habían enviado mensajes al grupo. Se nota que son los únicos mortales que no silencian los grupos para no sufrir un ataque de estrés con tanto trrr, trrr.

Los grupos de mensajes, son como las neuronas, todas se comunican con todas. Teniendo en cuenta esto y que hay gente que necesita comunicar al mundo todo lo que le ocurre, piensa, siente o ve, cuando recibes al mismo gato parlanchín más de cincuenta veces, venido de otros tantos grupos, decides silenciarlos para tener un ratito para ti.

Seguimos por la “Ruta das Almiñas e do “Foxo do Lobo”, que transcurría a los pies de unos campos de cultivo y bajo robledales.

Nos estaba esperando el grueso del grupo, que ya habían visitado un cruceiro, el del camino de Roriz. Se levantan del letargo y continuamos camino. No habían pasado trescientos metros cuando salta la alarma: una congostreña reciente había perdido las gafas de sol.

Un congostreño con una media muy alta en la localización der objetos perdidos se pone en activo, le acompañan otros que hacen bulto. Después de desandar el camino hasta habíamos estado parados, y  no encontrarlas,  deciden volver para  buscar en  un lugar que tuvo que visitar por razones fisiológicas. Eso si, encuentran un bastón de otra senderista aficionada a ir "sembrando" bastones a lo largo de la geografía gallega. Las gafas fueron localizadas en el último sitio donde había estado. Varió el protocolo de acicalamiento, desplazándose un poco en el paso de levantarse del estado de cuclillas, momento que había aprovechado la gafa para escurrirse. El hecho es que estaban bajo un helecho, a unos metros de un papel blanco y un cerco de humedad.

Los siguientes pasos nos llevan por un camino donde faltaban los eucaliptos, los habían talado y estaba la zona desolada, el suelo polvoriento. Llegamos a la primera fuente, estaba insertada en un poste seco que no hacía presagiar lo que contenía. A pocos metros había una cruz en relieve en un poste con una inscripción también en relieve.

El final de este camino era el mirador de Castrelada, aquí aprovechamos para mirar la Ría de Vigo, Pontevedra y Arousa. También para tomarnos el plátano a la sombra. Antes de irnos, nos hicimos una foto del grupo.

Las planchas de roca se amontonaban a orillas del sendero dibujando figuras caprichosas. También estaban caprichosas unas moscas que no dejaban de molestar a un bonito caballo encerrado en una finca cerca de Calvelle, en Cotobade.

Nos dirigimos a ver “O Foxo do Lobo” para volver al Verdugo. En una zona del Verdugo, donde el agua era más propicia, los más acalorados se refrescan, el resto sigue camino. En unos instantes estaban todos reunidos, salvo dos veteranos. Confiados en su experiencia, no se esforzaban mucho. En presencia del Foxo, nos reunimos todos y volvemos al camino.

Poco más de dos horas nos lleva llegar a la zona del Verdugo con zonas propicias para otro baño. Casi los mismos vuelven a refrescarse antes del bocata, el resto se dedican al bocata directamente. Había tiempo, incluso, para una pequeña siesta.

Al despertar, nos fuimos a ver los saltos de agua del Verdugo, pero estaba perezoso y no saltaba nada. Seguimos por un sendero bajo los robles hasta una zona donde se cruza el río por encima de unas muelas de piedra que están ancladas al fondo. Están situados a una distancia de un paso natural de una persona, de ahí su nombre: pasos, pasais, peares, pasadeiras, pasadoiros o poldras. Al otro lado de los pasos, había un pequeño santuario de piedra. Seguramente sería para agradecer al santo haber pasado seco.

Llegamos a Fraga, en un punto donde había un letrero que marcaba en dirección a la iglesia de Carritel. Nos tienta la posibilidad de no ir, pues el calor atacaba, pero un congostreño que suele vivir en Babia, insiste porque había oído que estaba ahí arriba, dando por sentado que era a unos metros. Los metros se fueron alargando hasta más de un kilómetro y el mismo que había insistido en subir, preguntaba: ¿falta muchooo?

Había valido la pena, la Iglesia Parroquial de Santa María de Carritel, es de estilo neogótico, de 1903. En la parte exterior destacan los contrafuertes de los laterales y en la fachada, dos enormes rosetones con vidrieras de colores. En el interior, si estuviese abierta, se podría ver la planta basilical, de una sola nave, cubierta por una bóveda de crucería de cuatro tramos separados por arcos fajones. La claridad vendría a través de vidrieras policromadas. Está construido sobre los restos de una capilla barroca del siglo XVIII. En la parte trasera, hay un cruceiro con una mesa a los pies.

Después de unos minutos de reflexión, fruta, reposición de agua de la fuente y siesta, volvemos al camino. Pronto volveríamos a pasar otro puente de poldras. Una de ellas se movía y daba un estado de emoción extra, sobre todo porque no había santuario donde agradecer o pedir nada y había más posibilidades de pasar menos seco. No hubo suerte, todos pasaron sin mojarse.

Llegamos a la playa fluvial de la Calzada con bandera azul. Estaba petao. Algunos esquiroles se acercaron a un chiringuito y tomaron una caña rápida y clandestina, mientras el grupo continuaba hasta Pontecaldelas.

Las cervezas oficiales se toman en la cafetería Aries de la alameda. Agotamos todas las existencias de jarras frías y de pinchos.  Todo muy rico.

Después de los abrazos, besos y despedidas…
Desde aquí… cada mochuelo a su olivo,

¡Hasta la próxima! Agur…

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