CRÓNICA PATEADA 235

13/01/2018 Pazos de Borbén (Pontevedra)

En un principio quedamos en la iglesia de Moscosos, para salir hacia el Río Barragán. La senda pensada atravesaba el río. El Barragán, en verano va lleno, así que en un día de lluvia no era muy prudente cruzarlo. Habría que cruzarlo por unas poldras que seguramente estarían hundidas. (Muelas de piedra que sobresalen en línea). El buen juicio hace cambiar por otra menos conflictiva, así que el guía improvisado, saca de su maletín su arma mágica y vamos para allá. En unos kilómetros, nos ponemos en la Biblioteca Pública Municipal de Pazos de Borbén, una casita de piedra que parecía el Concello. Justo en la placita de delante aparcamos.

Ya pasaban de las diez cuando trece “piraos” bajan por la carretera asfaltada con la mera intención de disfrutar de un paseo bajo la lluvia, pero con paraguas, que no es cuestión de darse una sobredosis de entusiasmo. A unos trescientos metros, tomamos la primera bajada hacia la Iglesia de Santa María de Pazos, imbuida en su cementerio.

Poco más abajo entramos en un camino entre una vid y unos matojos que nos lleva bordeando unos campos. Un grupo de caminantes miran de reojo a una pareja que están discutiendo bajo la lluvia: “toca, toca, le decía ella”. Él negaba con la cabeza pero hacía ademán de tocar. Ella insistía con decisión: “pero mete la mano por dentro, verás cómo está mojada”. Él con un fingido rubor, le dice:” no me pidas eso, que soy un hombre casado”. Era cierto, la calidad de una capa roja no era muy buena y no transpiraba.

Llegamos a “As Muras”, una pequeña localidad, cruzamos sus calles y nos adentramos en un nuevo prado; es curioso lo caritativas que son estas gentes, han dejado unas bolsitas colgadas a la entrada de casa, con pan para los pobres caminantes. De haberlo sabido…

Llegamos al inicio del sendero “da Levada de Casqueiros” que va desde “Chan das Xunqueiras hasta el Rectoral de Borbén” siguiendo el “Río do Pozo Negro”. Bajo los pies nos encontramos con caminitos que pugnaban por ser ríos. Estos aprendices de río nos llevan a un pueblecito donde había una casita que parecía un castillo, tenía los nombres de sus propietarios tallados en los pilares del portal de entrada. Es aquí frente a este monumento donde nos tomamos el plátano.

Seguimos la carretera hasta un camino entre eucaliptos que se parecía a un corta fuegos, éste nos lleva a un muro donde, algún espíritu de escultor, nos deja unos relieves contorsionados que daban pie a la interpretación. Muchos coincidieron en que veían una pareja en pose lasciva, un ojo y un pez-guarro o guarro-pez, (una imagen ojival, que por la izquierda parece un pez y en la cola hay una cabeza de cerdo).

Entramos en la “Senda da Levada de Casqueiros” concretamente en “Bazouco”. Pasamos por “A Fraga do Pozo Negro” cargada de riachuelos y distintas especies de flora. Deduzco que el pozo estaría muy profundo por eso lo llamaron negro.

As levadas de casqueiros, son canales de irrigación poco profundos, empleados desde antaño para regar las fincas de Muras y Cuartos de Borbén.

Mientras caminábamos por un estrecho camino, suena un grito: ¡Cuidado por ahí! Una atemorizada congostreña se asusta al ver salir un bicho feo con dos patas, de detrás de un muro. Seguimos una acequia que nos lleva por “O Camiño das Cacolas”. Seguramente tendrían miedo a resbalar en las cacolas, porque todos dieron la vuelta, salvo un explorador que se adentró siguiendo el río hasta “A Presa dos Casqueiros”, siguiendo un letrero que auguraba encontrar una Tola. Por mucho que buscó, no estaba la loca por ninguna parte.

A Tola, no es una señora ida, llaman así a una piedra de tres agujeros que divide las aguas que recibe desde el Molino del Pozo Negro, en dos canales llamados “A Moita” e “A Pouca” siguiendo unos calendarios de regadío.

Nos encontrábamos en Cuartos de Borbén, justo frente a la Iglesia Santiago de Borbén, cuando comienza una discusión culinaria ¿Comemos aquí o seguimos? Hubo varias votaciones que coincidieron en comer sentados en las vallas de la iglesia. Las cervezas las encontramos en una tienda cercana.

Después del bocata, el paisaje era como los negativos de las fotos. Hemos pisado tierra quemada durante muchos metros hasta encontrar el recinto del Santo Aparecido. Un recinto de culto donde se erige una cruz de piedra con un santito de piedra encerrado en una jaula de pájaro.

Seguramente como hacía frío, el santo se ausentaba y en vez del aparecido lo llamarían el desaparecido, por eso tomaron la dura decisión de encerrarlo en la jaula.

Desde estas alturas ya se divisa la biblioteca dónde nos esperan los coches. A pocos metros del santo enjaulado subimos por tierra quemada hasta unos petroglifos. Las interpretaciones son que se hacían círculos con distintas perforaciones para entrar en contacto con sus antepasados (digo yo que en vez de perforar la roca les sería más fácil rodearla, pero… yo ya no soy neandertal). Hay un incrédulo que dice que sería un señor con un taladro. En vez de marcar donde perforar, lo hizo directamente y con el tembleque agujereó toda la piedra.

Las cervezas fueron en un furancho camino a Sotomayor, en As Penas. Se llama Furancho La Posada del Marqués. Cómo marqueses no, pero no estuvo mal. Con las cervezas nos pusieron dos platos con lonchas de jamón y chorizo. No se podían comer, los ponían tan lejos que no llegábamos, los glotones estiraban el brazo, las tímidas ayunaban en devoción al Santo Aparecido y jamón desaparecido.

Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…
Cada mochuelo a su olivo,

¡Hasta la próxima! Agur…

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