CRÓNICA PATEADA 236

27/01/2018 Sistelo (Portugal)

Quedamos en Portela de Alvite, Concello de Monção, sobre las 10. Acudimos dieciséis aficionados a los caminos. Una vez pertrechados con las mochilas, comenzamos el descenso por el sendero de las apuestas que comienza en la construcción torcida. (Es frecuente resbalarse porque este camino es sombrío y cargado de grandes piedras con verdillo. Una congostreña en una pateada anterior, después de culear varias veces, prometió pagar unas cervezas si llegaba entera al final.)

Con esta premisa en la mente, un congostreño reclamaba ruidoso, su cerveza después de un culazo. Cuando le dijeron que el que cae es quien paga, dijo: “non foi casi nada e, apenas me doeu”, poco más o menos.

En tramos, el camino era más un río que camino, así que un listillo se metió por unos bancales escalonados con paredes de dos metros. No tuvo más remedio que agachar la oreja y volver al camino, pero para disimular, tiró tipo pértiga, unas cañas de fuegos de los festejos pasados de Sistelo, cómo si ese fuese su objetivo.

A lo lejos se ve el patio de la iglesia, que cuelga como un balcón sobre la zona del río. Allí había un grupo de caminantes uniformados. Los saludamos con el saludo cabrero: “Eeeeoooo” y respondieron de la misma forma.

Subimos los ciento y pico escalones hasta el pueblo y entramos en el patio de la iglesia. Ya no estaban los uniformados. Aprovechamos para fotografiar todas las vistas. A la salida, pudimos ver la mítica fuente con los rieles de carga de cubos y el único bar que permanecía cerrado.

Un congostreño salió a la carretera para ver si el grupo que estaba allí era congostreño, pero no era así. Mientras esperaba por el resto bajo un naranjo, quiso comprobar el tamaño de una naranja que pendía sobre su cabeza, pero al tocarla, con tan mala suerte, ésta se desprendió y se precipitó hacia el suelo. Menos mal que tenía la mochila con la cremallera abierta situada justo debajo, sino qué sería de la naranja. Creo que algo parecido le ocurrió al señor Isaac, que descubrió las manzanas, ¿o fue la gravedad? No recuerdo.

Salimos del pueblo por un camino empedrado, coronado por una parra deshojada. Continuamos por las orillas del Río Vez. El camino estaba repleto de pasarelas: una especie de puentes de madera que facilitaban el paso en las zonas difíciles. Dos locos se atrevieron a cruzar por una zona con diez centímetros de agua que se precipitaba en forma de catarata. Solo uno lo consiguió, aunque los dos retrocedieron. Para disimular su falta de cordura, dicen que querían probar las botas.

Después de unas cuantas pasarelas, a orillas del río y en una zona soleada, nos tomamos el plátano. En unos momentos las cáscaras de plátano volaban en todas las direcciones.

En el relax del momento, una congostreña decide poner la mochila en un lugar estratégico mientras se toma sustento. Cuando vuelve a la mochila: ¡Ah! ¿Dónde está la mochila? Le había desaparecido, busca pero que no aparece, ve con ojos desconfiados a los más probables de habérsela escondido. Uno le pregunta ¿buscas algo? Ella le dice: la mochila, pensando, como si no lo supieras, deja de hacerte el gracioso y dámela. El congostreño, solo por descartar, le pregunta: ¿no será la que llevas a la espalda? Ella da un grito silencioso mientras agarra la mochila por las asas. Seguramente pensaría: ¿Cómo harían para esconderme la mochila y luego ponérmela a la espalda sin que me diese cuenta?

Tuvimos que salir a la carretera, y en un intento de escapar del asfalto, nos dedicamos a tomar todo sendero que fuese en la misma dirección. Nos encontramos con la casita del guardabosques. Su estado no era lo deseable, pero tenía una fuente con una pequeña presa y unos cubos. El agua era potable, y los cubos, según el guía, son para ayudar a llenar la bolsa de los helicópteros en caso de incendio, porque su tamaño no permite el llenado directo.

Seguimos subiendo hasta una cumbre donde hay buenas vistas, podría decirse que era un mirador natural. La bajada era por un sendero estrecho flanqueado por unos tojos rabiosos que parecían molestarse por nuestra presencia y lo manifestaban.

Después de varios kilómetros de monte y sendero, llegamos a un pueblecito con una fuente ornamental y práctica, consistía en un recipiente de piedra y cemento pintado de blanco. Lo curioso era la procedencia del agua: salía de una columna de aros de piedra que seguro procedían de un molino. Aunque alguien dijo que eran las pulseras de las viudas del pueblo.

Se acercaba la hora del bocata y queríamos tomarlo con una cervecita fresca, y cómo el único bar conocido estaba en Sistelo, apretamos el paso. Dos congostreños se destacaban por la pugna de la primera cerveza fría, “en Portugal nunca se sabe si habrá más”. Cuando el primero entra en el pueblo seguido a cincuenta metros por el segundo, éste le indica que hay que salir del pueblo. El primero pregunta ¿pero non imos o bar? Indicando hacia el centro del pueblo. El segundo, con toda la cara seria de la que fue posible poner le dice: “imos o da carretera que é máis grande”. Cuando el primero inicia la salida del pueblo, el que hasta entonces era segundo, sale corriendo hacia el único bar que está en el centro. Mientras corre, emite unas risitas que hacen recordar a una hiena después de robarle una pieza a un león.

El bar “A TASQUINHA” tiene unas dimensiones que no permiten situarse en el mostrador a más de tres culos masculinos,  dos si son de mujer, que son  masculonas. La mayoría se sentaba en las afueras, en sillas, escaleras, o piedras al sol. Mientras estábamos disfrutando de la cerveza, llegan dos grupos más que tuvieron que recomponer sus exigencias por falta de existencias.

A pocos minutos de salir, pasa una vaca liderando un grupo de corderitos. Es un pase obligado para turistas que tiene mucho éxito entre los fotógrafos. El pase termina cuando la vaca se para frente a un portal, donde una señora le abre y entran solemnes.

Salimos subiendo hacia Porto Cova subiendo una carretera adoquinada que dio paso a los típicos senderos alfombrados de hojas y flanqueados por muros de piedras tapadas con musgo. Llegamos a Padrão. El atractivo turístico de este pueblo es la fuente de la cerveza interminable. Consiste en una fuente donde el agua sale de un tubo que termina en una T, por arriba le han colocado una botella de cerveza y por abajo sale el agua.

Repuestos e hidratados del líquido, continuamos hacia Porto Cova. Durante el trayecto, nos asombra cómo son capaces de mantener de forma permanente unos caminos tan llenos de mierda, agua y tierra que pises donde pises, no consigues pasar con las botas limpias. Estos lamentables caminos llevan al devoto “Peto das ánimas de San Antonio”. Nos sentamos en el cruce, para dejar pasar a las vacas del pase rural, pero como no se atrevían, una congostreña a la que parecen gustarle más las vacas que las personas, va a su encuentro y les da confianza. ¡Qué emoción! Ahora comprendemos el entusiasmo de los Sanfermines. Nos jugamos el tipo compartiendo el camino con unos vigorosos astados que tenían nuestras vidas en sus cuernos.

Descendemos hasta el Río Vez, allí tienen por costumbre unos congostreños realizar un baño purificador en las gélidas aguas. Dos devotos de las vacas se bañaron, y otros dos se quedaron a certificar el baño. El resto del grupo se adelantó por el sendero más alto, largo y bonito; los cuatro bañistas tomaron el camino más corto, pero llegaron más tarde a Portela de Alvite donde rematamos con las cervezas, los que se hicieron entender, que el camarero no estaba mucho por la labor.

Para sacar los coches tuvimos que organizarnos, porque un camión de doble remolque y cargado con troncos de madera nos cortaba el paso.


Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…
Cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…



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