24/03/2018 Castro Laboreiro (Portugal)
Cuando llegamos A Castro Laboreiro, nos esperaba Hugo, nombre cariñoso
que le han puesto a una ciclogénesis explosiva que es cómo llaman ahora a los
temporales de toda la vida. “Ó temporal é
pos vellos Terito, a Ciclogénesis
explosiva é o futuro”.
Comenzamos aplaudiendo para espantar el frio de las manos y golpeando
el suelo con los pies para lo mismo. Retrocedemos por la acera de la carretera
y a pocos metros subimos a la izquierda hacia el monte. Ya en los primeros
pasos nos encontramos con restos de nieve que decoraban los laterales del
camino. Durante todo el trayecto nos dimos cuenta de la falta de personalidad
de Hugo, no sabía si quedarse con el frío, el viento, el granizo o la nieve,
así que nos aportó de todo.
Poco antes de Barreiro, encontramos una presa en su plenitud de
caudal. Nadie hizo intenciones de un refrescante baño, no apetecía.
Seguidamente tomamos un camino llamado Real, supongo que lo llaman así porque
no es ficticio, pues allí no hay vestigios de ningún rey.
Dejamos Barreiro a un lado y nos dirigimos hacia el puente de Assureira. No por muy visto carece
de una belleza que hace retroceder unos siglos a la mente, para comprender cómo
con unas piedras bien colocadas conseguían que esta obra perdure en el tiempo,
y totalmente servicial, no como ahora, que te compras una lavadora y te dura
menos que una novia. Y sino que se lo pregunten a Calatrava, el genios de los
puentes.
Hugo estaba cabreado y nos mandó una nube cargada con un gran
chaparrón que caía en ese momento y provocó que cruzásemos la carretera y nos
adentrásemos en el bosque, quedando atrás el puente de Dorna y con él nos
comimos unos cuantos kilómetros.
Atajamos directamente hasta el puente de Cavada Vehla. Espectacular,
contiene un gran arco ojival que sostiene una pila de piedras a lo largo de
unos diez metros a todo lo ancho del río Castro Laboreiro, (Parece que aquí
todo se llama igual, incluso hay perros de raza castro laboreiro).
Llegamos a Cibeira acompañados de granizo. No paramos nada, nos
dirigimos “o Bico do Patelo”. Se llama así porque se parece al pico de un pato.
Llagamos sobre las doce y media. Algunos buscamos un hito que recordaba una
hazaña de la vez anterior que hicimos esta ruta.
Llegamos al camino dónde nos habían recogido los bomberos la vez
anterior, pero esta vez con más frío y mejor suerte. Estábamos cerca del
pueblo, pero retrocedemos para dirigirnos a un área de descanso dónde se
celebran fiestas paganas y de culto.
El sendero era ancho para facilitar el acceso a los “carros”. Seguramente
era de tierra, aunque esta vez estaba cubierto de una capa blanca de nieve
virgen en la que nuestros pasos dejaban impresa nuestra presencia. Después de
muchas marcas, llegamos al recinto. Menos mal que estaba abierto el palco de
actuaciones. Nosotros actuamos sobre nuestros bocatas, y mientras lo hacíamos,
caía un buen chaparrón que el bipolar Hugo descargaba con rabia.
A pesar de estar amparados por un techo, hacía frío y muchos estábamos
un poquito mojados, así que había que ponerse en movimiento. Retrocedimos el
camino blanco con nuestras pisadas en dirección contraria. Subimos el monte
hasta las cercanías de Padrosouro también nevado. Visitamos el puente de Calnheiras,
pero para llegar tuvimos que atravesar fincas inclinadas y anegadas, parecíamos
una desbandada de lobos, cada uno por dónde podía y esperando encontrar menos fango
que los demás. El puente era de piedra, pero no tan vistoso como los otros,
apenas sobresalía de la altura del suelo.
El último puente, es el más antiguo, o por lo menos el que estaba en
peor estado. Su nombre es Velha (vieja); ya estaba próximo el final de la
pateada. Allí nos hacemos una foto de grupo incluyendo al fotógrafo, que
después de pulsar el botón, se da una carrera para aparecer casi perdiendo el
equilibrio.
Llegamos a Castro Laboreiro, nadie quiso visitar el castillo, la
proximidad de un baño y una bebida calentita desanimó a todos. Llegamos a los
coches y aprovechamos el baño del bar para ponernos algo seco y tomar un
pastelito típico con cerveza o café.
Desde aquí, después de besos, abrazos y despedidas…
Cada mochuelo a su olivo…
Hasta otra agur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario