02/06/2018 Bosque Mágico, Castro Caldelas (Ourense)
Parecía una pateada poco apetecible al tener que madrugar y estar tan
lejos, pero al final nos juntamos veintiocho grillados, seguramente el nombre habría encandilado a todos.
El recorrido tomaría forma de ocho, la primera parte de bosque, estaba
verde y frondoso, toda la hierba crecida y los helechos medían casi un metro.
Entramos en la zona boscosa por el “Camiño da Pena”, aunque muy alegres. Llegamos
a unas aldeas escasas de población, como Castomas y Poboeiros llegando al Río
Porto.
Después de mucho remoloneo, tomamos el plátano a las puertas de la
iglesia de Santa Tecla de Abeleda custodiada por sus propias almas perdidas.
Aprovechamos los bancos que había a la entrada y otros recovecos, ya que veintiocho
culos necesitan mucho banco.
El siguiente reto era una catarata llamada por el nombre de la
localidad dónde estaba: Cachón. No era un “cachón”, era más bien pequeña,
aunque descargaba agua como si fuese grande, incluso alguien la identificó como
unos rápidos. Circulaban estas inquietas aguas, por una zona sombría y frondosa
con viejos troncos perforados por los años y la historia.
La “Aldea do Pacio” estaba casi desértica, pero la fuente de la plaza
central estaba rehabilitada con piedra nueva y el agua sabía a agua. Alrededor
de esta fuente se juntan todos los pateantes como si estuviesen resecos. Estábamos
cerca del Monasterio de “San Paio de Abeleda”, que lo visitamos de camino. Lo
único que conservaba eran las campanas,
y eso porque estaban muy altas y pesaban mucho. Tenía la puerta principal
tapada con un portal de chapa y cerrado con llave.
-
Tranquilos,
yo os explico lo del portal, comenta un congostreño que parecía cercano al
clero dada su información: Es que todo esto fue saqueado.
-
¿Sacado de
dónde? Pregunto un despistado que había llegado tarde a la explicación.
-
No, hombre,
dice con paciencia el informante, fue saqueado, bueno claro, para saquearlo
primero tuvieron que sacarlo y luego saquearlo, bueno eso, que me lio.
Seguimos por la “Senda de Poboeiros” hasta la hora de comer. Comemos
en el mismo camino, sentados en el suelo acolchado por hojas secas y a la
sombra de los árboles.
Sobre las cuatro de la tarde, superamos el primer tramo, entrando en
Castro Caldelas. Volvimos a refrescarnos en la fuente de la plaza. Hubo que
hacer cola para rellenar las botellas. Una vez hidratados, tomamos camino
ascendente entre un local que promocionaba las bicas.
-
¡Cuánta
gente! Comenta la regente. ¿A dónde vais? pregunta.
-
Al Sendero
del Bosque Mágico, le contesta un congostreño.
-
No lo
conozco, contesta ella pensativa.
-
Ven con
nosotros, que te lo enseñamos, la invita.
-
Tengo el
horno esperando para las bicas, y no puedo, se excusa con habilidad.
Seguro que era cierto, tenía aspecto de saber cómo se hace y cómo sabe
su producto.
Nuestro próximo reto era encontrar el “Pozo dos Cabalos”, cuyo camino
se escondía entre grandes hierbas. De paso, nos encontramos con el “Mosteiro de
San Xoan de Camba”, pero no entramos, estaba cerrado y prestaba poco interés, si
fuese Gamba a la plancha, seguramente no habría quien parase al grupo. El pozo,
era una presa desbordada, que supongo se utilizaba de abrevadero, pero estaba
escondido y difícil de localizar, y quizás por eso no había ningún caballo, aunque
me pareció ver algún burro.
El mayor reto del camino, fue cruzar el Río Edo. El camino atravesaba
una zona del río que se hacía difícil atravesar sin mojarse las botas, pero
gracias a la habilidad de la guía se localiza un improvisado puente. Este logro
arquitectónico minimalista, consistía en dos troncos de similares dimensiones y
elasticidad. No había muchos voluntarios para ser los primeros en cruzar, sin
embargo despertó el interés de más fotógrafos que el propio Rajoy a la salida
del restaurante después de la moción de censura. Todos cruzaron con más o menos
tembleque, pero secos.
Todo el esfuerzo anterior se vio recompensado con la visita a la
fuente de Bahía Minero Medicinal, que dicen que tiene el mismo efecto que el
aceite de ricino o de hígado de bacalao. Al menos en su olor y sabor. Si te
tomas un buen trago, seguramente se podría conseguir una diarrea que te cagas.
Tomamos el sendero de los molinos y cruzamos un parque con piscina
exterior, pero sus condiciones no
permitían el baño. Los molinos a los lados del rio estaban en un estado mejorable.
Volvemos a Castro Caldelas, para finalizar la ruta, pero no podemos
irnos sin visitar el Castillo, casa del poderoso señor de la guerra, construido
en el siglo XIX por Pedro Fernández de Castro, Señor de Lemos. Tanto en el
exterior como en el interior, son visibles muchos elementos defensivos en su
arquitectura.
Al ser más de veinte, nos hacen un cincuenta por ciento de descuento.
Entramos en fila, la puerta no permite otra cosa. El grupo fue distribuyéndose
según sus inquietudes. Nos saludamos de una muralla a otra separadas por
cientos de metros. Dentro de sus murallas, habilitaron estancias para
exposición de aperos de guerra y labranza. El objeto más destacable seguramente
es un pergamino. Cuentan que se trata del primer documento escrito en gallego.
Las cervezas nos esperaban en la plaza del pueblo, en el bar “Adega
GRILO Bicas”, bicas debe ser el apellido de todos, digo yo, porque está en
todos los toldos. El bar que estaba pegado, se llamaba “BICAS RUBIO degustación
y venta”
Tuvimos que poner en fila todas las mesas que tenían en la terraza,
muy juntitas, y aun así, cuatro tardonas se sentaron en la competencia,
separadas por una valla. El camarero sufría lo suyo para poder atender a todos
con sus peculiares gustos, pero lo logró. Cuando volvió, traía unas bandejas
con unas lonchas de embutido sobre unas rodajas de pan. En cuanto se dio la
vuelta, desaparecieron. A la segunda visita del camarero, se sorprende:
¿desaparecieron los pinchos? pregunta al aire con miedo a poner las aceitunas.
La compañía es grata, nadie quiere dar por terminada la velada, pero…
Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas y una bica cada
uno,
Cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…
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