CRÓNICA PATEADA 244


16/06/2018 Río Lérez y Almofrei (Pontevedra)



La longitud y el madrugón infundio miedo a algunos congostreños. Entre Vigo y sucursales, juntamos trece. Pero a la guía titular le debieron pillar alguna irregularidad, porque a mitad de legislatura, presentó su dimisión por el bien del proyecto. En su caída, arrastró a dos más.

El nuevo tomó la cartera con entusiasmo. Dimos la salida ya tarde, en espera de un cuñado de alguien que era despistado y podría perderse. Era más despistado de lo que cabía esperar, y se perdió antes de llegar.

Cruzamos la primera cancilla sobre las nueve y media, perturbando el desayuno a un rebaño de ovejas que pacían tranquilamente. Tomamos un sendero sombrío con suelo cementado que servía tanto para senderistas como para corredores, nos cruzamos con varios entrenándose. El sendero era ya antiguo, pero se conservaba en buenas condiciones, incluso el vallado de madera estaba bien.

Este sendero, circula por el margen del Lérez, y parece un lugar estratégico para la pesca, nos encontramos varios pescadores desplegando el sedal a los dos lados de un río que corría tranquilo.

Pasadas las diez, cruzamos el primer puente de hierro, con suelo de rejilla para continuar por el otro margen, y a pocos metros, volvimos a cruzar el río, pero esta vez por el paso de vehículos, desde donde pudimos fotografiar desde el mismo centro, a un río en calma.

El sendero era fresquito, pero en ocasiones, el estrecho camino, se cubría de largas hojas de hierba, formando una especie de túnel que ocultaba pequeñas sorpresas, como agujeros o raíces. Esta incertidumbre daba más emoción si cabe. Sino que se lo pregunten a un congostreño, que mientras vigilaba sus pasos, al levantar la mirada, se encuentra con una silva seca, acercándosele velozmente con los pinchos afilados- ¡Cuidado! grita la congostreña que acababa de soltarla y que fue a estamparse en su cara. ¿Cuidado, con qué o más bien con quién?

Moraleja: no pierdas el culo del de delante para no perderte, ni te acerques tanto que te estampen una rama en la cara.

No era el de costumbre, pero se oían voces farfullando algo de un plátano, así que en una zona de recreo, nos dispusimos a tomarnos un respiro y un plátano.

El camino se volvió enrevesado, tenía troncos de ramas que entrecruzaban y se resbalaba. Habría que ir atentos a lo que se pisa, pero en un momento pasó: un congostreño con más reflejos que prudencia, pisa una rama que le desplaza el pie hacia el río. Al no encontrar firme, el cuerpo lo sigue, pero con una habilidad inesperada, se agarra a unas ramas que colgaban del muro, quedando unos instantes colgado; acto seguido, de un brinco se pone en pie y vuelve al camino. Era un movimiento que recordaba a la monta de un caballo agarrándose de sus crines.

La congostreña que lo precedía no daba crédito a lo que veía. Se quedó tan parada, que parecía dudar entre ayudarlo o pincharlo con un palo para ver si se iba al río.

Este evento, le subió tanto la adrenalina al jinete, que a lo largo del camino, nos obsequió, tres veces, con su habilidad para caerse y levantarse. Acompañaba su habilidad de caída, con unos reflejos que no los superaba ni una peluquería un día de boda.

Sobre las doce y cuarto, cruzamos el puente colgante, construido con cableado de acero y suelo de tabla de madera. Mientras cruzábamos, no faltó algún gracioso, que hacía oscilar el puente. Este bamboleo no impidió la típica foto de la ocasión.

Cuando dejamos atrás el río, para adentrarnos en el bosque, cruzamos por zonas donde los helechos nos veían por encima del hombro. Alguna hierba también, y desprendían polen a borbotones. Alguna se quejaba de que nunca un polvo le había afectado tanto la garganta.

Estábamos caminando hacia el río, cuando nos encontramos un tractor cargado con tanta hierba que peinaba la vegetación de los muros. No había señalización de preferencia, pero por galantería nos hicimos a un lado y lo dejamos pasar.

Ya de regreso, eran las tres cuando encontramos un lugar que cumplía dos requisitos: baño y sombra. Unos disfrutaban de un refrescante baño en el río y otros del bocadillo en la sombra.

Teníamos que cruzar el Río Almofrei, por un puente de piedras que llaman poldras, pasos o pasaderas… reminiscencias del neolítico. Dos de ellas estaban poco fijas, así que un voluntario dedicó unos minutos para dejarlas peor de lo que estaban.

Todo sacrificio era poco para referenciarse en unas pozas en un lugar privilegiado del río. Llegamos a las ansiadas pozas, sobre las cinco. El lugar era efectivamente privilegiado para las cabras y lagartijas. El 70% del grupo consiguió bajar al río y bañarse varias veces.

Volvimos río abajo y volvimos a cruzar las poldras, pero antes hicimos una foto de calendario, distribuyendo el grupo sobre cada piedra. Cuando estaban todos concentrados en el equilibrio y la foto, una caña agita el agua levantando un chorro que despertó a los más concentrados.

Las cañas se toman en la Casa Cultural de Marcon. Dentro está el Restaurante San Miguel. Nos sirvieron con las cañas, una rica empanada, unas patatillas, y unos chips huecos muy raros. Una congostreña, nos invitó a un pastelito con nueces y los huevos de su padre.



Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…

cada mochuelo a su olivo,

¡Hasta la próxima! Agur…

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