CRÓNICA PATEADA 247




 Mezio (Portugal)



Salíamos de Mezio sobre las once menos cuarto, los 23 locos de los caminos, dejando a las espaldas, el centro de interpretación para luego encontrarlo al regreso. El centro estaba vallado y en el exterior, justo debajo de la arboleda, a la sombra, estaba situado el centro de reparto de suerte del lugar. Había más de cinco boñigas de vaca por metro cuadrado. No recuerdo si la suerte consiste en pisarlas o si es un milagro el no hacerlo.

El servicio de vigilancia de grupos extranjeros, lo tenían privatizado; se lo habían adjudicado a una empresa bovina que explotan a sus empleadas. Las tienen haciendo labores de vigilancia doblando turnos. Cada pocos metros se veía una vaca aburrida esperando al final del turno.

El GPS no estaba de quiero, cada cruce, había que avanzar unos metros para confirmar la dirección, para volver sobre nuestros pasos y rectificar la marcha. (Me recuerda al caracol borracho)*

Seguíamos el GR1, siempre que podíamos. El paisaje no era especial, pero tenía su encanto. Algunos tramos estaban recién quemados y levantaba mucho polvo a su paso. Hubo que sortear un poco de asfalto, tierra quemada, y bosque bajo, todo ello con la presión de Lorenzo, aunque una brisa fresquita aliviaba el calor.

En la hora del plátano, nos encontrábamos en un camino de entrada a un pueblo, bajo la sombra de los árboles.  Tenían allí en un cercado, una yegua con un potrillo. Alguien dijo que los caballos no comían las cáscaras de plátano y se produce un reto. Le echaron la cáscara en el suelo y efectivamente no la comieron; pero al ponerla en la palma de la mano y ofrecérsela, sí se la comió. Conclusión, los caballos son escrupulosos o puede que tengan orgullo, pensaría: “del suelo cómetela tú”.

Casi era la una cuando llegamos a Souto, pueblecito con pequeñas casitas de piedra. Lo atravesamos y después de unos kilómetros, encontrarnos una fuente de agua fresca en Bairros. Nos refrescamos y rellenamos las cantimploras (cantimplora queda bonito, pero eran botellas de plástico)

Llegamos a Soajo, casi a la una y media. Lo primero que vimos eran los hórreos que ellos llaman espigueiros. Se trata de una zona de roca totalmente colonizada por espigueiros de todos los tamaños, conservados en muy buen estado.

Se hace un impás para que cada uno pueda disfrutar a gusto y luego se toma la foto de grupo delante del espigueiro más largo. Dos congostreños inquietos se quedan fuera y vienen a reclamar su inclusión, pero ya se había dispersado nuevamente el grupo.

Como era temprano para comer, y apetecía una cervecita para acompañar el seco bocata, decidimos recorrer Soajo que tiene mucho encanto, recorremos el pueblecito y paramos en un bar llamado “O Jovem”.

En la terraza de este bar, unos a la sombra de la casita y otros en la de una sombrilla, nos tomamos los bocatas y una “cerveja” fresquita, también hubo helados y café.

Una congostreña muy higiénica, aprovechó el camino al interior del bar, para dejar a su paso sus sobras bien recogidas en una bolsa que había bajo una silla, ¿no es encantadora? Pues no lo vio así el dueño de la bolsa, que, con ánimos de no ocupar toda la mesa, sitúa su bolsa con sus cositas de comer, bajo su silla, y cuando fue a coger algo por segunda vez, se encuentra que está llena de sobras de otra.

Tardamos sobre una hora en tomar el bocata; se estaba fresquito y el recorrido no era muy largo. A pocos metros del bar, cuando nos íbamos, pasa un fibroso congostreño a una velocidad inusual, con otra congostreña a lomos que iba chillando. No sé si chillaba para que la bajase o para jalearle y que acelerara el paso. Son como niños.

Subimos por un sendero custodiado por unas cinco vacas en estado de despegue: culo al suelo, apoyada sobre las patas delanteras y la cabeza erguida. Este sendero, iba paralelo a otro sendero marcado y más profundo, pero no daba mucha confianza, así que tuvimos que retroceder para atravesar un bosque y volver al sendero.

Algunos volvieron por el mismo lugar de salida, pero otros atajaron por carretera de asfalto hasta los coches.

Nos desplazamos unos kilómetros para bañarnos en las “Lagoas da Travanca” que se formaban en un río. Unos se bañaron en la parte alta, en pelotas, otros en la parte baja, en agua. Lo verdaderamente costoso es la subidita técnica en chanclas, desde el río hasta el aparcamiento.



Volvemos al bar del Centro de Interpretación para culminar, con una cañita, la pateada.



Desde aquí, después de los abrazos, besos y despedidas…

cada mochuelo a su olivo,

¡Hasta la próxima! Agur…



*Un caracol borracho, se cae en un pozo seco de 5metros.

Cada día sube 3 metros y baja 2.

¿Cuántos días tarda en salir?



Si crees que 5, has aprobado las mates.

Si crees que son 3, es que además, piensas.


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