CRÓNICA PATEADA 255


Río Arenteiro (O Carballiño) 15/12/2018

Nos encontramos en una especie de parque en Carballiño, cerca de la piscifactoría, pero al no concretar con las dichosas coordenadas, cada uno aparcó dónde pudo, solamente el más despistado, aparcó detrás del coche del guía. 
Casi eran las diez y media cuando comenzamos a andar. Lo hicimos bajo los paraguas que ya no nos abandonarían en todo el día. Comenzamos bordeando una cruz de piedra y pasamos por delante de algunos de los coches, para comenzar a bajar el río. Lo primero que nos encontramos es el deteriorado monte donde hay dos rocas que representan a “Pena dos enamorados”. Ya en otra ocasión dos congostreños se retrataron para dejar constancia del amor que se tenían.
Cruzamos una pasarela que más bien parecía un balcón para fotos que un paso para atravesar el río, Se trataba de un puente de madera con una glorieta en el centro, con su tejadito. Por debajo corría el Arenteiro, para estrellarse contra el “Muiño da Lavandeira”. 
Una vez atravesamos el río, se sucedían las pasarelas de madera, estaban en un estado de humedad óptimo para facilitar el deslizamiento, poniendo a prueba el equilibrio del caminante. No todos consiguieron mantenerlo, y dejaron marca de su hazaña en las posaderas,  a modo de sello. 
El siguiente punto es un antiguo taller que no vimos, solamente había unas obras en piedra sin terminar de tallar y un letrero en madera grabada que decía: “Antigo tallamar redondeado do Ponteriza” bajo el puente del mismo nombre. El que quiso, rogaría una oración por sus almas y continuamos para ver el siguiente cruceiro.
Estaba entre casas de ladrillo sin revestir y otras de piedra casi derribadas. Se trata de un cruceiro medieval, a juzgar por las figuras a medio relieve que tenía en su base, seguramente tendría gran relevancia en su época. 
Dos enormes hórreos, visiblemente deteriorados, se mantenían erguidos dentro de una finca, dando fe de una época de bonanza que ya se fue. 
Visitamos la famosa fuente de aguas termales Ponterriza. Resultó ser un perdido tubo de plástico del que manaba un chorrito de agua sulfurosa con una temperatura agradable. Alguno se lavó las manos, pero de beber, ni se habló.
Continuamos sendero abajo por un camino sembrado de hojas marrones que nos llevaron a  la Iglesia de San Mamede de Moldes. No paramos, la lluvia no nos dejaba recrearnos. Nos dirigimos a Parada de Cameixa para pararnos en “A Cova da Gafa”. Se trataba de un agujero oculto por un gran pedrusco, al que no supimos dar su importancia. 
Tomamos la senda de Boboras hacia Cameixa, por un sendero plagado de mimosas que ofrecían gustosas las gotas que les sobraban. Nos paramos en un balcón sobre el río, que habían asegurado con vallas de hierro fijados sobre una gran roca. Es en este sitio, al bajar por una escalera de madera, cuando un congostreño perdió el equilibrio y casi nos rompe. ¡Uf! Menos mal que no rompió nada y pudimos bajar todos. 
En un sendero que no era tal, sinó que se más bien se parecía al sendero del jabalí cuando sube por dónde puede, el congostreño equilibrista, mostró nuevamente sus habilidades. 
El “Castro Cobadoso”, vestigio de ejemplo de fortificación medieval, nos sirvió como punto de partida para rememorar los asaltos medievales. Salimos ladera abajo, corriendo, patinando con los pies o con las posaderas, hasta el puente que figuraba al final de la ladera. 
Es en este puente, donde desplegamos los manteles, perdón, los paraguas, para tomar unos mendrugos (como dirían en la Edad Media). Cada uno se protegía de la lluvia y de la humedad del asiento, como podía. Llamaba la atención la versatilidad del paraguas de un congostreño que tanto hacía funciones de tejado, como de bastón o gancho para alcanzar ramas para subir algún trecho. 
Imitando al río en época de los molinos, tomamos como sendero las antiguas acequias que nos llevaron a visitar un pequeño mirador sobre el Arenteiro. El camino se termina sobre un puente de tráfico rodado que nos lleva al cruce entre Pontevedra y Ourense. Cruzamos de orilla y retornamos al punto de partida. 
El guía, que no pudo asistir a las cañas por un exceso de hidratación,  nos había reservado mesa en la “Pulpería Fuchela”. Muy atentos, las cañas muy buenas, los nachos también, el pulpo… olía muy bien. 
Vaya por delante el agradecimiento al guía por tan grata caminata, recomendando, para las próximas, rebajar un poco de la hidratación.


Desde aquí, después de abrazos y besos…
cada mochuelo a su olivo,
¡Hasta la próxima! Agur…

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