Circular Monte Aloia (Tui) 12/01/2019
Nos
encontramos cerca del Pabellón de Deportes de Macoca, Pazos de Reis, Tui. Hacía
un frío que pelaba. Tardamos un rato en completar el grupo de veintiséis.
Nos ponemos en
movimiento sobre las diez menos cuarto tomando un camino por el monte con
vegetación autóctona gallega. Hacemos una visita a una gran roca sin más
interés que su gran tamaño, seguramente la visita era para ir calentando
nuestros sentidos, damos la vuelta y volvemos al camino inicial.
Seguimos un curioso
canal construido en piedras de un metro de longitud y colocándolas
cuidadosamente una tras otra hasta lo alto dónde estaría la fuente del agua, al
final de esta senda botánica. Lo llaman “rego de pedra” y tiene una longitud de
2.755m Seguramente era el canal de abastecimiento del pueblo, ahora sustituido
por tubo de poliuretano.
En el patio de
una cabaña de madera, esparcidos al sol y al resguardo del viento, nos tomamos
el plátano.
El empinado
camino, nos lleva hasta un mirador, donde se podía contemplar toda la ría,
incluyendo las Islas Cies. Se realizaron intentos de hacer foto de grupo, pero
las bajas temperaturas y el vientecillo que soplaba, nos hace desistir de tal
hazaña.
Volvemos al
camino monte a través, paralelo al sendero, haciendo gala de la rebeldía
montañera. Observamos una pilastra con un rótulo que decía: IESV CHRISTO DEO,
SALVTIS PER IPSVM RESTITVTAE, ANNO MCM POPVLI CINGENTES ALDIAM (para los que
domináis latín: Jesús Cristo Dios, restablece la salvación, año 1900, el pueblo
de Aloya) que da paso al mirador dónde se contempla la zona del bajo Miño.
Nos dirigimos
al Mirador Celta y en el camino, nos encontramos con un pedrusco de grandes
dimensiones y con una superficie plana a lo alto, decían que era la cama de San
Xiao (cómo debía tener la espalda). Está cerca de una ermita, dedicada al mismo santo. Hay una leyenda que
dice que se llama cama de san Xulián, o Xiao, porque se asegura que fue sobre
esta piedra donde reposó el cuerpo sin vida de este santo. No sé si os habéis
fijado, pero en este lugar no crece la hierba. (Seguro que ataron a esa piedra el caballo de Atila).
Entre las propiedades que posee, está la cura
de migrañas y las cervicales, con solo acostarse sobre ella y reposar la
cabeza. También posee la virtud de favorecer la fertilidad, las parejas que no logran tener
descendencia, acuden a este lugar y hacen sobre ella, lo que sea menester para
reproducirse. (Supongo que si el marido
no era fértil, traería al molinero, y si el problema era de ella, traerían a la
criada, porque lo básico ya lo harían en casa ¿no? Tendrían las ideas claras,
mira que si apunta mal y pega contra el duro colchón…)
También, antes
de llegar al Mirador del Castillo, contemplamos la muralla, que aunque no era
de las dimensiones de la china, cubría una gran extensión, pero ojito, que si
no sabes de su existencia, pasarás de largo, porque ahora está casi oculta por
la vegetación.
Sobre las
doce, conquistamos la atalaya-mirador del Castillo. Disfrutamos de un día claro
y el paisaje era insuperable. La ría en todo su esplendor.
Seguimos
camino hasta una gran piedra que representa el límite entre Tui y Gondomar.
Como no había guardias custodiando la frontera, pasamos sin incidencias. Las
guardianas estaban más abajo tomando el sol. Lucían un pelo rubio con
variaciones de tono, lo típico de la rubia gallega. Tenían una pasante más
joven, que era totalmente albina. Se
encontraban tan aburridas que no decían ni “mu”. La que parecía de mayor rango,
estaba tumbada indiferente al gentío, incluso permitió hacerse un selfi sin
despeinarse, pero al acercarse
demasiado, la muy bovina se levanta y se aleja. ¡Que corra el aire, nada de confianzas! Poco a poco se van
alejando, seguramente les había terminado la hora de descanso y tendrían que
volver al curro, que el prado no se come solo.
Pasamos por el merendero del Parque Natural del Monte
Aloya y algunas voces resonaban en el ambiente queriendo utilizarlo ya, pero
aun no eran las dos y había promesa de
mejor sitio… así que seguimos camino y atravesamos el asfalto, bajamos por
zonas con signos de ser zona de pasto para los jabalís, tenían toda la tierra
levantada con sus potentes hocicos. Se podría decir, que meten las narices
dónde nadie los llama, pero cuando hay raíces tiernas.
Bajamos por el
interior de un bosque de diferentes árboles, donde una congostreña dudaba de
qué árbol le hacía sombra. Muchas coníferas y algún “carallifero”. Árboles
acaparadores del sol, que no dejan pasar un rayo al pie, evitando así la
competencia de otros árboles e incluso de cualquier tipo de vegetación.
Llegamos a un
pequeño valle por donde transcurría un pletórico riachuelo. Solo unos pocos
bajaron, otros los esperaron al final, frotándose las manos, desconozco de si
era por el frío o porque ya era hora de comer y parecía que se daban todas las
circunstancias.
Tomamos el
bocata, al sol, sentados sobre un banco y unas piedras que estaban a orillas de
la carretera. Terminamos pronto y volvimos al sendero del río. Un congostreño
conocido por su alergia al baño, incita a algunos a bañarse en una gran poza
llena por una pequeña cascada. La iniciativa no tiene éxito.
Salimos del
monte hasta una carretera donde había una casita de troncos entrecruzados al
estilo del oeste americano, con aspecto de ser un kiosco o una caseta de
información y bajamos por un bosque de robles con el suelo totalmente cubierto
de hojas secas. Había que ir por el camino zigzagueando para no resbalar.
Un congostreño
que siempre predica que no hay atajo sin carajo, baja por una ladera sin camino
definido. En cuanto pone el pie izquierdo sobre la primera hoja, ésta se
desliza sobre las otras, arrastrándolo y haciendo perder el equilibrio al
congostreño. La pierna derecha, que no estaba al tanto del resbalón, se quedó
enganchada en una raíz y solo siguió al cuerpo cuando éste tiró de ella, y se
resintió produciendo un leve chasquido. El accidentado emite un desgarrador
grito, que no era de dolor, era de rabia e impotencia. Otra vez se había
quedado sin la caña de final de recorrido.
Y hasta aquí
puedo contar…
Decir que una
vez en urgencias, la devoción y resignación de una compañera, hizo que todos
los sanitarios se dirigiesen a ella ignorando al lesionado. No sé si la
consideraban su mujer o es el protocolo que dice que el lesionado, no debe ser
muy espabilado para lesionarse y no merecía la pena informarle.
Segunda parte:
Me llaman de
la ETT para un curre para cubrir una baja de un cronista senderista que se ha partío un
hueso en el monte Aloya. Le digo al tío de la ETT que no estoy muy sobrao en esto de escribir, pero me
dice que no me preocupe, que cuente lo
que veo.
La historia va de un grupo de empanaos que se
dedican a darse rulos por el monte.
Después de dar garbeos
por el monte Aloya consigo
localizarlos en la bajada hacia el río Tripes.
Como la peña
no me conoce, me presento, al tiempo que
cada gicho se van dando a conocer:
Por eso de la
cortesía empiezo por las pavas: Bene, Cheli, Carmen, las más veteranas, curtidas en rutas de flipar. Después se
presenta Lili, la más dulce de las senderistas que te puedas encontrar (de haber llegado antes habría disfrutado de
los bollitos de crema que reparte generosamente entre la peña ). Loli, Chelo, Montse y Oli, unas tías duras que han estado hasta por
los Pirineos. El resto son de menos
experiencia pero con mucho entusiasmo. No le entro a ninguna pues parece que algunas son la churri de algunos de los tíos que aún no controlo, no me vaya meter en un marrón. Todas muy guais.
En cuanto a
los pavos, está Carri, el veterano del
grupo, capaz de sacar nuevas rutas de la manga con gran facilidad. Geni, que tiene el arranque más rápido del grupo, secundado por Alfonso que quiere
quitarle el honor de mas pole position conseguidas. El crack del grupo, Hermida, que
compite con las cabras montunas por subir al sitio más escarpado, guiado por su buen sentido de la orientación. El agonías del
grupo, Manu, que hoy ejerce de guía y
que se enreda con su gps cada 2 por 3, menos mal que los demás estan al loro. Gabriel
y Gerardo, veteranos del grupo pero que suelen hacer pellas de vez en cuando.
Este último está muy puesto en localizar
radares de tráfico y avisar a la peña. Laure, uno de los últimos fichajes del
grupo y que de momento lo está petando. Juan, el hombre camuflado, que hasta
lo hace con la edad, parece un yogurín y es el viejo de una pava de 18 tacos. Diéguez , un veterano del oficio, también de reciente incorporación, pero que de momento solo se ha ganado el
título de único fumador. Y Jesús el
yogurín del grupo. Todos, lo mejor de la huerta.
Seguimos río Tripes abajo y el agonías se quiere dar un
baño. El resto siguen y le esperan un poco más abajo. El tío debe
estar del tarro mal, o se le ha ido la pinza, aluciné cuando se metió en la poza de agua fría.
Continuamos la
ruta, y al cruzar la carretera para subir hasta un castro
(un montón de piedras haciendo círculos) uno que va cascao decide seguir por la carretera hacia los
bugas. Ante la idea de que los que suben van a volver de nuevo a la carretera,
otros, no menos cansados, deciden quedarse esperando. Cuando el guía se
entera, se mosquea y baja un poco alterao
en busca de ellos y logra que se unan al resto de la vasca.
Rematamos la ruta en un bar que esta petao de gente y
como no hay sitio nos colocan en un rincón. La peña va de sanos, ,nada de priva, solo alguna birra . La señora del bar, se estira y nos pone de moca unas tapas de jamón,
que todos jalan de inmediato.
En el bar hay
una fiestuki de pibonas hechas un pincel que parece pasarlo dabuten. Pero nadie nos invita, así
que nos abrimos.
Nos piramos en
los bugas, no sin antes despedirnos con
besos y abrazos.
1 comentario:
Bonita crónica, la pateada se la merecía aunque fuese para alguno un poco o bastante accidentada.
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