CRÓNICA PATEADA 256


Circular Monte Aloia (Tui) 12/01/2019

Nos encontramos cerca del Pabellón de Deportes de Macoca, Pazos de Reis, Tui. Hacía un frío que pelaba. Tardamos un rato en completar el grupo de veintiséis.


Nos ponemos en movimiento sobre las diez menos cuarto tomando un camino por el monte con vegetación autóctona gallega. Hacemos una visita a una gran roca sin más interés que su gran tamaño, seguramente la visita era para ir calentando nuestros sentidos, damos la vuelta y volvemos al camino inicial.

Seguimos un curioso canal construido en piedras de un metro de longitud y colocándolas cuidadosamente una tras otra hasta lo alto dónde estaría la fuente del agua, al final de esta senda botánica. Lo llaman “rego de pedra” y tiene una longitud de 2.755m Seguramente era el canal de abastecimiento del pueblo, ahora sustituido por tubo de poliuretano.

En el patio de una cabaña de madera, esparcidos al sol y al resguardo del viento, nos tomamos el plátano.
El empinado camino, nos lleva hasta un mirador, donde se podía contemplar toda la ría, incluyendo las Islas Cies. Se realizaron intentos de hacer foto de grupo, pero las bajas temperaturas y el vientecillo que soplaba, nos hace desistir de tal hazaña. 

Volvemos al camino monte a través, paralelo al sendero, haciendo gala de la rebeldía montañera. Observamos una pilastra con un rótulo que decía: IESV CHRISTO DEO, SALVTIS PER IPSVM RESTITVTAE, ANNO MCM POPVLI CINGENTES ALDIAM (para los que domináis latín: Jesús Cristo Dios, restablece la salvación, año 1900, el pueblo de Aloya) que da paso al mirador dónde se contempla la zona del bajo Miño.

Nos dirigimos al Mirador Celta y en el camino, nos encontramos con un pedrusco de grandes dimensiones y con una superficie plana a lo alto, decían que era la cama de San Xiao (cómo debía tener la espalda). Está cerca de una ermita,  dedicada al mismo santo. Hay una leyenda que dice que se llama cama de san Xulián, o Xiao, porque se asegura que fue sobre esta piedra donde reposó el cuerpo sin vida de este santo. No sé si os habéis fijado, pero en este lugar no crece la hierba. (Seguro que ataron a esa piedra el caballo de Atila).

 Entre las propiedades que posee, está la cura de migrañas y las cervicales, con solo acostarse sobre ella y reposar la cabeza. También posee la virtud de favorecer  la fertilidad, las parejas que no logran tener descendencia, acuden a este lugar y hacen sobre ella, lo que sea menester para reproducirse. (Supongo que si el marido no era fértil, traería al molinero, y si el problema era de ella, traerían a la criada, porque lo básico ya lo harían en casa ¿no? Tendrían las ideas claras, mira que si apunta mal y pega contra el duro colchón…)

También, antes de llegar al Mirador del Castillo, contemplamos la muralla, que aunque no era de las dimensiones de la china, cubría una gran extensión, pero ojito, que si no sabes de su existencia, pasarás de largo, porque ahora está casi oculta por la vegetación.

Sobre las doce, conquistamos la atalaya-mirador del Castillo. Disfrutamos de un día claro y el paisaje era insuperable. La ría en todo su esplendor.

Seguimos camino hasta una gran piedra que representa el límite entre Tui y Gondomar. Como no había guardias custodiando la frontera, pasamos sin incidencias. Las guardianas estaban más abajo tomando el sol. Lucían un pelo rubio con variaciones de tono, lo típico de la rubia gallega. Tenían una pasante más joven, que era totalmente albina.  Se encontraban tan aburridas que no decían ni “mu”. La que parecía de mayor rango, estaba tumbada indiferente al gentío, incluso permitió hacerse un selfi sin despeinarse,  pero al acercarse demasiado, la muy bovina se levanta y se aleja. ¡Que corra el aire, nada de confianzas! Poco a poco se van alejando, seguramente les había terminado la hora de descanso y tendrían que volver al curro, que el prado no se come solo.

Pasamos  por el merendero del Parque Natural del Monte Aloya y algunas voces resonaban en el ambiente queriendo utilizarlo ya, pero aun no eran  las dos y había promesa de mejor sitio… así que seguimos camino y atravesamos el asfalto, bajamos por zonas con signos de ser zona de pasto para los jabalís, tenían toda la tierra levantada con sus potentes hocicos. Se podría decir, que meten las narices dónde nadie los llama, pero cuando hay raíces tiernas.

Bajamos por el interior de un bosque de diferentes árboles, donde una congostreña dudaba de qué árbol le hacía sombra. Muchas coníferas y algún “carallifero”. Árboles acaparadores del sol, que no dejan pasar un rayo al pie, evitando así la competencia de otros árboles e incluso de cualquier tipo de vegetación.

Llegamos a un pequeño valle por donde transcurría un pletórico riachuelo. Solo unos pocos bajaron, otros los esperaron al final, frotándose las manos, desconozco de si era por el frío o porque ya era hora de comer y parecía que se daban todas las circunstancias.

Tomamos el bocata, al sol, sentados sobre un banco y unas piedras que estaban a orillas de la carretera. Terminamos pronto y volvimos al sendero del río. Un congostreño conocido por su alergia al baño, incita a algunos a bañarse en una gran poza llena por una pequeña cascada. La iniciativa no tiene éxito.

Salimos del monte hasta una carretera donde había una casita de troncos entrecruzados al estilo del oeste americano, con aspecto de ser un kiosco o una caseta de información y bajamos por un bosque de robles con el suelo totalmente cubierto de hojas secas. Había que ir por el camino zigzagueando para no resbalar.

Un congostreño que siempre predica que no hay atajo sin carajo, baja por una ladera sin camino definido. En cuanto pone el pie izquierdo sobre la primera hoja, ésta se desliza sobre las otras, arrastrándolo y haciendo perder el equilibrio al congostreño. La pierna derecha, que no estaba al tanto del resbalón, se quedó enganchada en una raíz y solo siguió al cuerpo cuando éste tiró de ella, y se resintió produciendo un leve chasquido. El accidentado emite un desgarrador grito, que no era de dolor, era de rabia e impotencia. Otra vez se había quedado sin la caña de final de recorrido.

Y hasta aquí puedo contar…

Decir que una vez en urgencias, la devoción y resignación de una compañera, hizo que todos los sanitarios se dirigiesen a ella ignorando al lesionado. No sé si la consideraban su mujer o es el protocolo que dice que el lesionado, no debe ser muy espabilado para lesionarse y no merecía la pena informarle.





Segunda parte:



Me llaman de la ETT para un curre para  cubrir una baja de un cronista senderista que se ha partío un hueso en el monte Aloya. Le digo  al tío de la ETT que no estoy muy sobrao en esto de escribir, pero me dice que no me preocupe, que cuente  lo que veo.

 La historia va de un grupo de empanaos que se dedican a darse rulos por el monte.

Después de dar  garbeos  por el monte Aloya  consigo localizarlos en la bajada hacia el río Tripes.

Como la peña no me conoce,  me presento, al tiempo que cada gicho se van dando a conocer:

Por eso de la cortesía empiezo por las pavas: Bene, Cheli, Carmen, las más veteranas,   curtidas en rutas de flipar. Después se presenta Lili, la más dulce de las senderistas que te puedas encontrar  (de haber llegado antes habría disfrutado de los bollitos de crema que reparte generosamente entre la peña ).   Loli, Chelo, Montse  y Oli, unas tías duras que han estado hasta por los  Pirineos. El resto son de menos experiencia pero con mucho entusiasmo.  No le entro a ninguna pues parece que algunas son la churri de algunos de los tíos que aún no controlo, no me vaya meter en un marrón.  Todas muy guais.

En cuanto a los pavos, está Carri, el veterano  del grupo, capaz de  sacar  nuevas rutas de la manga con gran facilidad. Geni, que tiene el arranque más rápido  del grupo, secundado por Alfonso que quiere quitarle el honor de mas pole  position  conseguidas. El crack del grupo, Hermida, que compite con las cabras montunas por subir al sitio más escarpado,  guiado por su  buen sentido de la orientación. El agonías del grupo,  Manu, que hoy ejerce de guía y que se enreda con su gps cada 2 por 3, menos mal que los demás estan al loro.  Gabriel y Gerardo, veteranos del grupo pero que suelen hacer pellas de vez en cuando. Este último está  muy puesto en localizar radares de tráfico y avisar a la peña. Laure, uno de los últimos fichajes del grupo y que de momento lo  está  petando. Juan, el hombre camuflado, que hasta lo hace con la edad, parece un yogurín y es el viejo de una pava de  18 tacos.  Diéguez , un veterano del oficio, también  de reciente incorporación,   pero que de momento solo se ha ganado el título de único fumador.  Y Jesús el yogurín del grupo. Todos, lo mejor de la huerta.

Seguimos  río Tripes abajo y el agonías se quiere dar un baño.  El resto siguen  y le esperan un poco más abajo. El tío debe estar del tarro mal, o se le ha ido la pinza, aluciné cuando se metió en la poza de agua fría.

Continuamos  la ruta,  y al cruzar la carretera para  subir  hasta un castro (un montón de piedras haciendo círculos) uno que va cascao  decide seguir por la carretera hacia los bugas. Ante la idea de que los que suben van a volver de nuevo a la carretera, otros,  no menos cansados,  deciden quedarse esperando. Cuando el guía se entera, se mosquea y  baja un poco alterao  en busca de ellos  y logra que se unan al resto de la vasca.

Rematamos  la ruta en un bar que esta petao de gente y como no hay  sitio  nos  colocan en un rincón. La peña va de sanos, ,nada de priva, solo alguna birra . La señora del bar,  se estira y nos pone de moca  unas tapas de jamón,  que todos jalan de inmediato.

En el bar hay una fiestuki de pibonas hechas un pincel que parece  pasarlo dabuten. Pero nadie nos invita, así que nos abrimos.



Nos piramos en los bugas, no sin antes despedirnos  con besos y abrazos.











1 comentario:

Unknown dijo...

Bonita crónica, la pateada se la merecía aunque fuese para alguno un poco o bastante accidentada.