CRÓNICA PATEADA 261


FARO DE VIGO 

SUCESOS 

El pasado día 23 de marzo, efectivos de la Guardia Civil detectaron la presencia de miembros de las organizaciones Congostra y Camiñantes, sospechosas de actividades de senderismo, en la localidad de Gaxate, lo que motivó el despliegue de un dispositivo de seguimiento, para averiguar a qué se dedican estas organizaciones en los montes.
Los agentes de la Benemérita desplegados para la vigilancia de estos sospechosos confirman que sobre las 10:10 de la mañana iniciaron una caminata de unas 45 personas. Entre ellas se advierte la presencia de un menor de edad, lo que confirma la sospecha de que los senderistas no respetan edades.
Al poco alcanzaron una casa azul, de la que una de las integrantes de la banda manifestó su intención de hacerse una casa parecida. Dejando atrás la susodicha casa, alcanzan las fervenza de Liñán, a partir de las cuales, se advierte un notable distanciamiento entre el personal allí congregado. Alguna congostreña novata llegó a preguntar “¿falta mucho?”. Después transitan por unas pasarelas de madera, tras lo cual, siguieron al lado del río Xesta.
Tras pasar por un puente de piedra lo bastante sólido para no caer bajo el peso de 45 sospechosos de senderismo, cogen un tramo de carretera y vuelven a adentrarse en el bosque, y al llegar a una pequeña capilla, deciden hacer un reagrupamiento, en vista de la dispersión ocasionada por el paso acelerado de unos, las fotos que hacen otros, la parsimonia de otros más y cierto personal, que tras desviarse para hacer sus necesidades, a la vuelta  ya no saben por dónde deben seguir.
A través de los dispositivos electrónicos de escucha de los cuerpos y fuerzas de seguridad, se pudieron detectar ciertos comentarios entre los congregados, referentes a personas a las que se llamó para acudir y que, al parecer, optaron por permanecer en la cama: “ya le vale, con lo bonito que está esto”. Otros comentarios hacían referencia a personas que, al parecer, tenían que trabajar: “vaya putada, tener que chollar hoy”. Algunos integrantes de dichas bandas de senderistas hacen fotos del paisaje con sus teléfonos y las envían a los que se llamó y no quisieron acudir, sin duda, con ánimo de fastidiar.
Más tarde, la concurrencia senderista hace una nueva parada de reagrupamiento, que aprovechan para tomarse un plátano, tumbarse a la bartola, echarse protección solar o simplemente descansar. Una congostreña le dice a otro congostreño: “antes non falabas nada e agora falas moito”. La congostreña novata anteriormente citada, ante la pregunta de: “¿Cómo vas?”, da por toda respuesta un resoplido. Cierto fotógrafo del grupo es increpado por una de las congregadas, tumbada a la bartola, que al día siguiente estaba de cumpleaños, al grito de: “a mín non me saques así, eh?”.
Siguiendo con su investigada travesía, los senderistas llegan hasta las inmediaciones de una tubería, probablemente una canalización de agua, que provoca en ellos algún comentario del tipo: “joder co tobogán dos nenos”.
Alcanzan a ver unas nuevas fervenzas, ante las cuales alguna integrante de las bandas senderistas, dicen que vecina de Pontevedra, se hace fotografiar pavoneándose cual estrella de cine. Y siguiendo con su recorrido, llegan hasta la fervenza de Liñares, donde la dificultad de tránsito ocasiona alguna situación de riesgo para estos presuntos senderistas. La vecina de Pontevedra, nuevamente se pavonea ante las cámaras de alguno de sus cofrades.
Más adelante, contemplan un bonito caballo blanco, cerca del cual se observa otro, de color marrón, que a juicio de una congostreña que siempre impone su verdad, “está tontorrón”. Cabe destacar que el susodicho caballo parece tener 5 patas.
Pocos kilómetros después, comienzan a caminar por la sierra del Suído, espacio amplio y de bonitos colores. Se aprecia en el recorrido de estos sospechosos la presencia de huesos de ganado. Especulan los presuntos senderistas sobre si el ganado murió de muerte natural o los mataron los lobos.
Kilómetros después llegan a un espacio conocido como Foxo do lobo, construcción en piedra con la cual, antiguamente, se acosaba a los lobos, haciéndolos llegar a un lugar hondo y cerrado, donde se les daba muerte. Un cabecilla de estas bandas, se sube a lo alto de estos muros, desde donde intenta telefonear a otro cabecilla ausente, pero no hay cobertura.
Poco antes de llegar a la parroquia de Pigarzos, hacen una nueva parada de reagrupamiento. La congostreña novata se sienta en el suelo con expresión elocuente, que oscila entre el cansancio y el cabreo por lo que considera en su fuero interno un exceso de kilometraje.
Se establece una parada para comer junto al río en la carballeira dos Prados. La congostreña novata y su señora madre se sientan en el suelo, no se sabe si por no encontrar sitio en las mesas o por un cansancio que no podían con el alma. Un congostreño ejerce de fotógrafo de todos los asistentes, pero sin previo aviso, motivo por el cual, algunos participantes quedan retratados en posiciones poco decorosas. Una congostreña se baña antes de comer. Uno de los cabecillas también se baña, pero literalmente en pelotas, ante la mirada de desaprobación de su señora, que comenta: “e aínda pensa que ten bo tipo”. Tras finalizar la comida, se hacen una foto de grupo en un puente de madera, poniendo a prueba su resistencia. Y para marcharse del lugar, no tienen más remedio que cruzar el río por el lugar menos profundo, lo que provoca que la mayoría del personal se descalce. El comentario generalizado que se escucha en el lugar es: “joder, que fría”, “se me quedan los pies tiesos”.
Tiempo después llegan a un lugar denominado Portomariño, donde visitan unas casas restauradas que se alquilan por días. Aprovechan para aprovisionarse de agua de manantial. La congostreña novata y su señora madre no suben a verlas, ya no quedan demasiadas fuerzas: “¿para qué vamos a subir?”. En la bajada, alguno de los participantes se esconde detrás de una máquina intentando asustar al resto de participantes, gruñendo cual jabalí. La congostreña novata resulta efectivamente asustada.
Al salir del lugar, retornan a la margen de un río y al llegar a la carretera, un congostreño pregunta a otro cómo se llama el río. “A ver, que lo veo en el teléfono”, pero no hay mucha cobertura, la información no termina de aparecer en pantalla. Y al darse media vuelta, este par de congostreños contemplan ante sí un poste de madera con la indicación “Val do río Xesta”.
Y siguiendo caminando, los investigados senderistas llegan al pueblo de Xesta. Allí aprecian unas casas de tamaño XXL, todas de piedra, con grandes fincas, algunas hasta con caballos, portales ostentosos y todo tipo de lujos. Incluso reparan en que la iglesia tiene alarma y otra en el campanario, para evitar que les sustraigan las susodichas. El tamaño de los nichos de los muertos está en consonancia con el del tamaño de las casas de los vivos. “Carallo, quen tivera cartos” se oye entre la concurrencia.
Saliendo de este pueblo de pobres, se distingue al lado de la carretera una extensión de finca rústica quemada. Algún congostreño opina que: “o churrasco escapóuselle das mans”.
Serían las 5:05 de la tarde, cuando se advierte por la Guardia Civil la llegada de un congostreño de mochila roja efusivamente recibido por el resto de participantes. “Macho, ¿onde te meteches?” le dicen la mayoría de ellos.
Una vez integrado en el grupo este congostreño tardón, recorren un paisaje al lado del río, con hojarasca en el suelo y penedos de considerable tamaño. Aprecian la presencia de un perro grande con un cencerro igualmente grande, que los va siguiendo durante un buen trecho. En un momento dado, una congostreña que sostiene que no hay casualidades, se da cuenta que ha perdido de vista al resto de sus compañeros tanto delante como detrás, y le dice a su sufrido acompañante lo mismo que se dicen los matrimonios cuando están a punto de divorciarse: “¿en qué momento del camino nos hemos separado?”
El recorrido finaliza con un paisaje de piedra con musgo y  hojas en el suelo, que finalmente les conduce hasta sus coches. La congostreña novata y su señora madre, que se plantaron antes de finalizar este recorrido de 27 kilómetros, tienen que ser recogidas por el coche escoba del grupo, que según sus ocupantes, tardaron en encontrar porque estaban “moi lonxe”.
El informe de la Guardia Civil finaliza diciendo que las actividades campestres de Congostra y Camiñantes no constituyen peligro para el medio ambiente; motivo por el cual, el dispositivo de seguimiento ha quedado desactivado, estableciéndose la posibilidad de que la Guardia Civil participe en las actividades de dichos grupos en su día libre.


Esta crónica ha llegado a poder de Congostra sin que sepamos quien es su autor, sospechamos que es un  periodista camuflado  de senderista dentro de Congostra.


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