Monte Galiñeiro –
08/02/2020
¿Porque
llaman Galiñeiro a este lugar?
Hay
varias versiones: elige la tuya.
1.- En prerromano, la
terminación kal era roca con lo que derivaría en kalineiro; a
través del tiempo la pronunciación se convirtió en Galiñeiro.
2.- Se le llama Galiñeiro
porque semeja la cresta de un gallo.
3.- Cuando desaparecía una
gallina, aparecían sus plumas en este monte.
No
todos encontramos el lugar a la primera, y eso que se publicaron las
coordenadas. La vista que ya falla. Ya estamos en periodo de
descuento.
Nos
reunimos allí veintiocho adultos y un perrito de tres meses. Fue
grato recibir a la franquicia congostreña de Santiago.
Para
matar el tiempo, algunos preguntaban: ¿Por dónde hay que ir? Le
señalaron un pequeño arbolito pelado a lo alto de la colina. Nos
separaban del arbolito unos trescientos metros de ascenso entre rocas
con desnivel bastante pronunciado. La cosa comenzaba animada.
Era
la prueba de fuego, si no llegabas al arbolito, ya no merecía la
pena seguir. Llegamos todos, unos comentaban lo duro que era, otros
solo podían escuchar mientras recuperaban el aliento.
Había
en lo alto, dos cumbres de rocas, los más inquietos todavía tenían
fuerzas para subir a la cumbre norte mientras los otros se
recuperaban. Luego, todos nos dirigimos a la cumbre sur. La subida no
era fácil, la roca húmeda de la lluvia de la noche anterior
complicaba la adherencia.
Las
vistas solo las mejoraría la ausencia de niebla en horizonte. A
pesar de ello, se podían contemplar Las Cíes, Cangas, Baiona…
La
bajada se tornaba más divertida. Se podía adivinar quienes habían
subido, en función de si tenían el culo mojado, o no. Era muy
recomendable bajar sentado y deslizándose con cuidado.
La
siguiente cumbre era la del Monte Geodésico, a cuyo punto se subió
alguien que necesitaba destacar en el mundo. Se hicieron intentos de
“platanear”, pero no hubo consenso, apenas eran las once y
quedaba camino pedregoso que recorrer, así que se pospone el plátano
hasta la próxima subida.
La
primera intención era ir “cresteando”, pero las deslizantes
condiciones, nos aconsejan bajar al sendero y bordear el monte
“Arruido”. Sobre la una llegamos al punto donde lindan tres
concellos marcado por “A Pedra do Acordo”. Es un marco o mojón
de forma pentagonal que indica donde lindan tres concellos: Tui, O
Porriño y Gondomar.
Continuamos
hacia Aloia, y en el camino nos encontramos unas vacas con porte
señorial, con menos cornamenta que las portuguesas, pero más
orgullosas de su porte. Un buey celoso vigilaba nuestras intenciones
y nosotros las suyas…
Llegamos
a “o Miradoiro da Cruz”, donde nos hicimos la foto de grupo de
rigor, contemplamos el paisaje y nos fuimos a ver la cama de San
Xiao. No creáis que fuimos a irrumpir el sueño del santo, era un
pedrusco alto y plano de considerable tamaño y con una hendidura que
se parece a la que queda en una cama con un mal colchón tras dormir
toda la noche.
Sobre
las dos y media, ya son horas de tomar el bocata en el Bar Monte
Aloia, donde nos esperaban algunos rezagados desconfiados de que no
quedase cerveza para todos.
Este
lugar cuenta con mesas de piedra con sus bancos, que utilizamos para
mayor comodidad.
Había
un curioso letrero que decía: -ATENCIÓN-
Después de cerrado este establecimiento, hay peligro en el interior,
no nos hacemos cargo de lo que pase. ¡Qué miedito!¿Qué habrá?
Seguro que está la cocinera con la sartén en ristre esperando al
curioso para aclararle la duda.
Después
de comer, invertimos el camino durante un buen rato. Volvimos a
encontrarnos con el celoso buey, esta vez estaba de pie, junto a su
harén de una veintena de vacas que rumiaban tranquilas acostadas
sobre sus propias patas plegadas. Volvimos a cruzar las miradas
desafiantes (yo no
me meto contigo si tú no te metes con mis vacas).
Poco
antes de llegar, rodeamos el Galiñeiro con intención de tomar un
vermú. Encontramos un letrero de promoción que anunciaba Mámoa 1,
2 y 3 dos Bermús, Os Bermús 1, 2, 3, 4, y 5, pero lo único que
encontramos fueron piedras con dibujos religiosos (que
hay que creer que están aunque no los veas)
pero ni una barra de bar, ni un camarero, nadie que atendiese a la
demanda de los cansados caminantes necesitados de un vermú. Dicen
que el que los descubrió era un tal Bermundo y que al agotar
existencias, se piró sin aviso. O sea que no hay vermú.
Sí
que había cerveza en el bar Bugus, en A Pasaxe. Nada más llegar,
una congostreña encuentra bajo una mesa un billete de cincuenta
euros.
Lo
primero que se debe hacer en esos casos, es:
- Ver si hay gente expectante que esperen a que intentes recogerlo para pegar un tirón del hilo que los sujeta y pegarse unas risas.
- Después hay que ver si hay algún tipo de promoción en el bar que incluya un billete al cliente número x y has sido agraciado.
- Por último, una vez agotadas otras posibilidades, preguntar por el último cliente de la mesa y devolverlo al camarero para que le dé la alegría de haberlo encontrarlo. (Procurar que no se noten las lágrimas de despedida)
¡Qué
ruido montaba el grupo!, la camarera hacía verdaderos esfuerzos para
entenderse, y eso que es camarera del rural acostumbrada al ganado
(no al perdido).
No
sé de dónde salió un híbrido de bizcocho y tarta de queso. La
incógnita era cómo trocearlo. Un machete de gran tamaño apareció
de la nada. Estaba muy rica y escasa para acompañar tanta cerveza.
Otras
tapas gentileza del local también fueron rápidamente despachadas.
Y
al terminar… cada mochuelo a su olivo.
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