CRÓNICA PATEADA 151



 A las 9 y pico, por no variar, salimos 17 congostreños, camino de O Pindo, llegando a las 11 horas; allí nos esperaban otros dos caminantes muy conocedores ellos de las carreteras y que no necesitan hoja de ruta para llegar al destino.

 Nos ponemos en marcha, empezando con una subida prolongada para ascender más de 600 metros, con sol y mucho viento. Al rato corre, también cuesta arriba, la noticia de que una congostreña se ve obligada a abandonar, la pendiente se le resiste; la secunda otra más que había sufrido una caída y en solidaridad con la primera otros dos compañeros se dan vuelta; hemos batido record de abandonos.

 Por el camino nos vamos encontrando con todo tipo de figuras labradas por el tiempo en las rocas, pies de elefantes, cabezas de pájaros, robots, ángeles alados, platillos…, la imaginación se echa a volar y los fantamas de los celtas se aparecen de todas las formas posibles y también imposibles. Llegamos al punto más alto llamado A Moa, las vistas son impresionantes, el viento sopla con mucha fuerza, casi hay que meter piedras en los bolsillo para no salir volando; hacemos la foto de grupo y escapamos cuesta abajo muy abrigados y agradeciendo que luciese el sol.

 Sobre las 2 de la tarde llegamos a un pueblecito llamado “O Fieiro”, en ese momento lloviznaba y nos dispusimos a comer, unos se resguardaban de la lluvia en la parada del bus, otros debajo del tobogán, mientras los demás buscaban mejor refugio, y lo encontraron, una vecina muy amable nos dejó cobijarnos en un cobertizo, bajo la vigilancia de un pastor alemán.

 Con el estómago más contento nos pusimos en camino, se unió un nuevo compañero, el pastor alemán, y el guía nos tenía preparada una prueba de actitud, subir al Penafiel.. Había que subir casi a gatas, no solo por la pendiente sino también para que el viento no nos tirase. Los más valientes llegaron a la cima, otros los observaron desde el llano y alguno lo intentó, pero por miedo a no poder seguir disfrutando de su reciente y placentera vida de pensionista se volvió con los que se habían rajado.

 Continuamos descendiendo y el perro seguía acompañándonos, todos nos preguntábamos como haría para volver con su dueño. Visitamos las fervenza de Ezaro, única en el mundo por caer directamente al mar.

 Mientras, nuestro responsable de Relaciones Institucionales nos había gestionado un tapeo en el bar “A Revolta”  . A la vuelta del mirador de Ézaro nos aguardaban unas magníficas tortillas de patatas,  de las de verdad, hechas por " la Pantoja", unas tapas de jamón serrano y un vino tinto que nos reconfortaron el cuerpo. Durante el tapeo nos acompaño la Pantoja contándonos historias de su juventud, lo que no le permitía a nuestro responsable de Relaciones Institucionales pegar bocado. Cuando “La Pantoja” lo dejó libre ya no quedaba casi nada.

 Bueno, espero haber cumplido con el encargo, y por favor Miguel no vuelvas a faltar, aparte de que se te echa de menos, sobre todo en la retaguardia, has dejado el listón muy alto a la hora de hacer la crónica. 

Un abrazo para todos. 

Cheli

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