CRONICA RUTA ARMENTEIRA


30/05/2020. Río San Martiño.


Primera pateada de la desescalada: (Ha salido un pareado sin haberlo deseado)


Nos encontramos en el punto de salida y nos saludamos al estilo indio, levantando la mano y asintiendo con la cabeza, a alguno incluso les salía un hilillo de voz.


Ante de salir, nos situamos en círculo alrededor de una hoguera imaginaria para intercambiar ideas y comentarios sobre el drama vivido. Unos con mascarilla, otros esgrimían un palo como barrera para que no se le acercasen. Alguno había despertado rechazo crónico y alacercárselealguien, se alejaba como hacen dos imanes al aproximarlos por el mismo polo.


Todo muy respetuoso, distancia de seguridad y mascarilla puesta comenzamos la caminata en fila india. Pronto nos adentramos en monte vecinal. Subimos hacia la zona de antenas. Los temas de conversación se interiorizaban y se realizaban auténticos monólogos para los adentros.


Los únicos seres vivos que vimos en lo alto del monte, era una manada de diminutos caballos a la sombra de una construcción evitando el castigo de los fuertes rayos de sol.


Poco más adelante, nos sobresaltamos: viajaba hacia nosotros a gran velocidad una cabeza con casco, era un camino hundido y al aproximarse, pudimos descubrir que debajo había un ciclista que se llevó un susto al vernos. Formaba parte de un grupo de ciclistas de montaña que también aprovechaban el día.


Todo muy respetuoso, distancia de seguridad y saludos a distancia. Pero a la hora de hacerse una foto de grupo al lado de la torre… qué covid-19 ni que ocho cuartos, todos muy juntitos sino no se sale en la foto. Ah! Para salir todos, se le pide al ciclista que manosee un teléfono para hacer las fotos, que ya había confianza. ¡Qué bonito es el monte y sus habitantes!


Entramos en el sendero del Río San Martiño camino de la iglesia de Meis, circulamos paralelos a la autopista que lleva a Sanxenxo, para continuar por la “Ruta da Auga e da Pedra”.


Sobre la una y media, nos encontramos un deshabitado merendero a un lado del camino. No pudimos por menos que aprovecharlo.


Todo muy respetuoso. Las mesas se repartían entre los que sus covid’s ya se habían hecho amiguitos.


Al terminar de comer, nos pasamos por laAldea Labrega, que es un conjunto escultórico que representa, en miniatura,las figuras de un pueblo medieval.


Subíamos a orillas del río, cada uno con el pensamiento ocupado con sus cosas, cuando de repente, se oye un estruendo.Algo muy grande salpicaba al caer en un pequeño remanso del río. El bancario no daba crédito, los demás no se lo podían creer. Un acalorado congostreño se había lanzado en bomba, vestido y calzado, y a la vez que se refrescaba se reía del desconcierto que había causado. Supongo que es a eso lo que le llamarán un golpe de calor.


Serían las dos, cuando llegamos al Monasterio de Armenteira, punto de referencia para las bodas degolfistas. Cerca del portalón de entrada, se situaba el bar “O Comercio”. Bajo la sombra de una alargada parra, localizamos un hueco para tomar un cafelico, helado o refresco.


Había dos camareras, una muy profesional, que se escondía tras una mascarilla y guantes y otra más simpática que se dejaba ver.


Tomamos el “Circuito do Monte da Escusa” bajo un sol de justicia que hacía olvidar las restricciones y solo dejaba pensar en una cervecita fresca. No hubo cervecita, cada uno se la tomaría en casita.

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