25/07/2020 -A Franqueira.
Salimos puntuales los trece
pateantes y el lindo perritoCobi. Serían las nueve de la mañana cuando nos
adentramos en un bucólico sendero apropiado para botas de invierno. No nos lo
podíamos perder, este tipo de caminos son los que le dan esencia a las
caminatas.
Desembarcamos en un sendero pedregoso y polvoriento que contrastaba con el anteriory nos llevaal punto de arranque de las Estaciones de la Cruz, también conocidas como La Vía Dolorosa (coincido a juzgar por lo que duelen las piernas al subir). También se conoce como El Viacrucis. Es una narración de las horas finales en la vida de Jesucristo en la tierra.
En este caso se debe tratar de una coincidencia, Jesús era el hijo del carpintero del pueblo cuyos vecinos “le tenían ganas”. A saber:
En un lugar llamado Coto Redondo, comienza la peregrinación en forma de zigzag ascendente y marcando las estaciones en cada zig y cada zag, como si fuesen bares. Sus rótulos eran planchas redondas de hierro oxidado con las letras perforadas.
Estación I. Xesúsé condenado a morte.(A los pies de la colina.)
Estación II. Xesús carga coa cruz. (Él solito que es mayor.)
Estación III. Xesúscae por primeira vez. (Algún cabrón le haría la zancadilla.)
Estación IV. Xesúsencóntrase coa suanai. (Xa che decía eu que esa xente non é de fiar, pensaría.)
Estación V. Simón de Cirene axuda a Xesús. (Muchos dicen que lo obligaron, sino, ¿de qué?)
Estación VI. A Verónica limpiao rostro de Xesús. (Lo típico, escupe en un trapo y zasca.)
Estación VII. Xesúscae por segunda vez. (Casi caigo yo con la mochila, que si llevo esa cruz…)
Estación VIII. Xesús consola as mulleres (¿No estará ahí la cuestión? Aún le quedan fuerzas.)
Estación IX. Xesús cae por terceira vez. (¡Normal! No sé a cuántas mujeres consolaría.)
Estación X. Xesúsespido dos seus vestidos. (Vuelve la burra al trigo.)
Estación XI. Xesúscravado na cruz. (* ¿Cuantas bombonas pediría?)
Estación XII. Xesúsmorre na cruz.
Estación XIII. Descenden o corpo de Xesús.
Estación XIV. Enterran o corpo de
Xesús.
* Un repartidor de butano, oye insistentemente que le solicitan diez
bombonas para un quinto piso sin ascensor, al llegar al piso, la dueña le dice
que no ha pedido ninguna bombona. Mientras discuten, sale una voz del balcón
que dice: “taaaano, diez bombonas”. Era un loro que repetía constantemente lo
mismo. El enfadado butanero lo clava en la pared con las alas en cruz. El loro
pregunta a un cristo que había enfrente¿Cuánto tiempo llevas ahí? Más de dos
mil años, le responde Jesús. Pero tú ¿cuántas bombonas pediste?...
Llegamos casi tan muertos como el
de la cruz. Hacía un calor bochornoso. En la cumbre, bajo la gigantesca cruz,
corría un poco de brisa. No había más ser vivo que una manada de caballos
sorprendidos de que llegásemos dos mil años tarde.
No visitamos el lugar de la
aparición de la Virgen. Estaba muy alta para dominar toda la colina. No volvió
a aparecer. Había en las cercanías, grandes antenas. Supongo que sería para ver
si podían localizar el espectro de María, pero creo que se conformaron con
Radio María, que se pilla desde todas partes. Como el repetidor está en el
cielo…
Continuamos por la ruta Mariana.
Visitamos el Nevero de los Frades. Se trata de una gran fosa de unos tres
metros de profundidad y tres metros de diámetro. Fue excavada en zona sombría y
pavimentadas sus paredes.
Alternamos entre sendero
polvoriento y soleado y otros con vegetación que tapaban las marcas. Llegamos
al “CamiñodáRaiña. Esta reina era del interior y venía a cobrar los impuestos.
Se llamaba Urraca. No se sabe si le pusieron así por el pájaro que tiende a
pillar todo lo que brilla, o bautizaron al pájaro porque se parecía a la reina
que arramblaba con todo el oro y plata que pillaba.
Este caminito, nos lleva a cruzar
la autopista bajo un túnel de hormigón. Dentro, en una zona sombría, había un
ser blanco que desprendía un aura celestial. Al ver gente que interrumpía su
meditación, se sobresaltó y lanzó un grito de desagrado que se magnificó con el
eco: ¡Muuug! Era una vaca blanca que tomaba el fresco. Desconfiada echó a andar
alejándose del grupo de infieles.
Estos infieles estaban famélicos,
pues al ver moras de escaso tamaño adornando el camino, se lanzaron a la
recolecta como si fuesen obleas.
Sobre las once y media, al amparo
de la sombra y en presencia de un riachuelo, paramos en una zona del bosque,
para tomar el plátano. Mientras comíamos, pudimos ver un caminante que
circulaba en sentido contrario a unos doscientos metros. De repente, se para,
da la vuelta y sigue avanzando. No sabemos si es que éramos tan feos que lo
asustamos o también podría ser que oyese llamar al perrito Cobi y creyese que
traíamos covid-19 de contrabando.
Llegamos a una zona de recreo
junto al molino Arendo. Las veces anteriores que estuvimos allí había un
pequeño parque de recreo para críos. Se lo cargaron, el covid se lo come todo.
Continuamos a las orillas del Río
Deva. Fuimos pasando por distintos molinos en distinto estado de conservación.
En el molino de San Paio, los más acalorados querían aprovechar la zona del río
para darse un chapuzón. Dadas las horas que eran se decide hacer un
asentamiento para comer. Unos culos van, otros vienen, otros se sientan, otros
se levantan. Unos mojados, otros secos. Unos comen y otros se bañan. La gente,
no los culos.
Cuando estábamos en la hora del postre, es cortés que cada uno ofrezca a sus compañeros:
- ¿Quieres un trozo? Ofrecía un generoso congostreño unos apetitosos trozos de sandía.
- “mercíbocú” le contesta el agasajado (en francés:mercibeaucoup esmuchas gracias)
Un tercero, que estaba esperando
su turno, no se lo podía creer y pregunta asombrado: ¿qué a meta no cu? No
hombre, le contesta el inspirado francés, mercí bocu e boas tetas…
Mercí entonces debía ser una
señora culona y tetona a la que le gustaba refrescar el culo con sandía, deduzco.
Cruzamos “A fraga do río Deva”
que seguro que tiene ese nombre porque los peregrinos de la Ruta Mariana
quedaban a deber a los curas. Llegamos a
Cachete, hartitos de calor. Escondido detrás de un muro había un bar de comidas
llamado Cruceiro da Balsada. Tras arduas negociaciones, nos fuimos con la
esperanza de encontrar una fuente fresquita.
Llegamos al recinto cerca del
cementerio. Estaba sombreado por unos grandes árboles y disponía de bancos de
piedra repartidos según la normativa covid. Cuando se enfriaron los caminantes,
continuamos en busca de la milagrosa fuente. Allí estaba oculta en el interior
de un muro de piedra. Desprendía un generoso chorro de agua fresquita. No
recuerdo beber tanta agua de una sentada.
Pasamos por la Iglesia para llegar
a la localidad de “A Cigarreira”. No sé de dónde viene ese nombre, porque
tabaco no venden. Pero la cosa no mejora, llegamos al “Camiño dos Defuntos”,
seguro que eran fumadores. Seguimos vivitos todos todo el camino hasta “A fraga
do Calvo”. En una poza, peludos y pelados se meten en el agua disfrutando como
niños. Los que no, siguen camino.
Volvemos a encontrarnos con la
vaca del túnel. Era una negra sombra con un haz de luz solar al otro lado. Esta
vez la vaca no se asustó. No quería ir hacia la luz del túnel, eso le supondría
una experiencia cercana al cielo, y como no hay un cielo para las vacas, hay
vacas que son un cielo.
Cuando llega el primer caminante al pueblo, había cerca de la fuente, dos adorables ancianos sentados separados y con la mirada al frente. Totalmente en silencio hasta que se acerca el extranjero.
- Este é un camiñopara facerdousou tres, sólo faise pesado, dice el más hablador.
- Somos trece e un can, le contesta el sudoroso caminante después de refrescarse.
-¿De ondevindes?
- De Vigo
- ¿E tendesdiso de conavirus en Vijo? É unhaplaja.
- Haimaisconas que virus, pensó,
pero dijo: hai de todo.
Al rato comenzó a llegar el
grueso de la tropa. El vecino los iba contando según aparecían. No sé si era
para matar el rato o que desconfiaba de que no sabíamos contar.
En el pueblo de A Franqueira, en
un bar casi improvisado, nos tomamos las cervezas. Las patatillas corrieron a
cargo de un nuevo congostreño. Sacó un saco de patatas de medio kilo. Un
congostreño al ver el tamaño, pensó: no tendremos que pelarlas y freírlas
ahora. No, ya venían preparadas. Con una destreza pasmosa, le abre un redondel
en la tripa de la bolsa y lo aprovecha de plato donde pone una ración, el resto
queda en la bolsa. La señora del bar, al verse intimidada, se propone a
colaborar: ¿Póñovosunsplatiños? Algunos se frotaban las manos esperando unas
tapas, pero los platos aparecieron vacíos claro, solo para repartir las
patatillas.
Los más apresurados se van, los demás siguen disfrutando de los platos y luego: cada mochuelo…
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